En la actualidad, los problemas de inseguridad, salud y el costo de la vida han relegado a la conservación y protección de la naturaleza, al punto de no ocupar un lugar prioritario en la agenda de los políticos y los tomadores de decisiones. Lo que los gobernantes parecen no percibir es que, al resguardar la naturaleza, se logra indirectamente proteger los derechos humanos. 

En este sentido, la conservación de la biodiversidad debería ser un objetivo fundamental de la política pública, constituyendo una razón suficiente para su protección.

Es innegable que en muchos países persisten graves violaciones a los derechos humanos, como los desplazamientos forzados derivados de conflictos armados, eventos climáticos extremos o desastres, violencia generalizada y violaciones a los derechos humanos. En esta dirección, aquellos líderes políticos con un auténtico compromiso hacia la protección de los derechos humanos deberían centrar, al menos en parte, sus esfuerzos en la conservación de la naturaleza y su biodiversidad, ya que el bienestar humano está intrínsecamente ligado a la salud y estabilidad de los ecosistemas. 

Es así como la protección de los derechos humanos implica necesariamente la implementación de leyes y políticas necesarias para la conservación del medio ambiente, las cuales deben contemplar acciones para abordar la triple crisis planetaria: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación.

Cuando se emprenden acciones en pro de la protección de la naturaleza, se contribuye simultáneamente a la salvaguarda de los derechos humanos porque este enfoque integral reconoce la interconexión entre la salud del planeta y el bienestar de sus habitantes. Por eso, para avanzar en esta dirección, es esencial que se adopten medidas concretas a nivel nacional e internacional.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), existen obligaciones y responsabilidades en materia de los derechos humanos relativas a acuerdos, políticas, estrategias y acciones en torno a la biodiversidad. Dentro de estas se encuentra evitar la pérdida de biodiversidad y hábitats, y la prevención de impactos negativos en derechos humanos fundamentales como el derecho a la vida y los derechos a los alimentos, agua, saneamiento, salud y cultura. La falta de medidas preventivas para la pérdida de la biodiversidad constituye un incumplimiento por parte de los Estados de su obligación de respetar, proteger y cumplir los derechos humanos para todas las personas, sin discriminación. 

La biodiversidad también protege la salud humana regulando la dinámica de las comunidades biológicas, incluidos sus patógenos. La protección y restauración de la biodiversidad, junto con prácticas agrícolas sostenibles, son medidas efectivas de prevención primaria de pandemias, con costos significativamente menores que enfrentar una epidemia. Es así como preservar y restaurar la diversidad biológica representa una inversión esencial en el funcionamiento del ecosistema, crucial para la salud y el bienestar humano. 

La equidad y la no discriminación son principios básicos en la lucha contra la pérdida de la biodiversidad. Las comunidades más vulnerables, particularmente aquellas que dependen directamente de la naturaleza, suelen verse afectadas de manera desproporcionada. Por ende, cualquier medida adoptada para abordar la pérdida de biodiversidad debe ser equitativa, no agravar las desigualdades existentes y considerar los posibles impactos relacionados con el género, la edad y la equidad intergeneracional.

Por otra parte, los pueblos indígenas, con su estrecha conexión con la naturaleza, desempeñan un papel crucial en la conservación de la biodiversidad. La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas destaca su derecho a la conservación y protección del medio ambiente, reconociendo que la pérdida de biodiversidad amenaza no sólo los recursos naturales, sino también su identidad cultural y supervivencia. Los Estados deben asegurar que las medidas de biodiversidad sean consistentes con esta declaración, involucrando a los representantes legítimos de los pueblos indígenas y obteniendo su consentimiento libre, previo e informado.

La igualdad en las medidas para combatir la pérdida de biodiversidad y el uso equitativo de sus beneficios son fundamentales. Aquellas personas más afectadas, como los niños, niñas, jóvenes y las generaciones futuras, deben ser consideradas, ya que han tenido una participación mínima en las actividades que han llevado a esta pérdida. El uso sostenible de recursos naturales debe ser ecológica, económica y socialmente responsable, beneficiando a las comunidades marginadas. 

La cooperación regional e internacional es esencial para la protección efectiva de la biodiversidad. Los países en desarrollo dependen de la cooperación internacional para cumplir con sus compromisos, incluyendo recursos financieros y transferencia de tecnología. La movilización de fondos adecuados, según el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, es crucial para prevenir violaciones de derechos humanos causadas por la pérdida de la biodiversidad.

Tenemos que tomar en cuenta que se tiene que poder lograr la protección del clima y de la biodiversidad de manera conjunta. Esto es importante ya que, entre más biodiverso es un ecosistema, mayor resistencia y resiliencia al cambio climático tendrá. Enfocarse solamente en acciones en contra del cambio climático no va a producir los efectos deseados, más bien puede tener efectos adversos en los ecosistemas, como la destrucción de hábitats por parte de las plantaciones de bioenergía a gran escala

Para lograr efectos sinérgicos en la protección del clima y la biodiversidad es esencial fijar de manera más vinculante la protección de ecosistemas y especies en las leyes y planes correspondientes. La protección de la naturaleza también promueve la protección del clima al detener las pérdidas en servicios ecosistémicos de regulación. Por ello es importante adoptar enfoques nuevos y holísticos para la protección del clima y de la biodiversidad, los cuales aseguren el bienestar humano a largo plazo.

La conexión entre la protección de la naturaleza y la defensa de los derechos humanos es innegable. Al abordar el cambio climático y adoptar medidas concretas para preservar nuestros ecosistemas se está trabajando de manera activa en favor de un mundo sostenible donde los derechos fundamentales de todas las personas son respetados y protegidos.La visión de vivir en armonía con la naturaleza antes de 2050 requiere una transformación radical en la relación de la sociedad moderna con ella. Esta nueva vía, basada en los derechos humanos, debe reconocer y proteger la diversidad de valores naturales y humanos, garantizando un entorno seguro y sostenible para todas las personas.

Daniela Solís Adolio es estudiante de biología marina de la Universidad Nacional (UNA) y también cursa estudios en la Universidad para la Paz. Este artículo forma parte del proyecto de divulgación científica, Nuevas Plumas, de Ojo al Clima.

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