En la más reciente edición de la Conferencia Internacional de Turismo Sostenible: Planeta, Personas y Paz (P3), que tuvo lugar en Escazú a finales de agosto, el antropólogo e investigador de la Universidad de Barcelona, Claudio Milano, habló sobre los peligros de la gentrificación y el overtourism (saturación turística), amenazas de las que Costa Rica no está exenta.

Solo para dimensionar uno de los impactos enfocado en el clima: la masificación de destinos turísticos conlleva un aumento de las emisiones de carbono —debido al transporte aéreo y terrestre, el aumento del consumo energético en alojamientos y la demanda de bienes y servicios en el destino—, esto en una industria que ya es responsable a nivel global del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). 

Es más, en el año 2023 se experimentó un máximo histórico de viajes por vía aérea en todo el mundo. Esta industria representa un 3% de las emisiones globales de GEI y, con el relaunch tourism  (relanzamiento turístico) que se dio en la post pandemia de Covid-19, se registraron aproximadamente 30 millones de vuelos a nivel mundial.

Milano explicó que esto se relaciona directamente a que este fue el primer año completo sin restricciones por el coronavirus, y aparte de un afán de la industria, se sentía una desesperación por parte de los turistas por viajar. “Muchos decían, voy a viajar ahora, capaz nos encierran de nuevo”, comentó el experto.

En su presentación, Milano —quien es especialista en planeamiento estratégico y desarrollo turístico— mencionó cómo se deben tomar en cuenta las posibilidades innatas de una ciudad o territorio a la hora de construir cualquier infraestructura, pero especialmente las turísticas, ya que suelen ser diseñadas para atraer a más personas.

“Cuando hablo de infraestructura y movilidad, hablo sobre los grandes debates que estamos teniendo en América Latina para abrir puertos de grandes cruceros y en ciudades muy pequeñas como la ciudad de Manta, en Ecuador, o en islas del Caribe”, señaló. 

Milano recurrió a la metáfora del iceberg para explicar la saturación turística. Su ‘iceberg del overtourism’ contrasta lo que se aprecia en la superficie y los problemas más profundos que este fenómeno genera.

La crisis del mercado de vivienda y la burbuja inmobiliaria, el aumento de las emisiones de carbono y la emergencia climática son los problemas más notables a primera vista. Seguidos de la privatización de bienes comunes, espacios públicos y entornos naturales. Luego está la dependencia excesiva de la inversión extranjera y la economía ligada a macroeventos. Por último, donde yacen los problemas más profundos, Milano plantea la pérdida de poder adquisitivo de los residentes, la gentrificación comercial, la externalización del empleo y la precariedad laboral. 

Para ahondar en estos temas, Milano concedió una entrevista a Ojo al Clima. 

Con esto de la gentrificación y la saturación turística, España –por ejemplo– vive una contradicción: por un lado, tiene ciudades desbordadas de personas debido al turismo, y por otro, hay pueblos completamente vacíos, abandonados.

—Hay un desequilibrio enorme donde hay una gran congestión en lugares donde todos y todas quieren visitar. ¿Por qué? Porque entran en planes de marca destino, entran en el eje de influencer, están en el foco de política pública que lo incentiva. Y todos queremos ver estas ciudades y esos entornos conocidos, pero luego hay una gran masificación de estos lugares.

Muchas de estas ciudades vaciadas, por otra parte, ven en el turismo una solución para atraer nuevamente a las personas a estos territorios desocupados. Esto porque hay también políticas de atraer nuevos residentes a esa España vaciada que puedan poblar esta zona.

¿Cuáles son las principales diferencias en cuanto a cómo afecta la gentrificación a países como Costa Rica en contraste a países como España?

—Cuando hablamos de esos fenómenos, y sobre todo de los impactos de las prácticas turísticas y de los procesos de turistificación, va más allá del poder adquisitivo de los que van a visitar, lo más importante es el poder adquisitivo de los que residen.

Estamos viendo que en ciudades de toda América Latina –como Ciudad de México, Medellín, la propia San José– se está empezando a vivir este tipo de fenómeno. Sobre todo a partir de la pandemia, cuando hubo un gran boom de estas residencias temporales.

”Aquí (en Costa Rica), por ejemplo, está la Ley N° 10.008 que brinda a los digital nomads (nómadas digitales) muchas ventajas como conducir con su propio carnet durante un año o poder abrir una cuenta de banco sin tener un contrato laboral y solo demostrando que trabajan en empresa extranjera.

¿Cuáles son las medidas necesarias para la reintegración y adaptación de la población local que probablemente tiene un menor poder adquisitivo en comparación a la población extranjera que ya adquirió propiedades?

—Políticas públicas, regulaciones del mercado de la vivienda y la posibilidad de poner en marcha políticas de vivienda social justa, sobre todo por aquella franja de población que no puede acceder a estos tipos de casa.

Y hay otro tema respecto a la privatización de playa: si bien en Costa Rica existe una ley que lo prohíbe, el gran acaparamiento de tierra costera, por ejemplo en la provincia de Guanacaste, hace que haya un desplazamiento de locales, un despojo; entonces muchos de esos residentes no pueden acceder a esos espacios. 

Cuando hablaba de planificar, ¿esa planificación se tendría que hacer con base en el territorio?

—Absolutamente. Planificar pensando en la calidad de quien vive en estos lugares, más de quien va a visitarlos. Pensar en gobernar un sector en lugar de gestionar solo flujos. De hecho, gobernar: saber qué tipo de modelo de desarrollo queremos, qué tipo de comunidad queremos que viva en él.

No es cuestión de volumen, es cuestión de problemas estructurales, de acceso a la vivienda, del trabajo precario, con problemas relacionados con la privatización de bienes comunes como acceso a fuentes de agua, acceso a zonas y entornos naturales. Es más una cuestión de cómo la población puede acceder y de qué derecho tiene sobre esos bienes y no tanto del volumen de población que llega a visitar.

En este tema de planificar sobre el territorio, ¿cómo influyen variables como degradación ambiental y cambio climático?

—Hay que tomarlas en cuenta, porque cuanto más poblamos esos lugares, más habrá residuos sólidos y líquidos, más habrá degradación ambiental. El turismo siempre tendrá un impacto. El tema es maximizar los beneficios y minimizar los efectos negativos. 

Con el cambio climático, sobre todo por la subida del nivel del mar, se está acentuando la gentrificación: extranjeros compran propiedades a orillas de la playa, forzando a los locales a moverse a la montaña; pero cuando sube el mar, los extranjeros colonizan las zonas de montaña, desplazando nuevamente a los locales.

—Con el cambio climático, ahora encontraremos –cada vez más– una gran plusvalía en los refugios climáticos (lugares con un menor cambio relativo en el clima futuro). Sobre esto se está hablando un poco en Europa, en cómo tenemos que pensar y gestionar los refugios climáticos, en cómo prevenir la elitización pensando en las clases populares y pensando en quién reside en ese lugar y darle una posibilidad.

El problema no es solo el apartamento turístico, el problema es la política de vivienda social. Si tuviéramos política de vivienda social, el problema no sería las segundas residencias. El Airbnb acaba siendo un problema porque no hay proyecto de vivienda, y esa responsabilidad recae totalmente en los gobiernos.

Necesitamos política pública y necesitamos decisiones políticas más que estrategia y tecnocracia. Necesitamos dialogar con esa política pública. Los problemas turísticos no se resuelven solo con política turística, también con política urbana y territorial.

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