En diciembre de 2021, lo vivido a raíz de COVID-19 hizo que los países decidieran negociar un tratado para la preparación, prevención y respuesta ante pandemias. Esta semana, la Asamblea Mundial de la Salud –reunida en Ginebra (Suiza)- decidirá qué pasará con el texto al no haberse alcanzado un acuerdo tras dos años de negociaciones.

El borrador incluye propuestas como la creación de un nuevo sistema mundial de acceso a patógenos y reparto de beneficios como vacunas y tratamientos. También se habla de prevención bajo el enfoque de “Una sola salud” y sobre financiamiento para aumentar la capacidad de los países ante una emergencia sanitaria.

“El tratado es un instrumento que salva vidas, no un simple trozo de papel”, dijo Tedros Adhanom-Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), durante la ronda de negociaciones realizada en marzo. “Tiene el poder de transformar nuestra respuesta colectiva hacia futuras pandemias, proteger vidas y salvaguardar el bienestar de las comunidades”, agregó.

Sin embargo, durante las reuniones, la discusión se polarizó en temas como el acceso a patógenos emergentes, el monitoreo de brotes de enfermedades, financiamiento y transferencia de tecnología.

Mientras los países europeos abogaban por más inversión para la prevención, las naciones africanas pedían más conocimiento y financiamiento, además de acceso adecuado a las vacunas y tratamientos.

Estados Unidos, por su parte, quería asegurar que todos los países compartieran rápidamente información y muestras de brotes nuevos, mientras los países en desarrollo presionaban por garantías de equidad para no quedarse atrás.

Una de las propuestas planteaba dar acceso a la OMS, en tiempo real, al 20% de la producción de insumos necesarios en caso de una pandemia, como las vacunas. Algunos países proponían que fuera menos del 20% y los países occidentales, que habitualmente son los productores de estos bienes, querían fijar el límite en 20% y no más.

“En la última pandemia, África quedó muy marginada del acceso a vacunas y otros productos médicos. El tratado, tal y como está redactado, no corrige nada de esto”, declaró Lauren Paremoer, académica de la Universidad de Ciudad del Cabo y representante de la red de organizaciones de países en desarrollo People's Health Movement, a AFP.

Por su parte, y también en declaraciones dadas a AFP, K. M. Gopakumar -investigador de la Red del Tercer Mundo- señaló que a cambio de compromisos vinculantes para compartir patógenos, los países en desarrollo quieren propuestas vinculantes “para compartir los beneficios que salen de esos patógenos: vacunas y diagnósticos”.

Gopakumar aseguró que ha habido una “marginación sistemática de las previsiones de igualdad en el instrumento pandémico”. Frases como “las partes promoverán (...) no significan nada concreto”, afirmó.

Ante esta polarización, en marzo, más de 100 líderes mundiales –incluidos tres Premios Nobel- enviaron una carta abierta a los negociadores “para que lleguen urgentemente a un acuerdo”.

“Es fundamental para salvaguardar nuestro futuro colectivo. Sólo un pacto mundial sólido sobre pandemias puede proteger a las generaciones futuras de una repetición de la crisis del COVID-19, que causó millones de muertes y una devastación social y económica generalizada, debido en gran medida a la insuficiente colaboración internacional”, se lee en la misiva.

Asimismo, los firmantes arremeten contra quienes creen erróneamente que la soberanía nacional puede verse socavada por este instrumento. “Los países lo hacen no por una orden de la OMS -al igual que las negociaciones, la participación en cualquier instrumento sería totalmente voluntaria-, sino porque necesitan lo que el acuerdo puede y debe ofrecer”, señalan.

“Surgirá una nueva amenaza pandémica; no hay excusa para no estar preparados. Por lo tanto, es imperativo crear un enfoque eficaz, multisectorial y multilateral para la prevención, preparación y respuesta ante una pandemia. Dada la naturaleza impredecible de los riesgos para la salud pública, una estrategia global debe incorporar un espíritu de apertura e inclusión. No hay tiempo que perder, por lo que pedimos a todos los líderes nacionales que redoblen sus esfuerzos”, continúan.

COVID-19 también puso sobre la mesa la interrelación entre salud, pérdida de biodiversidad y cambio climático. No obstante, si bien menciona el concepto de “Una sola salud”, el borrador del tratado relega en los países el trabajo de identificar esas interacciones sin tomar en cuenta sus capacidades para hacerlo y no plantea esfuerzos coordinados a nivel internacional cuando es sabido que pérdida de biodiversidad, cambio climático y contaminación son crisis que se potencian una a la otra, afectando la salud de las personas.

