Llano Bonito, León Cortés. “Hemos bajado nuestra producción de café por hectárea por maduración temprana del fruto y por las enfermedades”, dice Maritza Calderón, caficultora de las montañas del León Cortés.
Su historia se repite en todo el planeta. El informe "A Brewing Storm (Acercándose la Tormenta)” publicado el 29 de agosto por el australiano Climate Institute advirtió que los países que tradicionalmente dominan el cultivo del café tendrán problemas como la multiplicación de enfermedades y la pérdida del área cultivable.
Alertas como esta han activado en los últimos años un complejo engranaje en Costa Rica que involucra a expertos, entidades gubernamentales, cooperantes y productores organizados, con la misión de rescatar la producción cafetalera local con la mejor ciencia disponible.
Así, los productores integran nuevas variedades resistentes, mejores prácticas de fertilizantes y un buen equilibrio de sombra con árboles frutales o con buenas raíces para evitar la erosión del suelo.
En el pueblo de Llano Bonito de León Cortés, una fría zona montañosa donde las laderas están llenas de cafetales, Calderón y otros 13 productores reunidos en un taller de capacitación relataron los cambios en sus fincas.
“La roya ya no tiene una época específica, sino que se atrasa o se adelanta según el año o el clima”, explicó el productor Bienvenido Abarca, pero se mostró esperanzado con la capacitación.
Durante más de dos siglos, el café ha estado profundamente enraizado en la historia, la cultura y las tradiciones del país. El Teatro Nacional, por ejemplo, se construyó a finales de 1800 con un impuesto a las exportaciones de café.
Sin embargo, ante una cruda lucha de precios internacionales y una presión interna por tierras para la urbanización, el país pasó de 34.000 fincas cafeteras en 1984 a 26.000 en 2014, según datos del independienteEstado de la Nación 2015.
Unas 40.000 familias se dedican al café, según datos del Ministerio de Agricultura y Ganadería, y cosechan poco más de 85.000 hectáreas de arábiga, la especie del grano cultivada en el país. Representa el tercer producto agrícola más exportado y el octavo en general, aunque apenas significa dos por ciento del mercado global.
Las fincas que quedan se adaptaron, apostaron por la especialización y el café de Costa Rica buscó posicionarse como café de calidad. Los 673 productores de Llano Bonito, un tercio mujeres, se agruparon en la cooperativa Coopellanobonito y exportan a Estados Unidos.
Ahora, deben encontrar cómo navegar ante las alteraciones del clima y la elevación de la temperatura.
“A nivel internacional, Costa Rica es visto como un país líder en café. Entonces hay que buscar acá estas alternativas”, dijo a IPS el brasileño Elías de Melo, experto en este cultivo y en sistemas agroforestales del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie), con sede en el país.
Con una taza de café local en su mano (“El mejor de Costa Rica”, asegura), De Melo explicó que las zonas cafetaleras funcionan como corredores biológicos, para evitar la erosión y como sustento de miles de familias.
“El café es social y ambientalmente clave para Costa Rica y si desaparece sería terrible”, afirmó.
Una de las soluciones propuestas es el proyecto que trajo a De Melo a Llano Bonito. Junto con la local Fundación Café Forestal, la iniciativa está visitando seis comunidades cafetaleras en todo el país para entender sus problemas y proponer soluciones en conjunto.
“Queremos montar cuatro fincas piloto, aquí en su comunidad, que funcionen como aulas a cielo abierto”, explicó a los productores el coordinador de la Fundación, Carlos Jones.
En cada una de las seis zonas que trabajan quedarán cuatro de estas fincas modelo.
Este proyecto recibió 100.000 dólares del mundial Fondo de Adaptación, destinado a financiar proyectos para reducir los impactos del cambio climático en países del Sur en desarrollo. El mecanismo otorgó a Costa Rica 10 millones de dólares para 30 proyectos que implementará la no gubernamental Fundecooperación.
La caficultura es una de las áreas donde el país ha aprendido a liderar. En 2013 planteó una iniciativa voluntaria para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector cafetalero, llamado NAMA Café en la jerga climática internacional.
Ahora ese NAMA también está apostando por la adaptación climática, explicó el gerente del área de café del Ministerio de Agricultura y Ganadería, Luis Zamora.
“El café puede soportar condiciones adversas, pero hasta cierto punto”, dijo a IPS el gerente Zamora, uno de los impulsores del NAMA.
¿Cómo evitar el llegar al punto que menciona Zamora? Con medidas de adaptación, dice el experto, como plantar árboles dentro del cafetal para regular la temperatura mediante sistemas agroforestales, cosechar agua o utilizar nuevas variedades más resistentes, coinciden los especialistas.
Una práctica común en las fincas cafetaleras ha sido utilizar árboles frutales o plantas de plátanos, que dan sombra al cafetal y ofrecen un sinnúmero de ventajas para los productores.
“No se puede hablar de mitigación o adaptación al cambio climático sin llevar los árboles a los sistemas productivos”, explicó De Melo.
Los árboles generan un microclima que evita problemas por las altas temperaturas, impide la erosión de los suelos y mejora la filtración de agua. Incluso, una selección adecuada de esta cobertura diversifica la cosecha del productor, en lo que representa una medida de adaptación al cambio climático.
“Ahorita llegamos a la casa con bananos, con yuca, con ñampí, con jocotes. Todo eso da sombra”, explica Abarca.
Sin embargo, las soluciones para garantizar la caficultura en un clima más caliente tienen que llegar rápido, dice Zamora, porque “no hay mucho tiempo para pensarlo mucho” ante el avance del cambio climático.
Los cafetaleros vivieron un momento delicado en 2013, cuando las condiciones húmedas y altas temperaturas permitieron a la plaga de la roya extenderse por América Central.
Estos episodios obligan a los productores a renovar sus cafetales con nuevas variedades más resistentes a enfermedades, como los llamados híbridos H1, la variedad Costa Rica 95 o la brasileña obatá.
Las fincas necesitan apoyo financiero, advirtieron Zamora y De Melo, pues cambiar las plantas tiene un costo cercano a los 8.000 dólares por cada hectárea. La primera cosecha puede tardar en llegar hasta tres años.
Estas soluciones que urgen especialistas y productores deben nacer desde la base, aunque estén amparadas en la ciencia.
La prueba la aporta la economista Milagro Saborío, quien encuestó a 300 familias cafetaleras sobre cambio climático para un proyecto conjunto del Catie y de la organización Conservación Internacional.
Las dos zonas analizadas mostraron condiciones culturales diferentes que obligaban a pensar acciones específicas para ellas. “No es posible un solo modelo nacional”, sentenció Saborío a IPS.
Con ella coincide el representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura(FAO) en Costa Rica, Octavio Ramírez, quien comentó que el proyecto del Fondo de Adaptación debe considerar las particularidades locales si quisiera escalar a nivel nacional.
“Tienen que hacerse los trajes a la medida, pero hay cosas comunes”, dijo Ramírez a IPS.
La FAO está trabajando con productores de café en toda la región centroamericana, explicó el experto, especialmente para apoyarlos en la prevención y manejo de roya.
Esta nota fue publicada originalmente en IPS Noticias.