Durante la 78 Asamblea Mundial de la Salud, y tras tres años de intensas negociaciones, los países se pusieron de acuerdo y aprobaron por consenso un nuevo tratado para prevenir y atender pandemias.

“Colectivamente nos permitirá proteger mejor al mundo contra futuras amenazas pandémicas”, dijo Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La necesidad de contar con un tratado enfocado en este tema vino de la emergencia sanitaria provocada por COVID-19. Hace cinco años, la respuesta a la enfermedad estuvo inmersa en denuncias por acaparamiento de vacunas, pruebas de diagnóstico y elementos básicos para atender pacientes, como respiradores, por parte de algunos países.

El nuevo tratado busca garantizar un acceso equitativo a productos sanitarios en caso de surgir una nueva pandemia.

“Dado que la COVID fue una emergencia única en la vida, el Acuerdo de la OMS sobre Pandemias ofrece una oportunidad única en la vida para aprovechar las lecciones aprendidas de esa crisis y garantizar que las personas de todo el mundo estén mejor protegidas si surge una pandemia en el futuro”, manifestó Teodoro Herbosa, secretario del departamento de Salud de Filipinas y presidente de la Asamblea Mundial de la Salud de este año.

Sobre todo, el nuevo tratado refuerza la prevención. En este sentido, el núcleo del acuerdo es un nuevo mecanismo de acceso a patógenos y reparto de beneficios, conocido por las siglas PABS, el cual fue diseñado para permitir “un intercambio muy rápido y sistemático de información sobre la aparición de patógenos con potencial pandémico”, explicó Anne-Claire Amprou, embajadora francesa para la salud mundial y copresidenta de las negociaciones, a AFP.

“La pandemia de COVID-19 fue un electroshock. Nos recordó de forma brutal que los virus no conocen fronteras, que ningún país, por muy poderoso que sea, puede afrontar solo una crisis sanitaria mundial”, continuó Amprou.

En caso de pandemia, las empresas farmacéuticas que acepten participar del PABS tendrán que proporcionar a la OMS acceso rápido al 20% de su producción en tiempo real de vacunas, tratamientos y productos de diagnóstico. El 10% será donado y el resto estará disponible a un precio asequible.

Los detalles del mecanismo se negociarán en los próximos dos años, previo a que el tratado sea ratificado por los países (requiere de 60 ratificaciones para entrar en vigor).

Una sola salud

El tratado también adopta el enfoque de “Una sola salud” en su quinto artículo. Este enfoque reconoce que la salud de los seres humanos está estrechamente vinculada y es interdependiente de la salud de los animales (domésticos y salvajes), así como de las plantas y el medio ambiente (incluidos los ecosistemas), con el objetivo de lograr un equilibrio sostenible.

“Si se tiene en cuenta que el 60% de las enfermedades emergentes están causadas por zoonosis, es decir, patógenos que se transmiten de los animales a los seres humanos, esto es obviamente importante”, subrayó Amprou.

En este sentido, el tratado llama a los países a trabajar en la “prevención de las enfermedades infecciosas emergentes y reemergentes, adoptando medidas para fomentar la colaboración entre los sectores pertinentes a fin de identificar y abordar los factores que impulsan las enfermedades infecciosas en la interfaz hombre-animal-medio ambiente, con el objetivo de prevenir pandemias en una fase temprana”.

También solicita a los gobiernos intensificar los esfuerzos de prevención en cuanto a la transmisión de enfermedades infecciosas, especialmente las transmitidas por vectores –por ejemplo, el dengue– ya que podrían dar lugar a pandemias.

“Las Partes (los países) reconocen que una serie de factores ambientales, climáticos, sociales, antropogénicos y económicos, incluyendo el hambre y la pobreza, pueden aumentar el riesgo de pandemias, y se esforzarán por considerar estos factores en el desarrollo y aplicación de políticas, estrategias, planes y/o medidas pertinentes, a nivel internacional, regional y nacional, según proceda, de conformidad con la legislación nacional y/o interna y el derecho internacional aplicable”, se lee en el tratado.

Costa Rica ya dio primeros pasos en este sentido, favoreciendo el trabajo ministerial entres las carteras de Salud, Agricultura y Ambiente. En agosto de 2024, funcionarios de los tres ministeriors y otras instituciones adscritas a ellos se reunieron para “priorizar una lista de las enfermedades zoonóticas presentes en el país, desarrollar los pasos y planes de acción multisectoriales para el abordaje de estas enfermedades, definición de roles y responsabilidades de los sectores, así como la creación o fortalecimiento de mecanismos y redes de coordinación”.

