¿Sintió más frío hacia el final del año pasado o el inicio de este 2018? En realidad, las noches frías en San José son cada vez menos comunes, según se plantea en un estudio del Centro de Investigaciones Geofísicas (Cigefi) de la Universidad de Costa Rica (UCR).

El Cigefi recopiló los datos de temperaturas de 2.929 días y noches desde el 1° de enero de 1994 hasta el 12 de febrero de 2018 por medio de su estación ubicada en la Ciudad de la Investigación de la UCR, en Sabanilla de Montes de Oca, para observar si las tendencias en las temperaturas habían variado durante el día y la noche.

El hallazgo principal del Centro es que las noches cálidas han ido aumentando en San José durante la época seca y las frías han estado disminuyendo.

“La gente piensa que la época seca que pasó estuvo muy fría, pero no es cierto. Cuando uno ve los extremos (las temperaturas más frías desde 1994), más bien se observa lo contrario. Las noches frías han ido disminuyendo”, explicó Hugo Hidalgo, director del Centro de la UCR.

El Cigefi también observó un aumento significativo en las noches calientes monitoreadas durante la época seca desde 1994.

Menos noches de frío extremo

El Cigefi tomó todas las temperaturas registradas en la época seca desde 1994 hasta el 2018 y las ordenó de las más altas a las más bajas. Luego, tomó el 10% de las temperaturas más bajas reportadas desde 1994 y determinó en qué años se ubicaron las noches más frías.

Así, prácticamente una cuarta parte (25%) de las temperaturas registradas entre 1993 y 1997 fueron clasificadas como noches muy frías (o inferiores a los 14,2 grados centígrados). Entre el 2015 y el 2018, esa proporción nunca superó el 5%.

De hecho, el período 2017-2018 fue la sexta época con mayor proporción de noches calientes desde 1993, un fenómeno que muestra que la zona urbana josefina se está calentando durante las noches secas.

Hidalgo esboza dos posibles hipótesis o causantes relacionados con este fenómeno.

“Estamos en una zona urbana, entonces el efecto de una isla urbana (el concreto), puede ser importante. Otra hipótesis puede ser atmosférica: puede ser el cambio climático. Qué porcentaje puede atribuirse a cada fenómeno, es difícil de señalar. La manera de observarlo es tomar otras estaciones y ver si tienen el mismo efecto, para analizar si están teniendo esa misma tendencia”, explicó.

En los últimos años, Costa Rica ha aumentado su urbanización de forma dramática. En el año 2000 la población urbana representaba un 59%, mientras que, una década después, la proporción había aumentado a casi un 73%. Es decir, siete de cada diez personas viven en zonas urbanas.

Eso favorece la aparición del efecto de las “islas de calor urbano” que consisten en aumentos de temperaturas en las noches, debido a la acumulación de calor por el cemento y el asfalto. Eso provoca que los edificios y las calles desprendan el calor acumulado durante el día, lo que puede generar, además, mayores demandas energéticas por aumentos en el calor.

En Reino Unido, Nueva Jersey, Nueva York o Tokio (donde este fenómeno es común) se ha demostrado que los árboles en zonas urbanas reducen los impactos en la salud provenientes de las islas de calor y, así, disminuye hasta en tres grados centígrados las temperaturas.

El cambio climático también podría estar causando que las noches cálidas aumenten, pues las emisiones de gases de efecto invernadero que el mundo pone en la atmósfera tienden a causar un calentamiento global.

Cuando la energía del sol viene a la Tierra, esos gases de efecto invernadero (especialmente el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso) son transparentes, entonces la energía del sol los atraviesa. Pero, cuando la superficie se calienta, comienza a emitir calor en forma de longitud de onda larga y esa queda atrapada en esos gases.

“Es como ponerle una cobija a la Tierra: entre más gruesa la cobija, más calentamiento ocurre. La contaminación que estamos poniendo en muchos lugares nos afecta, a pesar de que nuestra contribución (en Costa Rica) es pequeña relativamente”, aseveró el experto del Cigefi.

La investigación del Centro muestra que la caída en la cantidad de noches extremadamente frías no quiere decir que no existieran noches muy frías, sino que estas son cada vez menos comunes.

“No estamos diciendo que fuera mentira que la gente estaba sintiendo frío. Lo que estamos señalando es que esos son eventos aislados. No es que están ocurriendo más y, entonces, por eso, el cambio climático desapareció”, comentó Hidalgo.

La temperatura más baja registrada en el Cigefi entre noviembre de 2017 y febrero de 2018 fue de 12.7°C, y se reportó a las 4:30 a.m. del 28 de febrero.

Con respecto a las temperaturas durante el día, el Cigefi afirmó no haber encontrado tendencias estadísticas significativas. Participaron los investigadores Hugo Hidalgo, Alberto Salazar y Rubén Madrigal en este análisis

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