Al sur de Costa Rica, a más de 200 kilómetros de la capital, en la cuenca del río Cotón en Coto Brus, un interesante proyecto se ha venido desarrollando desde 2017. El mismo apuesta por la generación de conocimiento local para así construir un programa educativo.
Específicamente, lo que se trabajó fueron inventarios de biodiversidad con las comunidades. ¿Qué es un inventario de biodiversidad? Es una manera de definir el número de especies presentes en una localidad.
La cuenca del río Cotón es sumamente importante para las comunidades de la zona, ya que de esta toman el agua. Es decir, estas comunidades dependen completamente de este río para su abastecimiento.
Según el primer informe del ciclo AR6 del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), Centroamérica se proyecta más cálida y seca. Esto provocará alteraciones en la cantidad, distribución y calidad del recurso hídrico.
De hecho, las comunidades de Coto Brus identificaron el cambio climático como una amenaza. “Las acciones a nivel local son más de mitigar consecuencias, relacionado con que, al cuidar los bosques aledaños al río, amortigua los cambios inusuales de precipitación”, comentó Diego Gómez, asesor especialista en Conservación de Vida Silvestre de base comunitaria.
Por esta razón, el empoderamiento de las comunidades respecto de su territorio es esencial para lograr procesos de gobernanza que gestionen de manera integral recursos como el agua y la biodiversidad.
La organización Proyecto de Conservación de Aguas y Tierras (ProCAT), hace más de cinco años, comenzó a trabajar en la cuenca del río Cotón con especies que están en peligro de extinción. Se trata de una manera de hacer el proceso lo más participativo posible, incluyeron a las comunidades en los talleres.
Se descubrió que, históricamente, en la cuenca de este río hay 35 especies de vertebrados en vías de extinción. Según Gómez, quien asesoró a la ASADA Gutiérrez Brawn y a ProCAT Costa Rica, esta es una cifra bastante alta. “Para la conservación de vertebrados, esta cuenca es fundamental”, aseguró.
Investigación y educación
A partir de 2020 se inició con el proceso de investigación participativa, también llamado ciencia ciudadana. Durante este, las personas de Coto Brus obtuvieron cerca de 500 registros de especies en vía de extinción. Históricamente se habían reportado 35 especies, mientras que en este programa se visualizaron 20 especies que actualmente sobreviven. De las especies amenazadas se encontraron seis anfibios, tres reptiles, cuatro aves y siete mamíferos.
Para el registro de fauna se utilizó una aplicación llamada Open Data Kit (ODK), a la cual las personas podían enviar los datos, y así visualizar en tiempo real la información que iban recopilando.
De igual manera, algunas personas registraron sus observaciones vía Whatsapp. “Así logramos obtener 488 registros de especies en vías de extinción. Obtuvimos aproximadamente 20 de las especies amenazadas, encontramos un importante porcentaje de las especies en vía de extinción, fue un montón. Esto demostró que existen todavía en la cuenca y resalta la importancia de conservarlas”, dijo Gómez.
Este conocimiento dio origen a un programa educativo que ha impactado en gran medida a los niños y niñas de la comunidad, llamado “Guardianes del Agua: fauna y flora amenazada del río Cotón”.
Para ejecutarlo, se entrenaron a tres educadoras ambientales junto a una de las investigadoras locales. “Guardianes del Agua” tuvo un gran alcance en la comunidad, ya que se impartió en 21 escuelas y, en diciembre del 2021, se graduaron 320 estudiantes.
Como parte del programa, los niños recibieron la “Caja Cotona”, que constó de materiales educativos como una enciclopedia de especies amenazadas inspirada en el conocimiento generado por el proceso de ciencia ciudadana.
Para Gómez, se logró que la generación de conocimiento local se tradujera a programas educativos y esto permitió involucrar a la mayor cantidad de personas posible.
Precisamente, la ciencia ciudadana tiene como principio que el acceso al conocimiento sea un derecho humano y que este no sea creado solamente por universidades o personas capitalinas. “Es un derecho humano que las personas participen en la generación de conocimiento. La gente, en el campo, genera conocimiento, pero está invisibilizado”, dijo el asesor.
Y ese conocimiento se comparte mediante la educación. “Ambos aspectos deben estar conectados porque es un incentivo para las personas que están haciendo investigación local. Es muy diferente decirles ‘solo tomen datos’, a demostrarles que el conocimiento generado le está quedando a los niños de la comunidad, así se sienten más empoderados en el proceso”.