“Para el Ministerio de Salud es indispensable que trabajemos articuladamente mediante acciones transparentes, colaborativas y equitativas para que podamos anticipar y prepararnos como país ante una eventual situación de salud relacionada con enfermedades zoonóticas como el caso del gusano barrenador, leishmaniasis, mpox, dengue, chikungunya, tuberculosis, influenza aviar de alta patogenicidad, rabia, leptospirosis, entre otras”, mencionó la ministra de Salud, Mary Munive Angermüller, en esa ocasión.

Por su parte, el ministro de Ambiente y Energía, Franz Tattenbach, declaró: “no podemos abordar los desafíos de salud que enfrentamos hoy en día de manera aislada; debemos considerar el contexto más amplio en el que vivimos. ‘Una sola salud’ es un llamado a la acción para que todos, desde científicos hasta ciudadanos, trabajemos juntos en soluciones integradas y sostenibles”.

¿Por qué es tan importan el enfoque de ‘Una sola salud’?

El riesgo de epidemias está creciendo rápidamente. Basándose en el ritmo creciente con el que nuevos patógenos han infectado a las poblaciones humanas en los últimos 50 años, los autores de un estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, calcularon la probabilidad de que se produzcan nuevos brotes de enfermedades y hallaron que es probable que se tripliquen en las próximas décadas.  

Si bien el análisis sólo pretendía caracterizar los riesgos y no explicar qué los impulsa, William Pan -–profesor asociado en la Universidad de Duke y uno de los coautores del estudio– consideró que las razones detrás de que los brotes sean cada vez más frecuentes son el crecimiento de la población, los cambios en los sistemas alimentarios, la degradación del medio ambiente y el contacto más frecuente entre los seres humanos y los animales que funcionan como portadores de enfermedades.

Cuando la salud planetaria está bien, en equilibrio, los patógenos son naturalmente controlados por otros elementos dentro de los ecosistemas. “Cuando metemos mano en ese balance dinámico del funcionamiento del ecosistema es cuando estos patógenos pueden surgir”, explicó el ecólogo Miguel Cifuentes en un artículo previamente publicado en Ojo al Clima

En este sentido, resguardar el balance en beneficio de la salud humana podría considerarse como un servicio ecosistémico. De allí que algunos científicos consideran que la conservación es la mejor medida para prevenir futuras epidemias. También es la más barata e incluso puede dinamizar las economías locales en pro del bienestar de las comunidades.

“La degradación del ambiente favorece la zoonosis, mencionó Gustavo Gutiérrez Espeleta, biólogo experto en genética de la conservación y profesor de la Universidad de Costa Rica UCR), en una entrevista dada anteriormente a Ojo al Clima.

“En la pérdida de biodiversidad es donde está el problema. Los promotores de esa pérdida de biodiversidad son la industria energética y extractiva, el transporte, la sobrepoblación y la agricultura intensiva, que llevan a cambios en el uso del suelo que, a su vez, conllevan a una degradación del ambiente que, de una u otra forma, amortigua todos los efectos perturbadores causados por el ser humano”, agregó.

“La pérdida de biodiversidad nos lleva a que especies generalistas propicien una serie de interacciones entre humanos y animales que, de alguna forma, intervienen con enfermedades vectoriales y ahí es donde, a nivel planetario, se tiene el riesgo de pandemia”, explicó.

Según la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), el cambio en el uso del suelo –que incluye deforestación y expansión tanto de la frontera agrícola como urbana– ha contribuido a la aparición del 30% de las nuevas enfermedades reportadas desde 1960, ya que se está invadiendo los entornos naturales y, por ende, se favorece el contacto entre animales y personas.

Los ecosistemas también tienen que ver con cambio climático, ya que funcionan como sumideros de dióxido de carbono y reguladores del clima. Por eso, cuando se deforesta, se libera el dióxido de carbono almacenado tanto en la vegetación como en el suelo. Se calcula que los árboles del bosque almacenan en promedio el equivalente a 760.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, según el ecosistema y su estado de conservación puede ser más. 

Entre 2000 y 2005, la pérdida de bosques representó el 12% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, los cuales –cuando su presencia es excesiva en la atmósfera– contribuyen al incremento de la temperatura y, por ende, al cambio climático.

Para Gutiérrez, las políticas epidemiológicas deben contemplar sistemas de prevención más integrales, que incluyan la conservación de los ecosistemas, para así mitigar el riesgo de epidemias.

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