Setiembre de 2025 fue el tercer setiembre más cálido a nivel mundial, con una temperatura media del aire en superficie de 16,11 °C, eso es 0,66 °C por encima de la media para un mes de setiembre entre 1991 y 2020.
De hecho, y según el Servicio de Cambio Climático Copérnico (C3S), setiembre de 2025 estuvo 1,47 °C por encima de la media para el periodo 1850-1900, la cual es utilizada para definir el nivel preindustrial.
En cuanto a los océanos, la temperatura media global de la superficie del mar (SST) en setiembre de 2025 fue de 20,72 °C, siendo este el tercer valor más alto registrado para ese mes y tan solo 0,20 °C por debajo del récord de setiembre de 2023.
“La temperatura global en septiembre de 2025 fue la tercera más cálida jamás registrada, casi tan alta como en septiembre de 2024. Un año después, el contexto de la temperatura global sigue siendo prácticamente el mismo, con temperaturas persistentes elevadas en la superficie terrestre y marina que reflejan la influencia continua de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera”, dijo Samantha Burgess, responsable estratégica para el clima del C3S.
John Morales es meteorólogo estadounidense, miembro honorario de la Sociedad Meteorológica Americana, y especialista en huracanes. Para él, existe una conexión entre las temperaturas experimentadas en 2023-2024 y las actuales del 2025.
“Obviamente la frecuencia y la gravedad de las olas de calor marinas se está multiplicando y estamos viendo que estas olas de calor se esparcen por más partes del mundo, no solamente se ven en latitudes tropicales”, comentó Morales.
“Salimos de dos años, 2023 y 2024, en que vimos récords de temperatura oceánica a nivel global. Si nos centramos en la Cuenca del Atlántico, nada más, también encontramos este tipo de temperaturas y el Caribe, en particular, ha sufrido de olas de calor marinas terribles en años recientes”, agregó.
“Todo está siendo impulsado por el cambio climático. Gran parte del calor que ha quedado atrapado en el sistema planetario está siendo absorbido por los océanos. No es solamente que la temperatura de la superficie del mar está más caliente, sino que la profundidad hasta donde llega el agua más cálida es también mayor y eso también tiene sus repercusiones”, continuó.

Olas de calor
Mercator Ocean International ofrece previsiones de olas de calor marinas en el Atlántico Tropical, correspondiente al mar Caribe.
A partir de junio, y según estos boletines, se empezaron a desarrollar olas de calor marinas en el mar Caribe, en las categorías moderada a fuerte y a nivel local de grave a extrema, así como al norte de las Antillas, en las categorías moderada y fuerte.
Para mediados de junio, esta ola de calor marina presente en el mar Caribe desapareció, pero quedaron unas zonas dispersas en la categoría moderada al sur de Cuba. En el Golfo de México, la ola aumentó su intensidad aunque con una extensión estable.
Por su parte, la ola de calor al este de Florida (EE.UU.) se intensificó, pero su superficie total disminuyó. Esta ola, que se extendió desde la costa este de Florida hasta las aguas costeras de Europa, se fue intensificando durante el mes, con una mayor superficie clasificada como fuerte.
Al llegar a julio, la ola en el Golfo de México y el sur de Cuba fue reduciendo su extensión, pero su intensidad siguió siendo de fuerte a grave, y localmente de grave a extrema.
A inicios de agosto, la ola de calor en el Golfo de México, alrededor de Cuba y Florida, aumentó en intensidad. A mediados de mes, la ola en el Golfo de México y al sur de Cuba disminuyó su intensidad pero seguía siendo extensa. En cambio, la ola de calor al este de Florida fue disminuyendo en extensión, pero aumentando su intensidad.
Ya para finales de agosto, la ola de calor al sur de Cuba fue reduciendo su tamaño, mientras que la del Golfo de México se fue intensificando. En el centro de la cuenca del Atlántico Tropical, la ola de calor fue disminuyendo en intensidad hasta ser moderada en su mayor parte.
En setiembre, lo que se vio es que la ola de calor alrededor de Cuba y el Golfo de México aumentó, encontrándose principalmente en la categoría de fuerte a grave; mientras que en el centro de la cuenca del Atlántico Tropical disminuyó en intensidad (categoría moderada).
“Sabemos que el mar está muy caliente en lugares donde pudieran estar pasando ciclones tropicales, absorbiendo ese calor, no solamente en la superficie del mar sino en la profundidad donde hay aguas más cálidas”, dijo Morales.
Los huracanes se nutren de aguas cálidas: mientras más caliente está el agua, más fácilmente se evapora. “Ese vapor de agua es transportado hacia el núcleo de una tormenta tropical. Al ascender, se vuelve a condensar, tornándose en agua en estado líquido. Y ese proceso de condensación libera una cantidad masiva de energía a una tormenta tropical y así es como se intensifican”, explicó el meteorólogo.
En el pasado, cuando un ciclón se desplazaba lentamente tendía a perder intensidad porque, al revolverse el agua, se tenía más presencia de agua fría. No obstante, debido a que el calor está llegando cada vez a mayor profundidad, el ciclón –aunque se mueva lento- tiene más disponibilidad de agua cálida para continuar nutriéndose y fortaleciéndose.
“En el pasado, eso no hubiese ocurrido. Quedarse en un solo lugar le haría daño al huracán, porque habría agua demasiado fresca y no podría intensificarse”, mencionó Morales.

