Como si de una guerra se tratase, Pulgateca se unió al Club de Reparadores de Argentina y al Centro Cultural de España (CCE) en Costa Rica. Juntos crearon un grupo de resistencia llamado Reparatón, su misión es luchar contra la obsolescencia programada e impulsar la economía circular para disminuir el desperdicio al darle una segunda oportunidad a objetos cotidianos como bicicletas, computadoras y textiles.
El pasado sábado 10 de junio, en Casa Caníbal del CCE, se realizó una “batalla” en medio de tarjetas madre, chips y baterías. Esta Reparatón estuvo enfocada en computadoras y la actividad dio inicio a la misma hora que la fecha, a las 10 de la mañana. A pesar de que al inicio solo llegaron dos personas, poco a poco se fueron acercando más ciudadanos que querían darle una nueva vida a sus computadoras portátiles o laptops.
Algunos solo deseaban instalar el sistema operativo Linux, otros tenían computadoras con pantallas golpeadas o que no prendían sin estar conectadas a su cargador. Sin importar la condición de la máquina, los voluntarios del Reparatón estaban más que dispuestos a ayudarlos.
Si bien la actividad fue un éxito, ya que llegaron más personas de las que se esperaban, no estuvo exenta de complicaciones. Sin embargo, quienes asistieron al evento pasaron un gran rato, ya que incluso después de la actividad -mientras escampaban de la lluvia- se quedaron para seguir conversando sobre tecnología.
Reparar como forma de resistencia
Pulgateca nació en 2019, bajo la premisa de darle un nuevo uso a los objetos del día a día y combatir el consumismo. El proyecto tiene el interés de luchar en contra del concepto de la obsolescencia programada y, de esta manera, disminuir los residuos y el desperdicio que se genera.
“El objetivo es ir en contra de este concepto de manera lineal de comprar-tirar-comprar y posicionarse de otra manera ante el consumismo. También se busca encontrar maneras creativas de apropiarnos de la tecnología y de esto que es obsoletismo”, señaló Randall Saenz, co-creador de Pulgateca.
Es por eso que Pulgateca se concibe como una iniciativa de gestión sociocultural y bajo este concepto se han realizado distintas actividades, todas de manera voluntaria, orientadas en esta lucha. Saenz comentó que si bien el primer año de Pulgateca fue en 2019, cuando empezaron a integrar más talleres a la oferta, la pandemia vivida a partir del 2020 afectó al proyecto y no fue hasta 2022 que continuaron con las actividades.
En este 2023 ya se han realizado dos actividades. Una de ellas fue el Kit de Supervivencia para el Futuro, donde se trabajaron maneras creativas para no desechar los celulares. La otra es precisamente el Reparatón, la cual realizan en conjunto con el Club de Reparadores.
Johan Stolz, uno de los organizadores, comentó que Saenz creó un vínculo con el Club de Reparadores de Argentina y se planificó una iniciativa de Open Source. Esto significa que las personas que quieran reproducir el proyecto en otro lugar, tienen total libertad de realizarlo y además ellos brindan las herramientas sociales y organizativas para que puedan replicar el modelo.
Ahora bien, la organización Club de Reparadores es un proyecto que tiene un enlace directamente con el Club de Reparadores de Argentina. Su objetivo es hacer la versión costarricense de la iniciativa y mantener esa lucha contra el consumismo desde el territorio nacional. Este enlace se formó a inicios del 2023 y, a partir de este, fue cuando comenzaron los “reparatones”, que vienen a ser las versiones costarricenses de las ferias de reparación de Argentina y Europa.
Los reparadores es un equipo interdisciplinario que cuenta con personas voluntarias y parte del equipo de Pulgateca. Trabajan a partir de lo que las personas ya llevan: objetos que aún puedan funcionar y, por tanto, se puedan arreglar.
De hecho, los reparadores buscan darle una nueva vida a los objetos que se desechan por falta de conocimiento técnico y presentan un daño que es reparable. Textiles, bicicletas, electrodomésticos simples, artefactos sonoros y computadoras, son el tipo de cosas que se busca arreglar con esta iniciativa.
Las categorías se definen a partir de la reparabilidad de los objetos y la disponibilidad de las personas voluntarias. También se tiene la intención de promocionar el comercio local y a las personas que tienen algún negocio cercano, cuya información no es tan conocida.
Lo cierto es que se reparan mucho más que objetos. El Reparatón nace de la necesidad de compartir y hacer vínculos afectivos con otras personas, parte de hacer comunidad con la intención de compartir alrededor de la reparación. Saenz aseguró que en este espacio se les ayuda a las personas para que aprendan también un poco de cómo podrían arreglar sus propios artículos.
“Desde el lado técnico, varios de nosotros tenemos conocimiento en reparación de bicicletas o experiencia con software libre. Hemos aprendido cómo se pueden arreglar computadoras viejas, ya que esto también es una herramienta de supervivencia”, añadió Stolz.