Empoderamiento
En este proyecto, la participación ciudadana jugó un papel fundamental, por lo que contar con una comunidad empoderada permitió obtener buenos resultados. “Nos gusta que las comunidades se empoderen de los procesos y sean quien los desarrolle”, destacó Gómez.
Para el asesor, cuando se habla de conservación de vida silvestre o ambiente, es vital involucrar a las comunidades. “Si no se hace con las comunidades locales o si no están empoderadas en el proceso van a ser solamente proyectos, van a durar lo que dura un proyecto. Estamos acostumbrados a que lleguen financiadores o investigadores a las comunidades, quienes después de un tiempo de trabajo se van y el proceso queda cortado”.
Gómez comentó que el empoderamiento comunitario hace que los proyectos sean sostenibles en el tiempo y que las personas quieran seguir involucrándose a futuro con los temas desarrollados. “Actualmente, estamos trabajando en el tema de emprendimientos a partir de ese conocimiento generado, así las personas pueden tener ese incentivo”, dijo.
También es fundamental conocer para conservar, sobre todo, especies en vías de extinción, y este tipo de proyectos aportan a su conservación. “Por su vulnerabilidad a la extinción, es una necesidad que no se pierda todo un linaje de una especie completa del planeta. Pueden ser especies que están acá hace miles de millones de años, debemos protegerlas para que no desaparezcan de repente”, destacó Gómez.
De igual manera, el asesor resaltó la función que cumplen todas las especies en los ecosistemas, por lo que en el proyecto intentaron destacar el papel que tienen las 35 especies en el agua. Cada especie es un eslabón del ecosistema y si desaparece, se puede desequilibrar toda una red trófica o un proceso específico en el bosque, que —a su vez— puede estar relacionado con la dinámica del agua.
Esto es particularmente relevante en un contexto de cambio climático, ya que un ecosistema equilibrado y sano es más resiliente a los cambios provocados por el incremento de la temperatura global. Esa resiliencia permitirá a los ecosistemas seguir brindando los servicios ambientales y, gracias a ellos, las comunidades también pueden adaptarse y así sumar resiliencia.
La experiencia
María Rosa Valverde, una de las educadoras ambientales, tuvo a cargo impartir clases en escuelas de las comunidades cercanas al río Cotón y que les brindaba agua la ASADA Gutiérrez Brawn. Para ella, el proceso fue muy enriquecedor, ya que permitió crear conciencia de la fauna que hay en el lugar. “Aquí se trata de crear conciencia en los niños y enseñarles la importancia que tiene la fauna que está cercana a los bosques del río Cotón y que se encuentra en peligro de extinción”, comentó.
Valverde destacó también que, con el proyecto, los niños y niñas conocieron de donde provenía el agua que toman todos los días en sus casas. Incluso se logró que los padres y madres de familia se involucraran en el proceso.
“Hubo una respuesta muy positiva, se evidenció mucho el apoyo que dio la comunidad a este tipo de proyectos, lo cual demuestra que están preocupados por el medio ambiente. Sé que fue un proceso bastante largo para que se llegaran a obtener los materiales con los que nosotras trabajamos en las escuelas. Fue una experiencia muy bonita y a los niños les quedó una gran enseñanza”, añadió Valverde.
Por otra parte, Estefany González, quien aportó con el registro de las especies mediante el uso de ODK y fotografías, comentó que gracias al proyecto ha podido aprender mucho. “Este tipo de proyectos son de suma importancia, ya que, gracias al desarrollo de estos, las distintas comunidades pueden conocer las especies”, dijo.
Continuidad a futuro
Por medio de un formulario, las personas participantes calificaron el proceso y lo consideraron como “muy importante para la comunidad”, porque lo consideran sostenible en el tiempo y quieren que continúe a futuro.
Gómez percibió que la comunidad “quiere hacer cosas” y comentó que es momento de ceder el poder para que ellos se encarguen del proceso. “Yo pienso que el proyecto tuvo un impacto bastante fuerte y lo bonito es que puede continuar y va a continuar”, dijo.
“Personas de la comunidad quieren estudiar carreras relacionadas con tema de la biodiversidad, y niños y niñas han empezado a enviar fotos de los animales, por lo que se pueden reclutar para el proceso de ciencia ciudadana”, continuó.
Gracias a este proyecto, hoy la comunidad de Coto Brus conoce su biodiversidad. Los niños y niñas saben cómo proteger sus especies y esto no se va a quedar solo ahí. Gómez comentó que ya se cuenta con la experiencia para replicarlo en otras zonas del país, incluso de la región.
“Ya tenemos la experiencia para ejecutarlo en menos tiempo, adaptarlo a las características locales para hacerlo más efectivo y eficiente”, añadió.