“La amenaza más importante a la salud pública global en el siglo XXI es el cambio climático. Lo que lo que vimos con COVID se hace chiquitito comparado con lo que ya estamos viendo y estamos por ver en términos de los múltiples impactos de a la salud derivados del cambio climático”, alertó Andrea Hurtado, gerenta del programa de cambio climático para América Latina de Salud sin Daño.

Una sola salud

Si bien el borrador reconoce, en su artículo 4, que “los factores ambientales, climáticos, sociales, antropogénicos y económicos aumentan el riesgo de pandemias”, realmente no profundiza en la conexión entre salud, pérdida de biodiversidad y cambio climático.

El texto se limita a hacer la mención, pero delega en los países el “identificar esos factores y tenerlos en cuenta en la elaboración y aplicación de las políticas, estrategias y medidas pertinentes en los planos internacional, regional y nacional, según proceda, entre otras cosas fortaleciendo las sinergias con otros instrumentos internacionales pertinentes y su aplicación”.

De hecho, en el artículo 26 –que indica las relaciones con otros acuerdos e instrumentos internacionales- sólo se señala la Carta de las Naciones Unidas y la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, así como la necesidad de que el tratado de pandemias y el Reglamento Sanitario Internacional (2005) “sean compatibles y se refuercen mutuamente”.

Se omite la mención de otros instrumentos internacionales como el Acuerdo de París o el Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica, tampoco deja espacio para incluir otros acuerdos relacionados con la salud pública como el tratado sobre contaminación de plásticos, cuya negociación finalizará en noviembre.

“Si bien hay una necesidad de que cada instrumento tenga su propia área de acción, porque no pueden ver todo ya que perderían su efectividad, sí es importante que hayan verdaderos vínculos o maneras de correlacionar los distintos temas, además de atender de manera integral problemas que comparten origen así como los motores que los aceleran”, comentó Hurtado.

El borrador sí reconoce el enfoque de “Una sola salud” que pretende “equilibrar y optimizar de forma sostenible la salud de las personas, los animales y los ecosistemas”; esto al reconocer que están estrechamente vinculados y son interdependientes.

En este sentido, en el artículo 5, se promueve que los países incluyan este enfoque en sus planes de prevención, preparación y respuesta ante las pandemias. Un segundo punto establece que las naciones “se comprometen a identificar y abordar los factores que impulsan las pandemias y la aparición y reaparición de enfermedades en la interfaz hombre-animal-medio ambiente mediante la introducción e integración de intervenciones en los planes pertinentes de prevención, preparación y respuesta ante pandemias”.

El borrador también menciona la revisión periódica de políticas y estrategias nacionales, la necesidad de promover la participación de las comunidades en la elaboración y aplicación de estas políticas y estrategias, así como contar con programas de formación y educación continua para crear competencias, capacidades y aptitudes pertinentes y complementarias.

En cambio climático, esta interrelación con la salud se viene trabajando en distintos espacios. Por ejemplo: en la última Conferencia de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), realizada en Dubái (Emiratos Árabes Unidos), se adoptó la Declaración sobre Clima y Salud.

“En esta declaración se abordan un sinnúmero de temas, algunos de ellos podrían interactuar con el tratado sobre pandemias porque hablan sobre compromisos puntuales para mejorar la investigación o la creación de conocimiento vinculado a la evidencia y la relación entre el riesgo de pandemias por enfermedades zoonóticas y resistencia microbiana”, explicó Hurtado.

Zoonosis y resistencia microbiana son términos que se repiten cuando se habla de pérdida de biodiversidad y salud. “La degradación del ambiente favorece la zoonosis, dijo Gustavo Gutiérrez Espeleta, experto en genética de la conservación y actual rector de la Universidad de Costa Rica (UCR), a Ojo al Clima al referirse sobre cómo la conservación es una medida para prevenir futuras pandemias.

“En la pérdida de biodiversidad es donde está el problema. Los promotores de esa pérdida de biodiversidad son la industria energética y extractiva, el transporte, la sobrepoblación y la agricultura intensiva, que llevan a cambios en el uso del suelo que, a su vez, conllevan a una degradación del ambiente que, de una u otra forma, amortigua todos los efectos perturbadores causados por el ser humano”, explicó.

Algunos de esos sectores también son intensivos en emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que causan el calentamiento global y el cambio climático.

El Marco Mundial Kunming-Montreal de la Diversidad Biológica incluye un artículo que menciona la salud: “El marco debe aplicarse teniendo en cuenta el enfoque «Una sola salud», entre otros enfoques holísticos que se basan en la ciencia, movilizan múltiples sectores, disciplinas y comunidades para trabajar juntos y tienen como objetivo equilibrar de forma sostenible y optimizar, la salud de las personas, los animales, las plantas y los ecosistemas, promoviendo el acceso equitativo a herramientas y tecnologías, incluidos medicamentos, vacunas y otros productos sanitarios relacionados con la biodiversidad, al tiempo que se destaca la necesidad urgente de reducir las presiones sobre la biodiversidad y disminuir la degradación del medio ambiente para reducir los riesgos para la salud y, según proceda, desarrollar acuerdos prácticos de acceso y distribución de beneficios”.

