La pandemia causada por COVID-19 es la peor crisis que enfrenta el mundo desde la II Guerra Mundial, pero es tan solo una parte de una crisis sistémica más amplia y profunda que incluye al cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
Así lo manifestaron más de 150 personalidades latinoamericanas que firmaron la declaración titulada Principios para un futuro sostenible de América Latina en tiempos de pandemia y crisis planetaria.
COVID-19, como enfermedad zoonótica que es, vino a evidenciar el impacto que ha tenido la forma de interactuar del ser humano con la naturaleza: la pérdida de hábitats naturales que ha obligado a la fauna silvestre a aproximarse a áreas pobladas ante la escasez de recursos; la cacería para el consumo de animales silvestres y su comercio; actividades que favorecen el calentamiento global que, a su vez, contribuye a ampliar el rango de distribución de vectores de nuevas enfermedades; y la baja calidad del entorno ambiental en muchos países.
“Estamos ante una emergencia planetaria que trasciende fronteras nacionales y expone nuestra vulnerabilidad e interdependencia como parte de una misma comunidad global. Por ello, la respuesta exige tanto a nivel internacional como nacional una profunda revisión del contrato social con base en la cooperación, el fortalecimiento de los principios democráticos y el respeto a los límites de la naturaleza”, se lee en la declaración firmada por los expresidentes de Chile, Ricardo Lagos, y México, Felipe Calderón, junto a 20 exministros del ambiente, entre otros miembros de la academia, del sector privado y de la sociedad civil.
“La pandemia llega en un momento en el que se exacerban los nacionalismos, se multiplican las poblaciones desplazadas que migran escapando de la guerra, la violencia y la pobreza, al tiempo que se acrecientan las barreras de aislamiento. La desconfianza en las instituciones multilaterales y la ausencia de liderazgos globales con vocación de cooperar solo profundizan la crisis de salud poniendo en riesgo la vida de millones de habitantes”, continúa el texto.
En este sentido, los más de 150 firmantes abogan por idear una estrategia regional de cooperación para abordar con mayor eficiencia y eficacia los desafíos. Para ello, proponen basarse en los siguientes siete principios:
1. El conocimiento científico debe sustentar las decisiones. “La inversión en investigación y desarrollo, tanto en la prevención de estos riesgos planetarios, así como en las soluciones posibles debe estar en el centro de las prioridades económicas”.
2. La solidaridad debe guiar la respuesta ante las crisis globales. “Para un renacimiento sostenible, debemos reconocer nuestra interdependencia entre seres humanos y con la naturaleza y promover la salud del sistema Tierra, basados en la solidaridad, la cooperación y la complementariedad entre nosotros”.
3. Avanzar hacia una economía del bienestar no solo del crecimiento. “Para un renacimiento sostenible, las decisiones sobre los planes de estímulo económico en las estrategias de salida de la crisis económica generada por esta pandemia son definitorias. Es necesario asegurar que fortalezcan nuestra capacidad de resiliencia, restauren los sistemas naturales y aceleren la transición hacia una economía del bienestar dentro de los límites planetarios”.
4. Renovar los compromisos climáticos y de biodiversidad en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). “Debemos reforzar el ciclo de ambición del Acuerdo de París, la reformulación de las metas de Aichi a través del Marco Global para la Biodiversidad Post-2020 del Convenio sobre la Diversidad Biológica y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible como un compromiso central hacia 2030”.
5. Poner el desarrollo de la tecnología al servicio de las soluciones y enmarcado en los principios democráticos, el respeto a los derechos humanos y el derecho a la privacidad de la información.
6. Revisión del rol del Estado y de la gobernanza a todo nivel asegurando el fortalecimiento de las instituciones democráticas y republicanas.
7. Desarrollar nuevos modelos de negocios que integren objetivos económicos, ambientales y sociales. “En el renacimiento de una nueva economía que aspire a ser sostenible, el papel del sector empresarial es crucial. La existencia de miles de empresas que se han propuesto redefinir el sentido del éxito de sus negocios, integrando a su actividad económica objetivos ambientales y sociales, es una señal de que es posible encaminarnos hacia una economía circular donde nada sobre”.
