Desde 1980, los costarricenses no experimentaban un año tan alto en exposición a olas de calor como lo fue el 2019. Es más, 7 de los 10 años de mayor exposición se han producido desde 2010.

La población más vulnerable a estas olas de calor son los adultos mayores de más de 65 años, pero también los modos de subsistencia se ven amenazados, ya que el calor está afectando cada vez más la capacidad de las personas a trabajar al aire libre.

De hecho, el año pasado se perdieron 39,4 millones de horas de capacidad laboral potencial debido a una mayor exposición a olas de calor, lo cual representa la segunda pérdida anual más alta desde 1990. Casi 15 millones de esas pérdidas se dieron en el sector agrícola, lo cual tiene consecuencias en la seguridad alimentaria. En promedio, se dio un aumento del 37% en las horas anuales perdidas en 2015-2019 con respecto a la línea de base de 1990-1994.

Los datos se desprenden del quinto informe anual de The Lancet Countdown, el cual hace un seguimiento a más de 40 indicadores que vinculan la salud y el cambio climático. El reporte cuenta con la autoría de 120 académicos y médicos pertenecientes a más 35 instituciones -entre ellas, la Organización Mundial de la Salud (OMS)- y liderados por el University College de Londres.

Los datos de Costa Rica reflejan una tendencia mundial. En los últimos 20 años, por ejemplo, se ha producido un aumento del 53,7% de la mortalidad relacionada con el calor en personas mayores de 65 años, alcanzando un total de 296.000 muertes en 2018. En términos de rendimiento económico, el impacto de las olas de calor se traduce en más de 302.000 millones de horas de capacidad laboral potencial perdidas en 2019.

“El cambio climático abre una cruel brecha que aumenta las desigualdades sanitarias existentes entre - y dentro de – los países. Nuestro informe muestra que, al igual que en el caso de COVID-19, las personas mayores son particularmente vulnerables, y aquellos con una gama de condiciones preexistentes, incluyendo asma y diabetes, sufren riesgos aún mayores”, manifestó Hugh Montgomery, copresidente de The Lancet Countdown y médico de cuidados intensivos.

Los espacios verdes urbanos ayudan a reducir la exposición al calor, aparte de mejorar la salud y bienestar de las personas. Lamentablemente, y según el informe, más de 156 millones de personas viven en zonas urbanas grandes (de más de 1 millón de personas) con niveles “preocupantemente” bajos de espacios verdes.

“Si bien la mitigación climática es vital, América Latina tendrá que prestar más atención a cómo puede adaptarse y brindar resiliencia a los impactos actuales. Esto significa diseñar ciudades más saludables y asegurarnos de que nuestros sistemas de salud estén mejor preparados”, destacó Stella Hartinger, directora del Centro Regional The Lancet Countdown para Sudamérica.

La seguridad alimentaria también se está viendo amenazada por el aumento de las temperaturas y el incremento en la frecuencia de fenómenos extremos como sequías e inundaciones. El potencial de rendimiento mundial de los principales cultivos disminuyó entre 1,8% y 5,6% entre 1981 y 2019.

En el caso de Costa Rica, y según datos de The Lancet Countdown, en el 2019 se experimentó una reducción de 3,3% en maíz y 2,2% en arroz en la duración de crecimiento en comparación con la línea de base de 1981-2010. “Una duración de crecimiento de los cultivos más corta significa que los cultivos maduran demasiado rápido, lo que da lugar a rendimientos inferiores a la media”, explicaron los autores en el informe.

“Con 1,2°C de calentamiento, el continente ya está experimentando múltiples impactos en la salud por el calor extremo y estos solo empeorarán a menos que el mundo cambie de rumbo”, subrayó Hartinger.

Enfermedades infecciosas

El otro gran tema abordado en el informe es el relativo a enfermedades infecciosas, ya que el cambio climático está propiciando condiciones más favorables para la propagación de enfermedades como el dengue y la malaria, “lo que pone en riesgo décadas de progreso en la lucha contra estas enfermedades”.

La susceptibilidad climática global de transmisión del dengue ha aumentado 15% desde 1950. Costa Rica ha experimentado un aumento del 7% entre 1950-1954 y 2014-2018. En Perú y Brasil, por ejemplo, esa idoneidad climática ha aumentado en 5% y 6% respectivamente.

En cuanto a la malaria, enfermedad también transmitida por un mosquito, la idoneidad climática para la transmisión en zonas montañosas ha aumentado en 39% en la región africana y en 150% en la región del Pacífico Oeste desde la década de 1950.

