No más iniciando el mes de julio, el huracán Beryl fue elevado a categoría 4 a su llegada al sudeste del Caribe, específicamente a la isla Carriacou de Granada.

Al nombrarlo con categoría 4, el Centro Nacional de Huracanes (NHC) de Estados Unidos está advirtiendo sobre lo “extremadamente peligroso” que puede ser este ciclón, cuyos vientos alcanzan los 200 kilómetros por hora (km/h).

Barbados, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, Granada y Tobago están bajo alerta de huracán mientras que para Martinica, Dominica y Trinidad rige una advertencia por tormenta tropical.

Beryl es el primer huracán en llegar a la categoría 4 en el mes de junio, según evidencian los registros del NHC. Según Michael Lowry, especialista en huracanes y experto en mareas de tempestad, es inusual ver una tormenta tan potente al inicio de la temporada de huracanes que se extiende desde junio hasta noviembre en el océano Atlántico.

“Sólo se han registrado cinco huracanes importantes (categoría 3 o mayor) en el Atlántico antes de la primera semana de julio”, escribió desde su cuenta en X.

Antecediendo a Beryl, se registró la tormenta tropical Alberto que dejó al menos cinco muertos en el norte de México y las autoridades mexicanas ya lanzaron una alerta por la tercera tormenta de la temporada: Chris.

La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) ya lo había pronosticado: se espera una temporada extraordinaria, se prevén entre 17 y 25 tormentas con nombre, con la posibilidad de formación de cuatro a siete huracanes de categoría 3 o superior. Sobre las razones detrás, la agencia estadounidense citó las temperaturas cálidas del océano Atlántico y las condiciones relacionadas al fenómeno de La Niña.

Mientras los científicos se esfuerzan por brindar pronósticos que alerten a las personas a tomar medidas, lo cierto es que estas tormentas suelen golpear a los más vulnerables y entre ellos están los niños, las niñas y los adolescentes.

El mes de julio inició con la noticia de que el huracán Beryl ya es categoría 4. (Foto: NOAA).

Niños en el ojo del huracán

Según la organización Save the Children, alrededor de 35 millones de menores de edad viven en zonas expuestas a los huracanes que se forman en el Atlántico. El cálculo se hizo a partir del histórico de las trayectorias de huracanes, ciclones categoría 1 o mayores, en manos de NOAA. Eso permitió identificar las zonas de América Latina y el Caribe así como de Estados Unidos y Canadá por donde suelen pasar los ciclones. Posteriormente se consultaron bases de datos para conocer la cantidad de menores de edad que viven en esos sitios.

Los niños, niñas y adolescentes no sólo se encuentran en la “ruta de los huracanes”, sino que los ciclones son cada vez más intensos y devastadores debido a que el mar Caribe está cada vez más caliente a causa del calentamiento global.

Las tormentas que se desplazan por aguas oceánicas más cálidas absorben más vapor de agua y calor, lo que acelera la velocidad del viento y puede causar más daños si la tormenta toca tierra. Lamentablemente, la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas siguen contribuyendo con emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que favorecen el calentamiento de la atmósfera y el océano.

“En última instancia, es el cambio climático inducido por el hombre y la incapacidad de limitar el calentamiento de las temperaturas lo que está provocando estos fenómenos y poniendo en peligro los derechos y las vidas de los niños, niñas y adolescentes”, señaló Moa Cortobius, asesora regional de cambio climático de Save the Children para América Latina y el Caribe. 

“Necesitamos medidas ambiciosas y urgentes para limitar el calentamiento de las temperaturas a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, o las consecuencias, ya dramáticas, para la salud, la seguridad y el bienestar de los niños, niñas y adolescentes se intensificarán aún más”, agregó.

La otra variable que pesa en esta ecuación de daños y pérdidas es la desigualdad. Las desigualdades en los ingresos, la riqueza y el poder a menudo están interrelacionadas con las desigualdades sociales y la discriminación en todas sus dimensiones.

Si a estas desigualdades se les suma un riesgo climático cada vez mayor, lo que se obtiene es una población infantil y juvenil desprotegida cuando azota un evento extremo, ya que cuentan con menos recursos económicos y sociales para recuperarse.

No sólo eso, el binomio cambio climático y desigualdad es un multiplicador de riesgos múltiples y superpuestos. Ejemplo de ello es la actual crisis mundial de alimentos, nutrición y coste de la vida, la cual está provocando que 345 millones de personas en 82 países se enfrenten a una escasez de alimentos e inseguridad alimentaria, lo cual afecta el desarrollo de la población infantil y juvenil.

