A inicios de agosto se publicó el Estado de la Región 2016, un informe regional que sintetiza los principales indicadores sociales, políticos, económicos y ambientales del istmo.
Este cuarto informe da pie para comprender mejor la región en materia de violencia y exclusión social, por ejemplo, pero también permite entender mejor la posición centroamericana en aspectos claves de sostenibilidad y cambio climático.
El Estado de la Región 2016 confirma la tendencia de los últimos informes: Centroamérica tiene una deuda en materia ecológica, impulsada principalmente por la huella de carbono que produce su consumo de combustibles fósiles; seguimos talando nuestros bosques y estamos en una posición vulnerable ante los efectos negativos del cambio climático.
En su capítulo ambiental, el informe detalla estos y otros indicadores clave. Aquí elegimos destacar algunos de los gráficos que publica el reporte y que están relacionados directa o indirectamente con la mitigación y la adaptación al cambio climático.
1. ¿Somos sostenibles?
La primera pregunta que se viene a mente cuando hablamos de cambio climático con frecuencia es: ¿estamos preparados para el futuro? Una manera de cuantificar esto es la huella ecológica.
"La metodología de la huella ecológica compara el uso real por persona de los recursos naturales en un país (huella ecológica) con la capacidad que tiene el territorio para satisfacer ese uso (biocapacidad)", explica el Informe.

En Ojo al Clima publicamos que el pasado 8 de agosto llegamos al Día de Sobregiro Mundial, cuando los habitantes del planeta consumimos la "cuota" de los recursos que podíamos utilizar de manera sostenible durante el 2016. A partir de ahora estamos viviendo en deuda ecológica.
Algo similar le pasa a Centroamérica, según el Estado de la Región 2016. En el istmo, el consumo por persona supera en 18,2% los recursos disponibles según la capacidad productiva y el ritmo de regeneración natural del territorio. Solo Honduras y Nicaragua están por debajo de ese límite.
"El Salvador tiene el mayor déficit natural (diferencia entre la biocapacidad y la huella ecológica) de 1,2 hectáreas por persona, debido no solo a un consumo creciente, sino también a la poca disponibilidad de recursos naturales derivada de la pequeñez de su territorio y su alta densidad de población", explica el Informe.
2. ¿Qué estamos consumiendo?

Cuando nos ponemos a analizar por qué cada país tiene una huella ecológica alta, vemos que hay un peso desproporcionado en la absorción de carbono, que es otra manera de decir que estamos liberando muchos gases contaminantes a la atmósfera.
Como muestra el gráfico, el impacto en bosques es sostenido en toda la región y en Costa Rica y Panamá existe un problema serio con las emisiones. Además, Panamá tiene una huella ecológica importante en por su manejo de pesquerías.
3. Las emisiones
Centroamérica todavía es una región que depende de los combustibles fósiles para abastercerse de energía y para generar su electricidad.

Nuestras sociedades necesitan energía para poder desarrollarse y durante décadas hemos priorizado los combustibles fósiles (que son tres: petróleo, carbón y gas natural) sobre otras alternativas, como la electricidad generada con fuentes renovables.
Esto conlleva un problema. Cada vez que alguien quema un litro de petróleo, un kilogramo de carbón o un metro cúbico de gas natural, se libera un gas conocido como dióxido de carbono (CO2, en jerga química) y que es el principal causante del calentameinto global.
Como otras regiones del mundo, Centroamérica tiene un alto consumo de combustibles fósiles y ese consumo (y sus emisiones) va en aumento. Como pueden ver en el gráfico, el crecimiento de las emisiones del sector electricidad son menores que el gran conjunto de hidrocarburos. ¿Por qué? Por el transporte.
"Entre 2000 y 2013 la participación de los hidrocarburos (crudo y derivados) en la oferta energética se redujo de 56,6% a 50,9%, pero el consumo final se incrementó (solo el de los derivados, que se utilizan en transporte, consumo doméstico, industria y otros, sin incluir producción de electricidad) de 38,1% a 43,0%", dice el reporte.
Es decir: aunque usamos menos combustibles fósiles como fuente de energía (esa reducción de casi 6% en la matriz energética total), el peso de nuestro transporte sucio sigue impulsando el consumo.
4. ¿Cómo generamos electricidad?

