La biodiversidad y sus servicios ecosistémicos son considerados como motores de desarrollo sostenible; sin embargo, su pérdida y degradación en pleno Antropoceno han reflejado la necesidad de incorporar medidas de conservación y usos sostenible que permitan acciones hacia una gobernanza adaptativa frente a los impactos del inminente cambio climático, considerando un enfoque downscalling (desde lo local hasta lo global).
Dicho lo anterior, es en el mismo territorio donde se evidencian las sinergias y disyuntivas que existen entre biodiversidad y cambio climático, superando las barreras provenientes de las aproximaciones científicas globales y regionales. Esta perspectiva abre paso a nuevos modos de conocimiento que permeen dos de las visiones principales en este abordaje: por una parte, la biodiversidad se ve impactada por los efectos directos e indirectos del cambio climático pero, al mismo tiempo, la biodiversidad per sé es una herramienta de innovación frente al fenómeno, optimizando la capacidad de resiliencia en el territorio.
Esta segunda visión permite que el bienestar sea el centro de la gestión de la biodiversidad y del cambio climático, pues a fin de cuestas el objetivo de todas las naciones es promover calidad de vida y calidad ambiental en sus territorios a través de una sostenibilidad de los recursos. Solucionar en base a la naturaleza ha sido la prioridad de innumerables entidades multilaterales, así como también del Convenio de Diversidad Biológica (CDB) y de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC).
Sin embargo, la invisibilidad económica es lo que ha ocasionado que el capital natural se vea afectado por diversas transformaciones y cambios que surgen desde el territorio como la modificación del uso del suelo, promoción de modelos extractivistas y cambios sistemáticos en las políticas públicas; modificando ciclos de comportamiento ecosistémico y climático.
Pensar en la biodiversidad como respuesta al cambio climático, es analizar la necesidad de un cambio estructural a nivel institucional y sectorial que defina nuevos patrones nacionales (con variables locales y regionales) para incorporar la gestión de la biodiversidad y servicios ecosistémicos como principal motor de desarrollo frente a los escenarios de cambio climático. En este orden de ideas, la Adaptación basada en Socioecosistemas, ha generado avances importantes en comunidades piloto a nivel mundial, logrando una conexión sin precedentes entre bienestar, sociedad y entorno.
Implementar este tipo de enfoques en Latinoamérica ha sido un esfuerzo de cooperación internacional, el cual ha dado ya, grandes progresos en la relación institución-comunidad-gobierno en varias naciones de la región, y para enfatizar la prioridad regional respecto al tema, la mayor parte de las Contribuciones Nacionales presentadas en la COP21, incluyen este enfoque así como también la variable de biodiversidad, tanto en el capítulo de adaptación como de mitigación.
Bajo todo este contexto, es fundamental resaltar la necesidad de crear capacidades adaptadas a los modos de conocimiento existentes en cada territorio, incorporando no solo a científicos y técnicos, sino también a tomadores de decisión y comunidades en este proceso.
La biodiversidad es una responsabilidad colectiva y en pleno Antropoceno donde la fósil-dependencia es el pilar mundial de la economía, cambiamos el destino en pro de nuestra propia extinción. Por ello, debemos generar imaginarios de un futuro sostenible en el que usemos la innovación (para dejar de reaccionar) y la gestión de conocimiento (para aumentar la capacidad adaptativa).