Con el objetivo de crear capacidades en la región para el análisis genético de las poblaciones de coral, la organización Raising Coral Costa Rica (RCCR) y el Centro de Investigación en Ciencias Marinas y  Limnología (CIMAR) de la Universidad de Costa Rica se unieron para organizar un taller sobre esta temática.

Aparte de costarricenses, se capacitaron a investigadores de Panamá, El Salvador y Ecuador. El taller estuvo dirigido por Michael Connelly del Instituto Smithsonian en Panamá y contó con los aportes de David Paz-García del Centro  de Investigaciones Biológicas del Noroeste en México y Ana Palacio-Castro de NOAA/AOML.

Según Tatiana Villalobos, investigadora de Raising Coral, un mayor y mejor conocimiento de la genética coralina permitirá tomar decisiones de manejo en procura de conservar estos importantes ecosistemas, los cuales son altamente vulnerables al incremento de la temperatura relacionado al cambio climático.

Los arrecifes de coral dan soporte a más del 25% de la vida en el océano y alrededor de 500 millones de personas en el mundo dependen directamente de ellos para su alimentación, protección e ingresos por pesca y turismo.

Lamentablemente, las actividades humanas sumadas al calentamiento de los océanos están degradando y destruyendo estos ecosistemas. Por esa razón, son cada vez más los investigadores latinoamericanos que están incursionando en restauración coralina y allí radica la importancia de contar con ciencia para orientar estos esfuerzos.

Participantes del taller sobre diversidad genética de los corales, organizado por CIMAR UCR y Raising Coral.(Créditos: Raising Coral)

Restauración con diversidad genética

En el caso del Pacífico americano, los arrecifes de coral se extienden desde el sur de México hasta Ecuador, incluidas las islas oceánicas como el Parque Nacional Isla del Coco.

“Si bien pueden parecer aislados unos de otros, no lo son. Los bebés de  coral, llamados larvas, pasan de días a meses flotando junto con las corrientes oceánicas que fluyen a lo largo de la costa del Pacífico antes de asentarse en un arrecife adecuado. Por lo tanto, los  arrecifes de coral están ʿconectadosʾ por estas corrientes, lo que ayuda a mantener la diversidad  genética de los corales que mejora su capacidad de adaptación al cambio ambiental”, explicó Villalobos.

Actualmente, los proyectos de restauración toman fragmentos de coral de colonias naturales -no más del 10% para evitar poner en peligro a la colonia donante- que se “cultivan” (se dejan crecer) en viveros submarinos para luego plantarlos en sitios que tuvieron arrecifes en el pasado y ahora se quieren recuperar.

“Es similar a una reforestación”, comentó Villalobos, a la vez que aclaró que si bien esta práctica acelera la  recuperación de un arrecife, “debe hacerse de manera que se asegure la diversidad genética”.

“El taller permitirá que la restauración de arrecifes proceda de manera más responsable, porque  ayudará a identificar corales que sean resistentes al aumento de la temperatura mientras  mantienen la diversidad genética. Tener una comprensión de la diversidad genética de los corales  en Costa Rica, y a lo largo de la costa del Pacífico de América Central, nos permitirá mejorar la salud de los arrecifes de coral en aguas costarricenses a través de las fronteras nacionales y a lo largo de  los caminos que llevan sus larvas de un arrecife a otro”, continuó la investigadora.

El cangrejo del género Trapezia ha sido uno de los nuevos inquilinos de los arrecifes recién restaurados en Golfo Dulce.(Créditos: Tatiana Villalobos / Raising Coral)

Recuperando arrecifes en Golfo Dulce

Desde 2017, Raising Coral lleva a cabo un proyecto de restauración coralina en Golfo Dulce. Allí, los investigadores identificaron colonias donantes de las especies Pocillopora sp, Pavona frondiferaPavona y Porites sp. Los fragmentos provenientes de esas colonias se cultivan en 12 viveros.

“El objetivo del vivero es brindar condiciones más favorables para que el coral solo se preocupe por crecer”, explicó Villalobos y agregó: “los corales cuando están chiquitos, al igual que pasa con los árboles, tienen el problema de que todo compite con ellos. Lo que hacemos en el vivero es darles cuidados para que alcancen un tamaño que, cuando los llevemos al sitio de restauración, les permita competir y no sean depredados fácilmente”.

Cuando esos corales alcanzan un tamaño adecuado y están lo suficientemente fuertes, se trasplantan en los sitios que se quieren recuperar. Posteriormente, ese lugar se monitorea para conocer la tasa de sobrevivencia de los trasplantes, el crecimiento de los corales y cómo está cambiando la dinámica ecológica en los sitios intervenidos.

La buena noticia es que la tasa de sobrevivencia de los trasplantes es buena así como su crecimiento. Además, los investigadores ya han reportado gran diversidad de peces y cangrejos utilizando los corales.

Con el fin de apoyar este esfuerzo, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) recientemente donó US$5000 al proyecto en el Pacífico Sur. Este dinero se invertirá en el mantenimiento de los viveros y actividades de educación ambiental.

“El BCIE gestiona diversas iniciativas y proyectos que promueven la gestión y conservación de la biodiversidad terrestre y acuática impactando de manera positiva en la sostenibilidad ambiental y social, así como la prevención de desastres naturales”, manifestó la entidad bancaria ante consulta por escrito realizada por Ojo al Clima.

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