Asimismo, los impulsores del cambio climático -como la deforestación y otros cambios en el uso del suelo- pueden también conllevar riesgos de enfermedades zoonóticas (transmitidas de animales a personas) que pudieran, incluso, escalar a epidemias y pandemias.

“Si queremos reducir el riesgo de futuras pandemias, debemos dar prioridad a la acción para la crisis climática, una de las fuerzas más poderosas causantes de zoonosis hoy en día. Ahora es el momento de tomarnos los determinantes medioambientales de la salud más en serio: todos y cada uno de nosotros debemos combatir la emergencia climática, proteger la biodiversidad y fortalecer los sistemas naturales de que nuestra civilización depende. No podemos permitirnos el lujo de ignorar este momento. Tal y como hemos visto con COVID-19, un retraso en la acción causará muertes evitables”, comentó Richard Horton, editor jefe de The Lancet.

Calidad del aire

El calor y las condiciones de sequía también están relacionados a la vulnerabilidad ante incendios forestales, lo cual impacta a la salud de las personas debido a la inhalación de material particulado que daña el corazón y los pulmones.

Según el informe, unos 128 países han visto aumenta su exposición a incendios forestales desde la década del 2000. Brasil, por ejemplo, ha experimentado un aumento del 28% en la cantidad de días en los cuales su población estuvo expuesta a un incendio forestal de riesgo muy alto o extremo, esto desde la década del 2000.

Perú, por su parte, ha vivido un aumento del 24% en la misma métrica, así como un aumento del 85% en la exposición diaria anual de la población a los incendios forestales. En cuanto a Chile, este país ha experimentado un aumento del 148% en la exposición diaria anual a incendios forestales en los últimos 20 años.

La dependencia a los combustibles fósiles para electricidad y transporte, principales catalizadores del incremento en los gases de efecto invernadero (GEI), está causando siete millones de muertes anuales a causa de la contaminación del aire. Chile, Perú y Brasil ven miles de muertes prematuras anualmente debido a la contaminación del aire por partículas finas (PM2.5), siendo el transporte basado en combustibles fósiles el factor más importante.

Capacidad de respuesta

El informe también analiza la capacidad de respuesta que tienen los países, desde sus sistemas de salud, para lidiar con las consecuencias derivadas de los fenómenos meteorológicos extremos, la contaminación del aire y los brotes de enfermedades infecciosas.

En 2019, Costa Rica ejecutó el 67% de su marco nacional de emergencia sanitaria (definido en el Reglamento Sanitario Internacional), lo que representa una mejora con respecto a 2018 (ese año, la implementación fue 27%). “Pero sigue reflejando un bajo nivel de capacidad para detectar y preparar emergencias sanitarias y responder a ellas”, se lee en el segregado por países de The Lancet Countdown.

La realidad costarricense no dista de la mundial. La capacidad sanitaria para gestionar estos impactos es insuficiente, a pesar de las mejoras. Solo la mitad de los países cuentan con planes nacionales de salud y clima. De estos, solamente cuatro tienen financiamiento suficiente y menos de la mitad ha realizado evaluaciones sanitarias de vulnerabilidad y adaptación.

“A no ser que cambiemos de rumbo, nuestros sistemas sanitarios corren el riesgo de verse desbordados en el futuro. Los devastadores incendios forestales en Estados Unidos de este año y los huracanes y tormentas tropicales en el Caribe y el Pacífico, coincidiendo con la pandemia, han ilustrado de manera trágica el hecho de que el mundo no puede permitirse el lujo de enfrentarse a las crisis de una en una”, destacó Ian Hamilton, director ejecutivo de Lancet Countdown.

Oportunidad tras COVID-19

Para los autores, los planes de recuperación tras la pandemia suponen una oportunidad para enlazar salud y cambio climático. Una respuesta unificada y conjunta a las crisis convergentes ofrece la oportunidad de mejorar la salud pública, crear una economía sostenible y proteger el medio ambiente”, se lee en el informe.

“Se están invirtiendo miles de millones globalmente en ayudas económicas y paquetes de estímulos, y existe una verdadera oportunidad de alinear las respuestas a la pandemia y el cambio climático y declarar una triple victoria: una que mejore la salud pública, cree una economía sostenible y proteja el medio ambiente”, comentó María Neira, directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de OMS.

“Pero el tiempo apremia. Si no nos enfrentamos a estas crisis convergentes a la vez, se bloqueará una gran cantidad de combustibles fósiles, situando el objetivo mundial de 1,5C lejos de nuestro alcance y condenando al planeta a un futuro lleno de riesgos para la salud provocados por el clima”, continuó.

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