Dos corredores biológicos del país están perfilándose para servir como “refugios climáticos”, lugares donde especies de plantas y animales puedan encontrar alivio cuando el cambio climático altere sus ecosistemas.
Estas son las primeras dos áreas que conectan zonas bajas y costeras con regiones altas y montañosas, de manera que las especies de plantas y animales tengan espacio para “moverse” de forma segura si sus condiciones climáticas cambian.
Uno de los corredores, llamado Parismina, conecta los humedales que bordean el Parque Nacional Tortuguero con las laderas montañosas al norte del Braulio Carrillo. El otro, conocido como Amistosa, conecta las montañas de Talamanca con el Parque Nacional Piedras Blancas y las tierras al norte del golfo Dulce.
Pero más que la conectividad, estos corredores biológicos buscan proteger los oasis donde las condiciones actuales se van a conservar mejor.
“Son corredores nuevos que se crean y dentro del análisis de la importancia de los sitios se consideraron los refugios climáticos”, explicó Jairo Sancho, coordinador del Programa Nacional de Corredores Biológicos, del Sistema Nacional de Áreas Protegidas (Sinac).
Si bien las especies de fauna tienen una mayor capacidad para desplazarse, los árboles y los ecosistemas no tienen esa capacidad”. Jairo Sancho, Coordinador del programa nacional de corredores biológicos del Sinac
Durante milenios, las especies de los ecosistemas de Costa Rica aprendieron a adaptarse a ciertas condiciones específicas. En el bosque seco de Guanacaste, por ejemplo, se da una combinación determinada de temperatura y lluvia; esta es diferente a la que existe en las llanuras de Térraba o en las montañas de Talamanca.
El cambio climático altera sobre estas condiciones. Si antes llovía en temporadas más fijas, ahora es complicado predecir las lluvias. Las temperaturas están aumentando y estos cambios en condiciones generan una nueva situación “normal”. Entonces, ¿qué pasa cuando una especie de arbusto o de pájaro no puede adaptarse al nuevo clima? Muere o migra.
Los refugios climáticos son lugares donde el cambio será menos brusco que en otras regiones. Las especies que no logren moverse tendrán más tiempo en estos sitios para adaptarse.
Estos esfuerzos forman parte de la Estrategia Nacional de Biodiversidad 2016 - 2025, que contempla como una de sus metas tener seis de estos refugios climáticos al final de período. Las zonas para hacerlos emergen de un estudio realizado en 2014 por el Centro Agrícola Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie).
“La grandísima ventaja que tiene esto es que ya contamos con los sitios identificados, y venimos trabajando en fortalecer los corredores biológicos”, dijo la viceministra de Ambiente, Pamela Castillo.
La Viceministra explicó que ya están desarrollando los estudios para determinar cómo harán los siguientes corredores.

¿Qué son los refugios?
El cambio climático no impactará de la misma manera a todas las zonas de país. Habrá algunas donde el ritmo de cambio en las variables climáticas, como la temperatura y las lluvias, será menor y permitirá más tiempo para adaptarse.
Los refugios climáticos son lugares donde hay un menor cambio relativo con respecto a otras regiones parecidas. Esto puede ocurrir por condiciones de la zona, como estar a la “sombra” de cadenas montañosas, tener refugios hidrológicos donde el agua se conserve mejor o tener ríos con temperaturas bajas que provienen de zonas altas.
Es decir, mientras el cambio climático pondrá mucha presión en la mayoría de país, habrá ciertas zonas que tendrán una relativa calma.
Para hacer eso es necesario conocer bien cuáles especies y ecosistemas están presentes en cada área y luego hacer modelos en computadoras que “simulen” el clima del futuro.
“Tomamos escenarios, desde los más optimistas hasta los más pesimistas y comenzamos a ver cuáles eran los sitios donde se presentaban los menores cambios en el clima”, explicó Sancho.
Con ello se dieron cuenta de que ciertas zonas tendrán un mejor panorama que otras. Zonas como Liberia tenían un mal desempeño en casi todos los modelos, por los que no eran zonas prioritarias ante el cambio climático.
“Pero sí encontramos otros sitios, principalmente en gradientes altitudinales, donde vimos que en todos los escenarios presentaban una menor variación del clima. Esos son los refugios climáticos”, apuntó Sancho.
