Por Daniel Jato Espino e Itzayana González-Ávila

Las inundaciones son procesos naturales que implican un exceso de agua en una región que usualmente está seca. Conforme al Centro de Investigación sobre Epidemiología de los Desastres (CRED, por sus siglas en inglés), las inundaciones se clasifican como desastres hidrológicos. Teniendo esto en cuenta, ¿en qué punto las inundaciones dejan de ser procesos naturales para convertirse en desastres?

Países en vías de desarrollo y desarrollados

Para poder hablar de desastre se requiere que un proceso natural afecte a un grupo poblacional vulnerable. Por tanto, es la interacción entre el fenómeno físico y los aspectos vulnerables de la sociedad lo que define el desastre.

La organización social es crucial para afrontar las inundaciones, dado que influye en la evolución del proceso hasta llegar a convertirse en un desastre. En otras palabras, puede decirse que los desastres hidrológicos, como las inundaciones, son una construcción social del riesgo.

Según la Base de Datos de Eventos de Emergencia (EM-DAT, por sus siglas en inglés), las inundaciones son los desastres más perjudiciales en el mundo. En concreto, los países en vías de desarrollo son los más afectados por las inundaciones. Algunas de sus características, tales como altos índices de pobreza, bajo desarrollo humano o analfabetismo, entre otras, son factores de vulnerabilidad que aumentan el riesgo.

Esta situación contrasta con la de los países desarrollados, que poseen mecanismos sociales para facilitar el retorno a la normalidad tras un evento de inundación. Para ello, cuentan con recursos propios e infraestructuras que permiten minimizar las pérdidas humanas y materiales derivadas del desastre.

Planificación y la gestión del riesgo

La planificación territorial desempeña un papel decisivo en el impacto de las inundaciones. Las más afectadas por estos procesos son las comunidades que se asientan en lugares como valles y llanuras de inundación. La decisión de establecerse en estas zonas puede deberse a desconocimiento o, en muchos casos, falta de otras alternativas.

Para deconstruir el riesgo ante inundaciones debe evitarse el desarrollo humano en lugares susceptibles a inundación. Esta iniciativa debe promoverse desde los gestores gubernamentales, lo cual evidencia que la planificación del riesgo de inundaciones debe realizarse de forma holística, integrando políticas públicas en la gestión de los desastres por parte de las administraciones.

La falta de integración entre las políticas públicas del territorio y de los recursos hídricos es una debilidad a nivel institucional que los países más afectados por las inundaciones deben mejorar. Sin embargo, no es una tarea sencilla, ya que entran en juego factores complejos como la presencia de asentamientos informales, la propiedad difusa de la tierra o la falta de datos, recursos y capacidades.

Medidas para reducir el riesgo

Las estrategias de reducción del riesgo en los países más vulnerables se centran en la rehabilitación y la reconstrucción una vez que el desastre ya se ha cobrado víctimas y causado pérdidas en la infraestructura social. Este enfoque hace un amplio uso de recursos económicos y no es eficiente.

Las estrategias deberían orientarse hacia la reducción de la vulnerabilidad social mediante prácticas de prevención del riesgo. Además, es importante aumentar el grado de adaptación y resiliencia de las comunidades respecto a las inundaciones.

Estas capacidades deben basarse en características típicas de las comunidades, formuladas por y para ellas mismas. De esta forma, el proceso se vuelve más participativo y se ajusta a la historia e intereses de cada caso.

Los países desarrollados han centrado sus esfuerzos en medidas estructurales como la construcción de diques, redes de drenaje, canales y otras infraestructuras hidráulicas. Este enfoque no es aplicable, al menos con igual intensidad, en países en vía de desarrollo, puesto que sus recursos son limitados.

Ante tal déficit, medidas no estructurales como la educación ciudadana brindan una oportunidad potencialmente más eficiente. No obstante, para que su adopción sea exitosa, la información es vital.

Concienciación y educación social

La recopilación de información sobre inundaciones en países en vías de desarrollo abarca diferentes instituciones administradas por el estado, pudiendo incluir organismos relacionados con la geología, meteorología, hidrología o defensa civil.

Los países desarrollados también centralizan la información en instituciones gubernamentales; sin embargo, hay una amplia contribución por parte de fondos privados y grupos de investigación, lo que marca una gran diferencia a la hora de prepararse ante un evento de inundación.

A pesar de que se genera y almacena información de este tipo, el mayor desafío está en la administración y aplicabilidad de estos datos por parte de la población. El acceso a la información sobre inundaciones debe ser facilitado de forma que su conocimiento sea popularizado en la sociedad.

Los esfuerzos realizados en este sentido han posibilitado que la educación ambiental en materia de desastres naturales haya crecido en diferentes partes del mundo. Este es una logro relevante y que debe ser ampliamente difundido a todos los niveles demográficos. La prevención de inundaciones es frecuentemente discutida sólo con adultos, ignorando a la comunidad infantil, que también sufre los efectos de las inundaciones.

Los procesos naturales no sólo no van a detenerse, sino que sus efectos se van a ver magnificados por el cambio climático. En el caso de las inundaciones, la creciente intensidad de las tormentas y el aumento del nivel del mar pueden causar consecuencias cada vez más devastadoras. Por tanto, la concienciación a edades tempranas es fundamental, pues las generaciones futuras serán las más expuestas a este escenario.The Conversation

Daniel Jato Espino, Investigador Sénior / Profesor en Ingeniería y Gestión Ambiental, Universidad Internacional de Valencia and Itzayana González-Ávila, Researcher in Water Resources and Environmental Sanitation, Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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