Conforme avanza el verano en el hemisferio norte, más se acerca el brazo de las petroleras al Ártico (área alrededor del Polo Norte) para extraer crudo bajo el mar congelado, en un movimiento que pone en peligro el frágil ecosistema de la región y el balance climático del planeta.
Tras una autorización emitida el pasado 11 de mayo por el gobierno estadounidense, la empresa anglo-holandesa Shell empezó a mover sus engranajes para volver al océano Ártico en busca de petróleo, tres años después de congelar sus operaciones petroleras por motivos de seguridad en el Mar de Chukchi, al norte de Alaska.
Esta exploración se sumaría a otra veintena de proyectos en el Polo Norte, desafiando a la ciencia climática, que recomienda no seguir extrayendo crudo ni gas del Ártico, donde hay reservas por 90.000 millones de barriles (13% del total del mundo).
Shell lleva años luchando por permisos para extraer petróleo del mar de Chukchi, una región que tanto la industria como los ambientalistas señalan como una de las más inhóspitas, por la ausencia de rutas terrestres o puertos de gran calado que permitan una operación de rescate o limpieza si ocurriese un derrame. La estación de la guardia costera más cercana se encuentra a 1.600 kilómetros de distancia.
Por este motivo, y porque la mayoría de los estudios climáticos recomiendan no explotar la mayoría de las reservas existentes de combustibles fósiles −para evitar un mayor calentamiento global−, el sector ambientalista advierte que la aprobación de la explotación petrolera tiene el potencial de convertirse en una crisis global.
Los análisis de la Oficina de Manejo de Energía Marítima de Estados Unidos, la encargada de dar los permisos en el ámbito federal, indican que existe un 75% de probabilidades de que ocurra un derrame significativo en los próximos 77 años.
Según estimaciones del gobierno estadounidense, en el mar de Chukchi puede haber cerca de 15.000 millones de barriles de crudo. Esto equivale a casi un 10% del total de petróleo existente en países como Irán o Iraq.
Si el plan de Shell se mantiene en curso, la petrolera podrá perforar el suelo oceánico a finales de julio.
La autorización levantó críticas de parte del sector ambientalista mundial e incluso una reprobación soslayada de la costarricense Christiana Figueres, quien lidera la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático.
Consultada −en conferencia de prensa− sobre el aval dado a Shell, Figueres dijo que no se referiría a las políticas internas de Estados Unidos, pero afirmó que el riesgo era muy alto.
“Hay que cuestionar la prudencia de avanzar con esta clase de inversiones. Es evidente que la ciencia climática está avanzando y progresando”
Christiana Figueres -Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático.
“Hay que cuestionar la prudencia de avanzar con esta clase de inversiones. Es evidente que la ciencia climática está avanzando y progresando”, agregó Figueres, según reportó The Washington Post.
Shell todavía debe recibir permisos federales y estatales; además, la aprobación del Departamento del Interior está condicionada a recibir esas otras autorizaciones.
La explotación petrolera pondrá en peligro el ecosistema del mar de Chukchi, afectará las capas de hielo y contribuirá al calentamiento global, como consecuencia, el planeta se alejará de la meta de emisiones que fijaron los científicos.
DE CAMINO
Como la mayoría de las exploraciones árticas ubicadas lejos de puertos de gran calado, el proyecto de Shell necesita un puerto donde poder guarecer su flotilla de 25 naves durante el invierno. Hasta ahora, la solución que ha surgido ha sido utilizar los atracaderos de Seattle, al noroeste de Estados Unidos.
La presencia de la flotilla en Seattle ha generado protestas, que se dispararon por la llegada de la gigantesca plataforma petrolera Polar Pioneer (Pionero polar, en inglés), de 120 metros de alto. El 16 de mayo, docenas de activistas se lanzaron en kayaks a las heladas aguas de Seattle, para protestar por la presencia de la plataforma.
Los activistas organizaron la manifestación “Paddle in Seattle” (Remar en Seattle) y navegaron alrededor de la plataforma en los kayaks, junto a otras embarcaciones amigables con el ambiente, como veleros y un bote impulsado por energía solar llamada The People’s Platform (La plataforma del pueblo).
La llegada del Polar Pioneer fue la culminación de meses de confrontaciones entre la autoridad portuaria y los opositores a la presencia de la plataforma en la ciudad, entre los que están el concejo municipal y el alcalde. El propio puerto le solicitó días antes a Shell, no llevar la plataforma hasta que lograra resolver varios trámites legales que están en proceso.
El alcalde Ed Murray ha dicho ante varias instancias que no quiere tener la plataforma en la ciudad.