En este momento, la Reparatón se encuentra en su segundo ciclo. Estos se realizan cada 15 días, cada fecha es temática y se extenderá hasta el mes de agosto. Luego se hará la evaluación del proyecto para poder mejorar los aspectos necesarios de cara a los próximos ciclos.
El objetivo es que esta iniciativa no se quede solamente en el centro del país. Los organizadores buscan generar información y así ayudar a las personas que quisieran realizar esta actividad en zonas alejadas de San José, para que más comunidades tengan las herramientas logísticas en esta lucha contra el consumismo.
Las fechas que quedan son 8 de julio (artefactos sonoros), 22 de julio (electrodomésticos), 5 de agosto (textiles) y 19 de agosto (computadoras). El cronograma se publica en: www.instagram.com/pulgatecacr/
Una compu a la vez
Aquella mañana, en Casa Caníbal, todo parecía normal hasta que los reparadores se percataron de un obstáculo justo cuando se comenzaron a repartir las computadoras: no había conexión a Internet.
Estamos tan acostumbrados a estar conectados a la red que se nos olvida su valor. Poco antes de que iniciara la actividad, todos notaron que no había Internet, ni señal de celular. Tampoco se le dio mayor importancia. A fin de cuentas, también es necesario tener ratos de desconexión en un mundo que se mueve a gran velocidad.
Fue hasta que Julio Villalobos requirió descargar algunos programas para resolver los problemas que presentaba una computadora, que se hizo necesario buscar conexión a Internet. Lo bueno es que el CCE facilitó sus instalaciones, y el WiFi, para continuar con la Reparatón. Solo se requirió cruzar la calle. Justo en el salón de al lado, alguien tocaba el piano, por lo que el silencio fue interrumpido por melodías que incluso eran relajantes.
Ya con acceso a la red, Villalobos pudo dedicarse a reparar una computadora infectada por un malware de criptomonedas. Este es un virus peligroso, en el que el atacante utiliza las computadoras de las víctimas para resolver algoritmos complejos y así minar criptomonedas sin que los usuarios se den cuenta.
Otro de los equipos tenía varias manchas de tinta en su pantalla, producto de caídas, y solo funcionaba si se conectaba a la corriente eléctrica. Aun así, esta computadora era una sobreviviente, ya que Villalobos encontró la manera de instalar el sistema operativo Linux para que pudiera tener una segunda vida, al menos por dos años más.
Los organizadores del Reparatón buscan hacer uso de software libre. El software privativo, como lo son la mayoría de las opciones comerciales, está programado para que sea cada vez más lento, por lo que los consumidores desechan sus equipos y generan más desperdicio. Es por eso que los respiradores se apoyan en el software libre como alternativa.
Desde virus por criptomonedas hasta equipos afectados por humedad, el problema al final no era lo importante, sino la intención de las personas de resistirse a tirar a la basura sus computadoras cuando aún podían repararlas.
Hablemos del villano: la obsolescencia programada
La obsolescencia programada es una técnica utilizada por las grandes empresas para fomentar el consumo y consiste en fabricar productos que tendrán una vida útil limitada, ya que sus componentes se volverán obsoletos rápidamente.
Lo que busca es que las personas desechen sus productos electrónicos, por ejemplo, para que compren artículos más nuevos, creando un ciclo de desperdicio que solo beneficia a unos cuantos y perjudica a muchos más, esto debido a la generación de desechos y la contaminación consecuente.
El problema no sólo yace en la gran cantidad de desperdicios que se producen. Cada vez que se fabrican más artefactos, se generan gases de efecto invernadero (GEI), los cuales afectan el clima, ya que la emisión de estos gases es la principal causa del calentamiento global y, por ende, del cambio climático.
Según un informe de Naciones Unidas, los residuos electrónicos generados en Latinoamérica aumentaron en un 49% del 2010 al 2019. Pasaron de 900.000 toneladas a 1,3 mega toneladas en el último año. En la región, Costa Rica destaca como el país que más basura per cápita produce: cada ciudadano costarricense genera 13,2 Kg de basura al año.
A nivel mundial se desecha el equivalente a 4.500 torres Eiffel de residuos electrónicos. Los desechos electrónicos, a pesar de ser pocos en comparación al resto, pueden ser mucho más peligrosos. Esto se debe a que pueden tener más de 100 componentes dañinos, según un informe de Naciones Unidas publicado en 2019. De hecho, se asegura que el 70% de residuos peligrosos en los vertederos son del sector electrónico.
Existen varios tipos de obsolescencia programada que son utilizados por las empresas para acortar la vida útil de sus productos y fomentar el consumismo. La más conocida es la obsolescencia funcional, donde se diseñan productos con componentes que se desgastan o fallan con el tiempo, obligando a los consumidores a reemplazarlos. Este es el caso de la batería de los celulares, las cuales duran cargadas cada vez menos.
