En 2024, los países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) dieron un paso significativo al aprobar una resolución que vincula la salud con el cambio climático.
Dicha resolución pide a los países que amplíen los esfuerzos existentes para combatir el cambio climático, lo que incluye priorizar las consideraciones sanitarias en la política climática, reducir las emisiones de carbono en los sistemas sanitarios e integrar las medidas de contaminación del aire en las estrategias tanto de salud como de clima.
Asimismo, la resolución solicita a la OMS que elabore un Plan de Acción Mundial sobre Cambio Climático y Salud que sirva de guía para así “traducir” los objetivos de la resolución en acciones concretas que puedan ser implementadas por los países.
En este sentido, y durante el último año, la OMS consultó a representantes de gobierno, académicos, grupos comunitarios y sociedad civil. Esa consulta resultó en un borrador del plan, el cual fue conocido en la 78 Asamblea Mundial de la Salud.
Si bien el borrador hace un llamado a los países para que integren la salud en sus Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés) y sumen el clima en las estrategias, políticas y planes nacionales de salud, lo cierto es que no menciona el impacto de los combustibles fósiles en la salud humana y su influencia en el cambio climático.
“La salud es el argumento más convincente a favor de una transición rápida y justa para abandonar los combustibles fósiles, pero su ausencia en importantes documentos estratégicos mundiales --como el Plan de Acción Mundial sobre Cambio Climático y Salud-- desaprovecha una oportunidad clave para poner de relieve estas conexiones”, declaró Rosie Tasker, enlace para el Aire Limpio de la Alianza Mundial por el Clima y la Salud (GCHA, por sus siglas en inglés).
“Además, si no se toman medidas para mitigar el cambio climático mediante la reducción del uso de combustibles fósiles, los efectos de este sobre la salud pronto superarán la capacidad de respuesta de los sistemas sanitarios”, agregó.
¿Por qué reducir los combustibles fósiles?
La industria de los combustibles fósiles es la que más contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y, por ende, al cambio climático. De hecho, la quema de carbón, petróleo y gas es responsable de más del 75% de las emisiones globales de GEI.
Asimismo, el proceso de extracción, procesamiento y distribución de combustibles fósiles daña la salud de las personas en todas las etapas de la producción. Según GCHA, el impacto yace en la exposición durante la extracción de carbón y el bombeo de gas, el transporte de petróleo a través de oleoductos, barcos y trenes, el procesamiento de combustibles fósiles en refinerías y su quema para generar electricidad y combustible para vehículos que a su vez contaminan el aire, el suelo y el agua.
“Actualmente el 99% de la población mundial respira aire insalubre, con cinco millones de personas al año muriendo prematuramente debido a la contaminación del aire producida por el uso de combustibles fósiles”, destacó Jeni Miller, médica y directora ejecutiva de GCHA, en un comunicado.
El proceso de quema de carbón, petróleo y gas genera partículas finas (PM2,5), uno de los contaminantes más peligrosos porque penetran en los pulmones y el torrente sanguíneo, provocando enfermedades respiratorias, cardiovasculares e incluso digestivas.
Según el informe Lancet Countdown Latinoamérica 2023, unas 123,5 muertes prematuras por millón de personas son atribuibles a PM2,5 en la región, lo que representa un aumento del 3,9% con respecto a 2005 (118,9 muertes prematuras por millón de personas).
Por eso se dice que la contaminación del aire es responsable de 8,7 millones de muertes prematuras al año, lo cual la convierte en el segundo factor de riesgo de mortalidad a nivel mundial, superando incluso al tabaco y la mala alimentación.
Está relacionada a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, trastornos respiratorios como asma y trastorno pulmonar obstructivo crónico (EPOC) y varios tipos de cáncer, incluso se le ha llegado a vincular con la depresión.
“A nivel internacional, mueren más de 700.000 niños menores de cinco años cada año debido a la contaminación del aire. Los niños y niñas son particularmente vulnerables al aire sucio y al cambio climático, tanto en el útero como a medida que sus jóvenes pulmones, cerebros y cuerpos crecen. Para aquellos que sobreviven, la exposición prematura e infantil a la contaminación del aire proyecta una vida de peor salud”, dijo Miller.