Las zonas a las que se refiere Sancho son los corredores biológicos prioritarios donde se identificaron hasta 15 rutas climáticas.
Estos refugios climáticos necesitan “caminos” para que las especies puedan llegar. De poco sirve, por ejemplo, que las laderas de la vertiente Caribe de Braulio Carrillo puedan servir de refugio si no hay cómo llegar hasta ellas. Por eso hacen falta los corredores.
“La conectividad entre ecosistemas es un factor determinante para el resguardo de estos refugios, contexto en el cual las áreas protegidas y los corredores biológicos juegan un rol fundamental”, versa en la Política Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2018 - 2030, un documento que detalla las acciones del país para hacerle frente a impactos climáticos.
En otras partes del mundo, como las que están más cerca de los polos, las especies se pueden mover hacia el norte o hacia el sur, porque la diferencia de temperatura es mayor. Eso ya pasa en los mares, por ejemplo, en donde las especies tropicales están lentamente moviéndose hacia zonas tropicales. Pero en zonas tropicales pasa otro fenómeno.
“La temperatura a nivel del mar cambia muy poco entre Florida y el Ecuador. Entonces, ¿A dónde pueden ir las especies? Van cuesta arriba”, señaló Bryan Finegan, ecólogo del Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (Catie).
Eso plantea además otro reto, según dijo el experto: no sabemos cuáles especies llenarán el vacío a nivel del mar.
Los límites de migrar
El concepto de los refugios climáticos parte de un concepto: que las especies adecuadas a una zona específica podrán (o querrán) moverse a otra zona.
Aquellas que necesiten más tiempo para migrar van a requerir que sus ecosistemas actuales puedan mantener sus condiciones por más tiempo, mientras ellos desarrollan nuevas maneras de adaptarse.
“Si bien las especies de fauna tienen una mayor capacidad para desplazarse, los árboles y los ecosistemas no tienen esa capacidad”, apuntó Sancho, del Sinac.
Por ello es fundamental saber qué pasará con las plantas, porque están más cerca de la base de la cadena alimenticia. Los pequeños insectos comen hojas, luego otros animales se los comen a ellos y los mamíferos o aves más grandes terminan el ciclo.
“¿Cuáles mecanismos de dispersión de semillas hay? ¿Cuál es la tasa de crecimiento? ¿Cuál es la distancia de dispersión de semillas? Esto es importante para saber si las especies de plantas van a moverse”, explicó Finegan.
En un país tan diverso como Costa RIca y con tantos ecosistemas tan especializados, esas respuestas son complicadas, y puede que no gusten.
En particular, un punto delicado es saber si las especies podrán moverse a tiempo. Por ejemplo, si una montaña se calienta a una velocidad determinada, las especies que logren desplazarse al menos a ese ritmo o más rápido podrán sobrevivir. Aquellas que no, tendrán problemas.
Las tasas de migración de especies de plantas en relación con el cambio observado y esperado del clima no son lo suficientemente rápidas, acotó Finnegan, quien confesó que eso lo alarma. Ahora hace falta saber qué pasa con las especies ticas.
“Lo que sigue es que, habiendo corredores, tenemos que entender con qué velocidad migran las especies. Esa es una gran incógnita y tenemos que considerar el escenario de que la velocidad no sea suficiente”.
La velocidad real
Este ritmo ya es parte de las consideraciones que analizaron los especialistas del Catie para identificar los lugares donde hay refugios.
“A través de estas velocidades del clima buscamos sitios donde las velocidades eran más lentas”, explicó Emily Fung, una de las científicas del Catie que participó en la investigación.
Su equipo aplicó un escenario climático relativamente optimista, conocido como RCP 4.5, que supone que el planeta logrará contener el aumento de la temperatura global a cerca de dos grados centígrados.
Sin embargo, no lograron considerar todas las especies de flora y de fauna. Por ahora, hace falta más observación, dijo la experta. “Nosotros hicimos toda la parte teórica, pero se requieren muchísimos más estudios y hacer monitoreo”, señaló.
Esto porque una cosa son los valores que señale el estudio y otra diferente serán las condiciones reales del cambio. Sin embargo, el Minae explicó que a la fecha no tienen programas de monitoreo en los refugios climáticos.
“Sí se ha identificado la necesidad de hacerlo, tanto por cambio climático como por impactos en biodiversidad, pero en este momento no tenemos un programa de monitoreo”, dijo Sancho.