A pesar de su prohibición hace más de 35 años, los clorofluorocarburos (CFC), conocidos por su efectos nocivos para la capa de ozono, alcanzaron niveles récord en 2020, según un estudio publicado en la revista científica Nature Geoscience.
Los CFC son gases que provocan un poderoso efecto invernadero: su nivel de acumulación calorífica es 10.000 veces superior al dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento del planeta, según las cifras del Global Carbon Project. Los CFC fueron utilizados masivamente como agentes refrigerantes y dentro de los envases de aerosoles en los años 1970 y 1980, hasta que fueron prohibidos en 1987 en virtud del Protocolo de Montreal, tras el descubrimiento del agujero en la capa de ozono encima de la Antártida.
Este agujero se está tapando progresivamente y ONU Medio Ambiente calculaba en enero que podría ser colmado en unas cuatro décadas. El estudio revela, a partir del análisis de cinco gases CFC entre 2010 y 2020, que se han producido fugas durante la producción de los productos químicos que deben reemplazarlos, en particular los hidrofluorocarburos (HFC).
El Protocolo de Montreal prohíbe la emisión directa a la atmósfera de los CFC, pero no su uso en la producción de otros productos químicos, en calidad de materias primas o subproductos. Una reciente enmienda al Protocolo prevé ya la eliminación de esos gases que sustituyen a los clorofluorocarburos, pero algunos datos apuntan a su utilización ilegal.
Según Luke Western, de la Universidad de Bristol y del Laboratorio de Vigilancia Mundial, coautor del estudio, hasta ahora esas emisiones tuvieron un impacto modesto en la capa de ozono. Representan el equivalente a las emisiones de dióxido de carbono de Suiza en 2020, es decir, aproximadamente el 1% de las emisiones totales de gas de efecto invernadero de Estados Unidos. Esos datos representan por lo tanto una "alerta precoz", explica el estudio.
Ya en 2018 los científicos descubrieron que el ritmo de disminución de CFC había ralentizado a la mitad respecto al ritmo de los cinco años precedentes. Ciertas fábricas en el este de China parecían ser las culpables de ese repunte. Una vez la producción de CFC cesó en esa región, la reducción se reanudó.
El estudio publicado preconiza investigaciones complementarias para conocer dónde se encuentra la fuente precisa del aumento de emisiones de CFC.