“Esto es sencillamente inaceptable, todo niño merece crecer respirando aire limpio. Los gobiernos saben lo que tienen que hacer para mejorar la calidad del aire, y las soluciones de transporte y energía limpia ya están disponibles para que esto sea una realidad”, continuó.
Miller se refiere a que, para mejorar la calidad del aire, basta con reducir la quema de combustibles fósiles y los resultados de hacerlo se perciben incluso en el corto plazo.
“Cuando la provincia canadiense de Ontario comenzó a eliminar gradualmente la energía a base de carbón e implementó otras políticas de aire limpio, vio un reducción del 23% en muertes prematuras y reducción del 41% en hospitalizaciones. Pittsburgh, en EE.UU., experimentó una caída inmediata de 42% menos visitas a urgencias cardiovasculares, por la reducción de la contaminación del aire tras el cierre de una planta de carbón”, comentó.
“Ciudades que han suspendido temporalmente los viajes en coche, como París, redujeron la contaminación del aire en un 40%. Se trata de que los gobiernos prioricen, paso a paso, los cambios necesarios para lograrlo”, agregó.
Eso sí, la directora de GCHA fue clara al decir que no es suficiente con eliminar gradualmente el carbón mientras continúa la expansión del uso de petróleo y gas.
“El metano, el componente principal del gas natural, es un potente gas de efecto invernadero con más de 80 veces el poder de calentamiento del dióxido de carbono durante un período de 20 años. El metano es también un precursor del ozono a nivel del suelo, un contaminante atmosférico nocivo; y las fugas y emisiones de metano, a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la extracción hasta el uso del gas en el hogar, van acompañadas de co-contaminantes altamente tóxicos, incluidos carcinógenos, como el benceno”, explicó.
Con cada millón de megatoneladas de metano que se reduzcan, se están previniendo unas 1.430 muertes prematuras: 740 derivadas por enfermedad respiratoria y 690 por enfermedad cardiovascular. Asimismo, se podrían evitar unas 4.000 visitas hospitalarias relacionadas con el asma, según datos contenidos en un informe de la Coalición Clima y Aire.
El metano es responsable de cerca del 30% del calentamiento desde la época preindustrial. Esas emisiones provienen de tres actividades: 35% de combustibles fósiles, 20% de residuos y 40% de agricultura. Es decir, más de la mitad de las emisiones globales de metano se derivan de las actividades humanas.
Un par más
Aparte del borrador del Plan de Acción Mundial sobre Cambio Climático y Salud, la Asamblea Mundial de la Salud dio a conocer una propuesta de hoja de ruta sobre las repercusiones sanitarias de la contaminación atmosférica y una resolución sobre la salud pulmonar integrada.
“La hoja de ruta traza un camino para alcanzar el ambicioso objetivo de la OMS, fijado durante la conferencia sobre contaminación atmosférica celebrada en marzo, de reducir en un 50% los efectos de la contaminación atmosférica en la salud para 2040. La resolución sobre salud pulmonar reconoce asimismo las repercusiones de la contaminación atmosférica en la salud y pide a los gobiernos que integren las políticas y la educación sobre aire limpio en su labor básica contra la tuberculosis, la EPOC, el cáncer de pulmón y el asma”, detalla GCHA en un comunicado.
Pero, al igual que en el borrador de plan de acción, ni la hoja de ruta ni la resolución abordan el papel de los combustibles fósiles como motor de la contaminación del aire.
“Existe una necesidad clara y urgente de que los Estados miembros se unan a la OMS para reconocer explícitamente el papel de los combustibles fósiles en la contribución a las enfermedades pulmonares, la contaminación atmosférica y la crisis climática, con el fin de hacerles frente de manera eficaz. La omisión de los combustibles fósiles pone de relieve los crecientes desafíos a los que se enfrentan la OMS y la comunidad sanitaria mundial para impulsar una política basada en la evidencia, frente a la fuerte presión económica y política de la industria”, dijo Tasker.