Melanie Floyd llevó a sus hijos al zoológico de Phoenix en la mañana, cuando las temperaturas en medio de la ola de calor que sofoca la ciudad y buena parte del suroeste de Estados Unidos, aún son soportables. De pie, frente a unas tortugas, restó importancia al intenso calor en un mundo que lucha contra el cambio climático.
"Mientras tengamos el aire acondicionado y todos tomen decisiones inteligentes", dijo esta ama de casa de 32 años a la AFP. "Manteniéndose hidratado, estando a la sombra, manteniéndose fresco y no sobre esforzándose, creo que es tolerable", agregó.
De hecho, en su casa hace fresco. Ella mantiene el aire acondicionado entre 23 y 26 ºC, así puede ver confortablemente a sus hijos, de dos y seis años, mientras juegan con crayones y libros para colorear. Mientras tanto, afuera, día tras día y por más de tres semanas, la temperatura en Phoenix sobrepasa los 43 ºC.
La ola de calor que afecta buena parte de los estados del sur y del suroeste estadounidense -incluyendo temperaturas récord en Phoenix- está encendiendo el debate sobre cuan rápido está avanzando el calentamiento global. "Tienes que fluctuar como fluctúa el clima, entonces tienes que ser flexible con esto", dijo Floyd.
En esta ciudad en medio del desierto, varias personas que han hablado con la AFP tienen opiniones similares sobre la creciente frecuencia del calor a medida que sigue el calentamiento global causado por las actividades humanas: "Hay que aprender a vivir con esto".
Sin aire acondicionado
Para muchos de ellos, la vida es una serie de carreras precipitadas entre oficinas, restaurantes y tiendas, todo con el aire acondicionado a tope.
En el centro de la ciudad y en barrios acomodados, los residentes no piensan dos veces en dejar el auto encendido mientras salen a hacer sus diligencias, para que siga fresco cuando vuelvan. Pero en los suburbios menos afortunados, el calor es otra cosa.
"Si las temperaturas siguen así, mucha gente no va a poder soportarlo", dijo Rosalía Licea, de 37 años, quien tiene que criar sola a sus cinco hijos.
Ella vive en un parque de casas rodantes donde la mayoría de los remolques son de los años 1950. Al inicio de esta ola de calor, su aire acondicionado dejó de funcionar. Durante dos días, la temperatura dentro de su casa móvil alcanzó los 36 ºC. Toda la familia tuvo que refugiarse en la habitación del mayor de los hijos, que tiene una unidad de aire acondicionado en la ventana. Uno de los niños más pequeños empezó a tener dolores de cabeza.
Licea, originaria de México, realiza varios trabajos mal pagados para llegar a fin de mes. No tiene los 2.000 dólares que cuesta comprar un aire acondicionado nuevo. Una solución improvisada, gastar 800 en el arreglo. "No tengo opción", dice. "Fue la prioridad, más que comprar provisiones o pagar mi renta".
A pesar de tener un motor nuevo para el equipo de aire acondicionado, una de la tuberías está rota por lo que el aire fresco no alcanza su cuarto. Algo más por lo que tendrá que pagar.
Aires acondicionados a toda potencia
Licea no clasificó para las ayudas ofrecidas por la ciudad o por algunas empresas de servicios públicos para actualizar los aparatos de aire acondicionado.
Un estudio de la Universidad Estatal de Arizona encontró que en las casas móviles, que son hasta un 5% de las viviendas del condado de Maricopa -que incluye a Phoenix y sus suburbios-, se producen el 30% de las muertes de la ciudad relacionadas con el calor.
"Es fácil decir 'nos podemos adaptar' cuando tienes acceso a todo", se queja Licea. "Para nosotros es diferente".
Hace algunos días, se desató un incendio en el parque de casas móviles donde vive, y en el que estas residencias están conectadas directamente a postes eléctricos con conexiones de mala calidad. Una de estas casas móviles quedó destruida y se cree que el fuego comenzó por una sobrecarga eléctrica, con lavadoras, secadoras, refrigeradores y aires acondicionados a toda potencia operando al mismo tiempo.
Luego de 19 años en Arizona, Licea vive con miedo de un cortocircuito. Por lo que sólo prepara ensaladas para las comidas y trata de evitar prender las luces para mantener un bajo consumo eléctrico y la temperatura tan fresca como sea posible. "Si pudiera irme a un estado no tan caliente lo haría" afirma Licea.