La generación eléctrica ha mejorado en Centroamérica y el avance hacia una electricidad más limpia ha sido notorio, dice el Estado de la Región 2016, aunque todavía el gráfico superior muestra una dependencia clara de los combustibles fósiles.
Durante décadas, la región ha desaprovechado su enorme potencial eólico, solar, geotérmico e hidráulico, prefiriendo la generación eléctrica con carbón y petróleo.
"Hay un potencial teórico de hidroelectricidad y geotermia que sería suficiente para satisfacer las necesidades regionales de las próximas décadas, sin contar la energía eólica, la solar y la producida a partir de biomasa", señala el informe.
Si les parece baja la producción de electricidad con fuentes renovables en Costa Rica, comparado con los últimos dos años, es porque el 2013 (cuando se tomaron estos datos) fue un año muy seco para el país y el Instituto Costarricense de Electricidad debió encender las plantas térmicas con frecuencia.
5. Petrodólares... ¿o no?
El informe es algo optimista con la intensidad petrolera, una medición que tiene que ver con qué tan eficiente es un país para generar dinero (o riqueza) con cierta cantidad de recursos (en este caso, combustibles fósiles). Esto se mide contra el Producto Interno Bruto (PIB) del país.

Así, por ejemplo, un país que necesite 10 barriles de petróleo para generar $10 en su economía, tendrá una mayor intensidad petrolera (y por ende será menos eficiente en el uso de este recurso) que uno que necesite solo 5 barriles para generar los mismos $10.
"A partir de 2003 todos los países redujeron su intensidad petrolera, componente del IE en que se registró el mayor avance", señala el Estado de la Región 2016.
¿Por qué importa este dato? Porque muestra que la región cada vez necesita menos petróleo para generar riqueza, una buena noticia si queremos reducir el consumo de combustibles fósiles hasta llegarlo a cero durante el siglo XXI.
6. No solo electricidad y petróleo.
Es fácil olvidarlo si ustedes leen Ojo al Clima desde sus computadoras o celulares, pero 15% de los centroamericanos no tienen acceso a electricidad en sus hogares. Esto significa que más de 7 millones de habitantes (bastante más que la población de Costa Rica) debe recurrir a otras fuentes de energía para cocinar o estudiar.
En muchos casos, estas personas recurren a leña (que dentro del mundo de la energía, se clasifica dentro de una categoría llamada "biomasa"). El siguiente gráfico muestra el consumo total de leña en la región.

Esto es un problema con muchos frentes: afecta la salud de las personas que cocinan con esta fuente de energía, pues con frecuencia carecen de condiciones adecuadas para manejar el humo en sus casas; complica la frágil situación de los bosques centroamericanos y atrasa los procesos de captura de las emisiones de dióxido de carbono (menos árboles significa menos emisiones capturadas) y adaptación (pues estos bosques generan ciertos "servicios ecosistémicos" como producción de agua y reducción de la erosión.
"Entre las múltiples amenazas que dificultan la recuperación de la cobertura forestal y su sostenibilidad está el uso de la leña como principal fuente de energía en los hogares", apunta el informe.
Para lidiar con esto, es necesario un mayor acceso a la electricidad en la región y también proyectos de mejoramiento de los hornos domésticos de leña, para aquellas familias que deseen continuar de manera sostenible su uso.
7. Los daños.
El Estado de la Región 2016 identificó la cantidad de personas afectadas y casas destruidas por desastres meteorológicos entre 2000 y 2013. El gráfico inferior muestra esa información y da indicios de los riesgos que corren las familias centroamericanas.

Los 48 millones de centroamericanos viven en un ismo "atrapado" entre el océano Pacífico y el mar Caribe y recorrido en casi toda su extensión por una larga cadena montañosa y un árido Corredor Seco. Estas condiciones hacen a la región altamente vulnerable a fenómenos meteorológicos.
Casi la mitad de sus habitantes (23 millones o 48 por ciento) están bajo la línea de pobreza, según datos oficiales de países de la región.
"En ese contexto, la variabilidad y el cambio climáticos pueden aumentar el riesgo de desastres por eventos de carácter hidrometeorológico. A esto se suma la vulnerabilidad social de la región, que puede profundizar las condiciones para un incremento en frecuencia, intensidad, área de afectación y tipos de desastres", apunta el reporte.
El informe señala que los países necesitan atender la ubicación de sus zonas residenciales y la capacidad de su infraestructura de soportar estos embates.