Según un informe, también elaborado por Save the Children, cerca de 774 millones de menores de edad -un tercio de la población infantil del mundo- sufren el doble impacto de la pobreza y el alto riesgo climático.

En América Latina y el Caribe ese número es 39 millones de niños, niñas y adolescentes. No es para menos en una de las regiones más desiguales del mundo, donde el 10% de la población más rica obtiene ingresos 27 veces superiores a los del 50% más pobre y acumula más del 55% de los ingresos totales.

Aparte de lidiar con la pobreza y el riesgo climático, unos 10,9 millones de niños y niñas además deben lidiar con conflictos en sus territorios que los obligan a desplazarse, exponiéndose a más violencia, explotación y abuso.

“El cambio climático es como un monstruo que nos destruye. Hay tormentas, huracanes, hace mucho calor, llueve mucho”, respondió una joven colombiana de 15 años a los encuestadores de Save the Children cuando la entrevistaron, en un esfuerzo que alcanzó a 54.500 niños y niñas de 41 países realizado entre mayo y agosto de 2022.

Alrededor de 126 millones de personas -de las cuales casi tres de cada 10 son niños, niñas y adolescentes- viven en zonas propensas a los huracanes en América Latina y el Caribe, Estados Unidos y el este de Canadá. (Cruz Roja de Honduras, imagen con fines ilustrativos).

Particularmente vulnerables y expuestos

Los niños, niñas y adolescentes no sólo sufren el mayor impacto de la crisis climática debido a la etapa de desarrollo físico y emocional en que se encuentran sino también porque vivirán más tiempo a merced de los impactos.

Según el informe Nacer en un mundo en crisis climática, también laborado por Save the Children, una persona nacida en 2020 será testigo de, en promedio, 2 veces más incendios forestales; 2,8 veces más pérdidas de cosechas; 2,6 veces más eventos de sequía; 2,8 veces más inundaciones fluviales; y 6,8 veces más olas de calor a lo largo de su vida en comparación con una persona nacida en 1960.

En América Latina y el Caribe, los niños y niñas nacidos en 2020 experimentarán hasta 4,5 veces más olas de calor, unas 2,5 veces más pérdidas de cosechas y dos veces más sequías, en comparación con los nacidos en 1960.

Esto responde al incremento de la temperatura. En la región, las temperaturas aumentaron en promedio 0,2°C por década entre 1991 y 2021, en comparación con 0,1°C entre 1961 y 1990.

Por su parte, las pérdidas económicas y humanas ocasionadas por el cambio climático son cada vez mayores en esta parte del mundo: entre los años 2000 y 2019, seis países latinoamericanos se situaron entre las 10 naciones más afectadas en términos de pérdidas promedio por unidad de Producto Interno Bruto (PIB) como resultado de eventos extremos, y cuatro se situaron entre los 10 primeros en términos de promedio de víctimas mortales por cada 100.000 habitantes.

Asimismo, la migración inducida por el clima está aumentando. Seis de los 10 primeros países y territorios del mundo que presentan el mayor promedio anual de desplazamientos internos per cápita se encuentran en el Caribe.

América Latina y el Caribe también presenta riesgos diferenciados en género y poblaciones indígenas. “La desigualdad y la discriminación provocan que las niñas sean especialmente vulnerables a los trastornos de salud, económicos y de seguridad resultantes de la crisis climática”, se lee en el informe.

“Las comunidades más afectadas por la desigualdad, como los pueblos indígenas y sus hijos, son también aquellas que cuentan con menor poder para impulsar el cambio y la acción climática debido a su marginación política y económica. Cuando lo logran, a menudo corren el riesgo de ser atacados por poderosos intereses que son los principales responsables de la destrucción del medio ambiente y de la emergencia climática”, destacaron los autores.

No obstante, los números cambian sustancialmente a nivel mundial si tan sólo se limitara el calentamiento a 1,5 °C con respecto de los niveles preindustriales: la exposición adicional a lo largo de la vida de los nacidos en 2020 se reducirá un 45 % para las olas de calor, un 39 % para las sequías, un 38 % para las inundaciones fluviales, un 28 % para las pérdidas de cosechas y un 10 % para los incendios forestales.

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