Descarbonizar al sector sanitario

El texto del tratado sobre pandemias, en su artículo 6, insta a los países a desarrollar sistemas de salud que sean resilientes, en particular en lo referido a la atención primaria y teniendo en cuenta la equidad, “con miras a lograr la cobertura universal de salud”. Se habla particularmente de fortalecer, mantener y vigilar las funciones e infraestructura.

Hurtado va un paso más allá: “Tenemos que encontrar la manera de que el sector siga creciendo, especialmente en países en vías de desarrollo, pues aún estamos lejos de cumplir con la cobertura sanitaria universal y otros objetivos globales en materia de salud, pero que ese crecimiento no implique triplicar las emisiones de GEI y, a su vez, esté diseñado desde el inicio para responder ante los impactos esperados del cambio climático y futuras pandemias. Sabemos que, desafortunadamente, es casi un hecho: habrá otras pandemias”.

La experta de Salud sin Daño puso un ejemplo. Durante COVID-19, los residuos hospitalarios se multiplicaron por seis en el momento más álgido de la pandemia, según datos de la OMS. No sólo aumentaron los residuos relacionados a equipo de protección personal como guantes o cubrebocas, sino que también se dispararon otros confeccionados a base de plásticos. Además, su mala disposición final causó contaminación y esta, a su vez, vulneró la salud de las personas y los ecosistemas.

“En tiempos de COVID vimos que los gobiernos están programática, institucional y presupuestariamente ordenados o estructurados para trabajar en silos sectoriales y estos silos difícilmente se hablan. Esa falta de coherencia entre políticas públicas es lo que está generando que lo que hacemos con una mano, lo deshacemos con la otra”, comentó Hurtado.

No se trata sólo de evitar contradicciones sino de maximizar beneficios. “Si desarrollamos cadenas de frío que sean eficientes energéticamente o que funcionen con gases refrigerantes de bajo potencial de calentamiento global, por ejemplo, no estamos nada más reduciendo las emisiones del sector salud, sino que también estamos aumentando la resiliencia, porque un sistema de salud que funciona -por lo menos parcialmente- con energía renovable es un sistema que puede solventar pérdidas de la conexión a la red eléctrica ante un evento climático extremo. También estamos fortaleciendo la preparación ante pandemias, porque no sabemos si el día de mañana, la siguiente enfermedad con potencial endémico pandémico requiere atención por medio de vacunas y estas requieren refrigeración”, ejemplificó la experta de Salud sin Daño.

Ya existe trabajo adelantado. En 2021, Salud sin Daño en colaboración con Arup lanzaron la Hoja de ruta global para la descarbonización del sector de la salud, una guía que traza un rumbo hacia cero emisiones en el sector de la salud para el año 2050.

Propone siete acciones como (1) abastecer al sector salud con energía eléctrica limpia y renovable en un 100 %; (2) invertir en infraestructura y edificios con cero emisiones; e (3) iniciar una transición hacia medios de transporte y traslado sostenibles con cero emisiones.

Otra medida es (4) proporcionar alimentos saludables cultivados en forma sostenible; (5) incentivar la fabricación de productos farmacéuticos con bajas emisiones de carbono; (6) implementar atención circular en salud y gestión sostenible de residuos sanitarios; y (7) establecer sistemas de salud más eficientes.

Ese mismo año, en la cumbre del clima, se lanzó el Programa de salud de la COP26. “Este programa da cuenta del carácter dual que tiene el sector salud con respecto a la crisis climática: es altamente vulnerable a los impactos del cambio climático, pero también contribuye significativamente al problema. Actualmente, el sector es responsable de casi 5% de las emisiones netas globales”, mencionó Hurtado y añadió: “Es crucial que suceda esta transformación”.

En el G20, bajo la presidencia de India, también se habló sobre sistemas de salud descarbonizados y resilientes, así como cadenas de suministro bajas en emisiones y también de la importancia del enfoque de “Una sola salud". “Con ello, el G20 intenta evitar la duplicación de esfuerzos, y más bien reforzar aquello que ya existe”, dijo Hurtado.

Este año, Brasil –que preside este grupo- planea una declaración sobre cambio climático y equidad en salud, siempre bajo el enfoque de “Una sola salud”.

“Todo está vinculado y eso, creo, es lo que falta integrar en este tratado sobre pandemias. Si bien no esperamos que el acuerdo sobre pandemias sea el espacio para resolver el problema climático, sí lo debería reconocer como parte fundamental de su diseño”, agregó.

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