Huracanes
Las emisiones de carbono, generadas por las actividades humanas, retienen el calor en la atmósfera. Los océanos han absorbido alrededor del 93% de ese exceso de calor desde 1970, esto se debe a su gran profundidad y superficie, y a la mayor capacidad del agua marina para retener el calor en comparación con el aire.
Cada décima de grado de calentamiento oceánico aumenta el riesgo de tormentas más fuertes y también el riesgo de aumento del nivel del mar.
Los océanos más cálidos proporcionan más combustible a los ciclones tropicales, lo que provoca vientos más fuertes y mayores daños potenciales. Según Climate Central, los daños potenciales relacionados con el viento se multiplican aproximadamente por cuatro con cada aumento de categoría de la tormenta (de 1 a 5), pero incluso pequeños aumentos en la velocidad del viento, sin que se produzca un cambio de categoría, pueden aumentar drásticamente el poder destructivo de una tormenta.
Al mismo tiempo, el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático puede amplificar el potencial de marejadas ciclónicas cuando se producen tormentas, lo que pone en especial riesgo a los residentes de las zonas costeras.
Asimismo, el calentamiento del aire y los océanos está provocando lluvias más intensas en los ciclones tropicales. Estas mayores tasas de precipitación aumentan el riesgo de inundaciones.
La temporada de huracanes en la Cuenca del Atlántico se extiende desde el 1 de junio al 30 de noviembre. El huracán Erin, el primero de la presente temporada, es ejemplo de lo mencionado anteriormente.
Erin alcanzó la categoría 5 con vientos máximos de 257,49 kmh (160 mph) el 16 de agosto tras experimentar una intensificación extremadamente rápida, con un aumento de aproximadamente 136,79 kmh (85 mph) en poco más de 24 horas.
Según Climate Central, este rápido fortalecimiento se produjo cuando la tormenta pasó sobre aguas oceánicas excepcionalmente cálidas, con una temperatura media 1,1 °C más alta, y hasta 100 veces más probable debido al cambio climático.
Estas temperaturas oceánicas inusualmente cálidas, junto con el calentamiento del clima tropical, reforzaron la velocidad máxima del viento de Erin en unos 14 km/h, lo que la convirtió en una tormenta de categoría 5 y aumentó sus daños potenciales hasta en un 50%. Si no fuera por el cambio climático, Erin habría sido una tormenta de categoría 4 en su punto álgido.
En los últimos 10 años, se han reportado 11 huracanes de categoría 5.
“No ha habido ningún otro periodo de 10 años en el registro histórico que muestre un mayor número de ciclones de categoría 5. Esto no se ha visto anteriormente y son esas temperaturas del mar lo que los está nutriendo”, señaló Morales.
El rango de meses que presentan condiciones propicias para el desarrollo de ciclones también se está ampliando, lo mismo que las geografías. “Estamos viendo que las tormentas se pueden formar en latitudes medias, lugares a unos 30 grados norte, donde las aguas están por encima de los 26-27 °C”, explicó Morales.

Otros impactos: ralentización de corrientes
Las altas temperaturas marinas no solo están influyendo en los huracanes, también en lo que respecta a las corrientes.
Existe una corriente que emana de la zona del Golfo de México, se cuela entre Florida y Bahamas para dirigirse hacia el norte, hasta llegar a aguas del Atlántico Norte. Se le conoce como Circulación meridional de retorno del Atlántico (AMOC, por sus siglas en inglés).
“La AMOC es una gran corriente que va tanto a nivel de superficie como a profundidades, abarca todo el Atlántico y se extiende hacia el hemisferio sur”, explicó Morales. “Esa corriente ya no va a la misma velocidad que iba antes, va más lento”, agregó.
¿Qué está pasando? El derretimiento de la capa de hielo en Groenlandia está sumando agua fresca que se está acumulando al sureste de la isla, justo en el Atlántico Norte. Esa agua fresca pesa menos que el agua salada.
“Cuando las aguas que venían desde el Golfo de México llegaban al Atlántico Norte se hundían, pero lo que estamos viendo es que ya no se hunden tan rápido porque hay demasiada agua fresca”, comentó Morales.
La AMOC lleva las aguas tropicales hacia el Atlántico Norte y el ciclo se completa cuando devuelve el agua fría a los trópicos. Si se ralentiza, se estaría llevando menos calor al norte de Europa y esto podría afectar la producción agrícola al causar sequías y variaciones naturales del clima.
Para los países en la franja del trópico, la ralentización de la AMOC puede cambiar la posición de la Zona de Convergencia Intertropical (ZCI) que es el cinturón de lluvia responsable de las ondas y tormentas que afectan a los países tropicales de América Latina y también influye en las fases fría (La Niña) y cálida (El Niño) de El Niño-Oscilación del Sur (ENOS).