Recuperación saludable
Coincidentemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) también dio a conocer su manifiesto a favor de una recuperación saludable y respetuosa con el medio ambiente.
“La pandemia es un recordatorio de la íntima y delicada relación entre las personas y el planeta. Cualquier esfuerzo por hacer nuestro mundo más seguro está condenado a fracasar a menos que aborde la interfaz crucial entre las personas y los patógenos y la amenaza del cambio climático que está haciendo que nuestro planeta sea menos habitable”, dijo el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en la 73.a Asamblea Mundial de la Salud.
En su manifiesto, la OMS considera que las decisiones que se tomarán en los próximos meses en pos de la recuperación podrían favorecer “mundo más saludable, más equitativo y más respetuoso con el medio ambiente”.
En este sentido, la entidad de Naciones Unidas ofreció las siguientes recomendaciones:
1. Proteger y preservar la fuente de la salud humana: la naturaleza. “Los planes globales de recuperación tras la COVID-19, y en particular los destinados a reducir el riesgo de futuras epidemias, deben ir más allá de la detección precoz y el control de los brotes de enfermedades. También deben minimizar nuestro impacto en el medio ambiente a fin de reducir el riesgo en su origen”.
2. Invertir en servicios esenciales, desde agua y saneamiento hasta energías no contaminantes en los centros de salud. “Es esencial que los establecimientos sanitarios estén dotados de servicios de agua y saneamiento, en particular de jabón y agua (que constituyen la medida más básica para interrumpir la transmisión del SARS-CoV-2 y otras infecciones), del acceso a una fuente de energía fiable (un servicio indispensable para llevar a cabo de forma segura la mayoría de los procedimientos médicos) y de protección laboral para los profesionales sanitarios”.
3. Asegurar una transición energética rápida en pro de la salud. “Las decisiones que se tomen ahora sobre las infraestructuras energéticas quedarán fijadas para las próximas décadas. Si se tienen en consideración todas las consecuencias económicas y sociales de las decisiones y si estas se adoptan en interés de la salud pública, se favorecerán las fuentes de energía renovable y, por ende, la reducción de la contaminación y la mejora de la salud de las personas”.
4. Promover sistemas alimentarios sanos y sostenibles. “Es necesario pasar rápidamente a regímenes alimentarios sanos, nutritivos y sostenibles. Si el mundo lograra cumplir las directrices de la OMS en materia de alimentación, se salvarían millones de vidas, se reducirían los riesgos de enfermedad y se lograrían reducciones importantes de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero”.
5. Construir ciudades sanas y habitables. “Puesto que las ciudades se caracterizan por una densidad de población relativamente alta y un tránsito saturado, muchos desplazamientos se pueden realizar de forma más eficiente en transporte público, a pie o en bicicleta, que en automóvil privado. Estos medios de transporte también son muy beneficiosos para la salud, ya que reducen la contaminación atmosférica, los traumatismos por accidentes de tránsito y la mortalidad debida a la falta de actividad física, a la que se atribuyen más de tres millones de defunciones anuales.”
6. Dejar de utilizar el dinero de los contribuyentes para financiar la contaminación. “Para recuperarse de la crisis provocada por la COVID-19 será inevitable realizar reformas financieras, y un buen punto de partida sería dejar de subvencionar los combustibles fósiles”.
Si bien serán los ministros de finanzas quienes dirigirán el diseño de los planes de recuperación tras COVID-19, la OMS insta a los países a involucrar a sus ministros de salud y medio ambiente.
De hecho, esta idea es apoyada por más de 350 organizaciones -que representan a 40 millones de profesionales de salud en 90 países- que firmaron una carta dirigida a los líderes de los países que integran el G20.
“Hubiera sido posible mitigar y, tal vez, incluso prevenir estos efectos invirtiendo suficientemente en la preparación para las pandemias, la salud pública y la gestión del medio ambiente. Debemos aprender de estos errores y rehacernos con más fuerza, más salud y más resiliencia”, se lee en la misiva.