También está la obsolescencia tecnológica, que ocurre cuando los avances tecnológicos hacen que los productos existentes sean rápidamente obsoletos, fomentando la compra de versiones más nuevas y actualizadas. Esto pasa con la mayoría de los dispositivos electrónicos como teléfonos, tabletas, computadoras, televisores, etc.
Estos son tipos de obsolescencia aplicados generalmente a artículos electrónicos; sin embargo, también existe el fast fashion, que se basa en la obsolescencia psicológica. Esta consiste en la creación de una sensación de insatisfacción en los consumidores, haciéndolos sentir que sus productos ya no están a la moda, lo cual impulsa a los usuarios a comprar ropa nueva, desechando la que ya tienen.
La ropa, por lo general, tiene una vida útil de 100-200 puestas. Sin embargo, las personas conservan las prendas menos tiempo. En promedio, los consumidores desechan la ropa después de tan solo siete u ocho usos.
Mientras los closets se abultan, la industria sigue sacando nuevas colecciones al mercado. De hecho, el número de prendas producidas anualmente se ha duplicado desde el año 2000, y superó por primera vez los 100.000 millones en 2014, lo que significa casi 14 prendas por habitante en el planeta.
En todo el mundo, las personas tiran a la basura $460.000 millones anuales al desechar ropa que podrían seguir usando. Según la organización Greenpeace, del 2000 al 2015, la cantidad de veces que la ropa es utilizada por las personas disminuyó considerablemente en un 36% .
De hecho, cada año, 100 millones de toneladas de nuevos textiles salen al mercado y también se desechan 92 toneladas de estos. De hecho, la industria de la moda es responsable del 10% de las emisiones mundiales de GEI.
Esto demuestra el gran problema que representa el fast fashion para el cambio climático. Y esto se agrava porque muchos textiles utilizan poliéster, un material que deviene de un tipo de resina plástica que se obtiene del petróleo y, por ende, no se descompone tan fácilmente.
Stolz comentó que la misma situación sucede con los electrodomésticos simples como una tostadora o una plancha de ropa. Están diseñados para que si se quema un fusible sea fácil de cambiar, pero la industria no enseña cómo hacerlo o dónde conseguir el repuesto, por lo que las personas prefieren desechar y comprar uno nuevo.
Es por eso que los organizadores del Reparatón buscan promover una cultura de economía circular. Este es un modelo económico en que la producción de materia prima y objetos no se basa en el desperdicio sino en la reutilización de los recursos, esto con el objetivo de minimizar la basura y utilizar los materiales lo más que se pueda, disminuyendo la contaminación.
Es más, este enfoque de circularidad también es una oportunidad para el surgimiento de nuevos modelos de negocio basados en la reutilización, la reventa, el alquiler y la reparación.
Sin embargo, no todo son malas noticias. Los residuos electrónicos representan una oportunidad de oro, literalmente, para una economía nueva. Esto es porque, según Naciones Unidas, en una tonelada de celulares inteligentes hay más oro que en una tonelada de mineral.
De hecho, los desechos electrónicos están valorados en $62.500 millones anuales, más que el Producto Interno Bruto (PIB) de algunos países. Es también tres veces el valor de la producción de todas las minas de plata del mundo.
Es por eso que la creación de plantas de reciclaje es una buena opción bajo este concepto de economía circular, que además crearía nuevos empleos y ayudaría a tener un modelo económico más sostenible con el ambiente.
Por el lado del usuario, el hecho de que la economía circular gane esta “batalla” contra el consumismo también beneficia el bolsillo. Según un informe del Foro Económico Mundial (FEM), un modelo circular en el mercado electrónico podría abaratar los costos en 7% para la próxima década, e incluso un 14% en el 2040.
Reparar antes que comprar
La Reparatón está tomando los primeros pasos en esta lucha, pero no pueden quedarse solos, ya que por el momento se encuentran en minoría frente al bando del consumismo. La mejor manera de unirse a ellos es reparando los artículos antes de comprar nuevos.
Unirse a esta lucha es positivo desde distintos puntos de vista. El más claro es defender al planeta de los residuos; pero también, muchas veces, reparar sale mucho más barato que comprar un artículo nuevo, sea electrónico o no. A medida que se domine más terreno en esta lucha, “los generales del consumismo” irán retrocediendo cada vez más y buscarán adaptarse a la situación, por lo que el modelo económico girará en torno a la reparación de objetos.
Si se gana esta batalla, todos se verán beneficiados, el planeta y los seres humanos, además de que se creará una economía inclusiva para que todas las personas puedan ser partícipes de ella de una manera más justa.
El “frente rebelde” tiene en la Reparatón una trinchera de lucha, nada más queda que más personas se sumen a la resistencia.