La industria alimentaria contribuye al cambio climático mucho más de lo que se creía. Las emisiones derivadas de la producción mundial de alimentos podrían incrementar la temperatura global a 1,5°C a mediados de siglo y casi 2°C a finales del mismo, incluso si las emisiones de los combustibles fósiles terminaran inmediatamente.
Para tratar de frenarlo, se habla de cinco cambios urgentes: cultivar de forma más eficiente, ayudar a los agricultores de los países de bajos ingresos a aumentar su rendimiento, comer alimentos más sanos, evitar el exceso de comida y desperdiciar menos alimentos.
En el 2018, las actividades relacionadas con la producción y el consumo de alimentos produjeron el equivalente a 16.000 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono, un tercio del total producido por el hombre y un aumento del 8% desde 1990.
El dato tiene en cuenta las emisiones vinculadas no sólo a la producción de ganado y cultivos, sino también a los cambios en el uso de la tierra, así como a la fabricación, el procesamiento, el almacenamiento, el transporte y la eliminación de residuos.
"Observar todo el sistema alimentario no sólo puede iluminar las oportunidades de reducir las emisiones de la agricultura, sino también mejorar la eficiencia en toda la cadena de suministro”, dijo Matthew Hayek, autor de un estudio publicado en Environmental Research Letter.
Este estudio reveló que, si bien las emisiones totales de los sistemas alimentarios aumentaron entre 1990 y 2018, el crecimiento de la población y el cambio de las tecnologías significaron que las emisiones per cápita en realidad disminuyeron: pasaron de 2,9 toneladas métricas a 2,2 toneladas métricas por persona.
Sin embargo, el consumo per cápita no es igual en todo el mundo. Las emisiones per cápita en los países desarrollados, de 3,6 toneladas métricas por persona en 2018, fueron casi el doble que las de los países en desarrollo.
Los investigadores también observaron que la conversión de ecosistemas naturales en tierras de cultivo o pastos agrícolas siguió siendo la mayor fuente de emisiones durante el periodo analizado, con casi 3.000 millones de toneladas métricas al año. No obstante, se redujo significativamente con el tiempo, en más de un 30%, posiblemente en parte porque nos estamos quedando sin tierra para convertir.
Por otro lado, las emisiones globales del transporte doméstico de alimentos han aumentado casi un 80% desde 1990, hasta los 500 millones de toneladas en 2018. Esas emisiones casi se han triplicado en los países en desarrollo.
La huella del transporte
Otro estudio, publicado en Nature Food, detalla más en la huella del transporte. Los investigadores calcularon que el transporte de alimentos corresponde a unas 3 gigatoneladas de emisiones anuales, lo que equivale al 19% de las emisiones relacionadas con la alimentación.
"Las emisiones del transporte de alimentos suponen casi la mitad de las emisiones directas de los vehículos de carretera", dijo Mengyu Li, quien es la autora principal del estudio.
El análisis incorporó 74 países (de origen y de destino); 37 sectores económicos (como hortalizas y frutas; ganadería; carbón y fabricación); distancias de transporte internacional y nacional; y masas de alimentos.
Aunque China, Estados Unidos, India y Rusia son los principales emisores del transporte de alimentos, en general, los países de renta alta contribuyen de forma desproporcionada. Países como Estados Unidos, Alemania, Francia y Japón constituyen el 12,5% de la población mundial y, sin embargo, generan casi la mitad (46%) de las emisiones del transporte de alimentos.
Australia es el segundo mayor exportador de emisiones del transporte de alimentos, dada la amplitud y el volumen de su producción primaria.
En este sentido, los investigadores afirman que, especialmente entre los países ricos, los mayores emisores de transporte de alimentos per cápita, comer alimentos cultivados y producidos localmente debería ser una prioridad.
Asimismo, las emisiones del transporte también dependen del tipo de alimento. En el caso de las frutas y verduras, por ejemplo, el transporte genera casi el doble de emisiones que la producción. Las frutas y las hortalizas constituyen en conjunto más de un tercio de las emisiones del transporte de alimentos.
"Como las verduras y las frutas requieren un transporte a temperatura controlada, sus emisiones por kilómetro alimentario son más elevadas", explicó Li.