Lo que Costa Rica ha hecho hasta ahora para revertir la pérdida de cobertura forestal es digno de reconocer y, en un mundo donde urgen estas acciones, es una obra monumental. Sin embargo, es hora de que el país empiece a valorar la distribución de su biodiversidad con una visión de ecosistemas de manera oficial mucho más amplia que solo ver cobertura forestal.
Algunos autores han remarcado el hecho de que la mayoría de esa cobertura forestal corresponde a bosques secundarios donde aún queda mucho por hacer para evaluar su calidad ecológica.
Otros han advertido sobre el estado de algunas especies forestales consideradas amenazadas y en peligro de extinción. Aunque protegidas desde 1997, el reciente Inventario Nacional Forestal advierte que de las 18 especies de árboles consideradas en peligro de extinción y vedadas, 11 no fueron encontradas. Esto en alguna medida advierte su crítico estado, pudiendo pensarse incluso en que algunas podrían estar casi extintas en Costa Rica. Otros también han advertido que el país nunca tuvo menos del 40% de bosques como tradicionalmente se ha manejado en círculos políticos oficiales.
Por otra parte, en 2007 el Sistema Nacional de Áreas de Conservación hizo el análisis de vacíos de conservación utilizando el sistema de clasificación de unidades fitogeográficas, este sistema de clasificación establece que en el país hay 33 unidades fitogeográficas lo que significa que encontramos 33 formas diferentes de composición de la vegetación reflejando así la diversidad de ecosistemas con que cuenta el país a nivel terrestre y que contiene más detalle que cuando simplemente hablamos de bosque y no bosque. El informe publicó lo siguiente:
“Hay 7 Unidades Fitogeográficas (07b, 9a, 11a, 12a, 13a, 15a, 16a) que no cuentan con parches > 1000 ha del todo (0 % de cumplimiento de la meta de representatividad ecosistémico establecida), ni dentro ni fuera del Sistema de ASP con protección permanente. Estas UF se consideran extintas en Costa Rica. Es necesario realizar esfuerzos muy dirigidos hacia la restauración y recuperación de estas UF usando los fragmentos <1000 ha que aún quedan dispersos en el país. Únicamente de las UF 09a y 11a se encuentran parches > 500 ha. De las otras 5, aunque existe cobertura remanente los fragmentos son aún menores”.
A lo anterior debemos agregarle que en el V Informe que presenta a la Convención de Biodiversidad en 2014 el país menciona que los ecosistemas de palmas, páramos, aguas subterráneas, ríos y riachuelos, lagos, lagunas y lagunetas así como los manglares mantienen una tendencia a la disminución.
Es claro que el país ya ha tenido la experiencia de poder revertir la cobertura forestal, si bien sabemos no puede ser atribuido a un Gobierno en específico o a una política específica sino al resultado de la combinación de una serie de causas donde ha estado involucrado cambios en los mercados, una legislación más rigurosa, incentivos económicos y una voluntad de invertir para monitorear al menos su extensión.
Por otra parte la experiencia de más tres décadas de restauración de los ecosistemas de bosques seco en el Área de Conservación Guanacaste refleja que el país tiene todos los elementos necesarios –ciencia, experiencia y recurso humano de alto nivel– para emprender una cruzada de promover una política más integral de recuperación o restauración de ecosistemas en el país.
Esto último –a excepción de la mencionada recuperación en el Área de Conservación Guanacaste– es un compromiso del país asumido desde hace rato ante la el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB) y que está pendiente como programa oficial. Ahí se establece que cada una de las partes deberá, tanto como sea posible y apropiado, “rehabilitar y restaurar los ecosistemas degradados y promover la recuperación de las especies amenazadas, más que nada a través del desarrollo y la implementación de planes u otras estrategias de manejo” en cumplimiento a la vez de las Metas 14 y 15 de Aichi.
En síntesis al país le urge cambiar o ampliar su leguaje de cobertura forestal por cobertura de ecosistemas y hacerlo de manera oficial. Con ello podrá guiar las políticas de desarrollo y así lograr el mantenimiento y recuperación de su enorme biodiversidad.
El autor es biólogo e investigador del CATIE