La biodiversidad está integrada por la variedad y abundancia de especies así como la extensión y calidad de los ecosistemas donde estas habitan. En 46 años, las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios han disminuido a nivel global.
En América Latina y el Caribe, esa pérdida fue de 94%.
Así lo dio a conocer la organización World Wild Fund (WWF) en su informe Planeta Vivo 2020, tras medir la abundancia de aproximadamente 21.000 poblaciones de animales desde 1970 hasta 2016.
“La conclusión es clara: la naturaleza está siendo transformada y destruida a una velocidad sin precedentes en la historia, con un costo muy alto para el bienestar del planeta y de la humanidad. La pérdida de biodiversidad es un auténtico reto para la economía, el desarrollo y la seguridad global”, declaró Roberto Troya, director de WWF para América Latina y el Caribe.
En la región, los grupos que presentaron tendencias negativas fueron los reptiles, anfibios y peces. Los reptiles, por ejemplo, se ven afectados por el cambio de uso de suelo y la sobreexplotación, mientras que los peces de agua dulce sufren debido a la fragmentación del hábitat derivada del desarrollo de proyectos hidroeléctricos. En cuanto a los anfibios, las enfermedades y la pérdida de hábitat son las mayores amenazas.
El informe también alertó sobre el creciente riesgo de extinción de las especies vegetales. De hecho, la cantidad de especies vegetales extintas es el doble que la cantidad de mamíferos, aves y anfibios extintos.
Se calcula que una de cada cinco especies vegetales -alrededor del 22%- se encuentra en peligro de extinción, la mayoría de ellas se hallan en los trópicos.
De hecho, América Latina es el doble de rica en especies vegetales que África, según un estudio recientemente publicado en Science Advances. Mientras la región Afrotropical registra 56.451 especies, Latinoamérica reporta 118.308 especies de plantas vasculares en un área similar en tamaño.
“Esta información, combinada con la mejor información disponible de grupos de animales relativamente conocidos, deja claro que América Latina alberga al menos un tercio de la biodiversidad total del mundo”, señalaron los autores y agregaron: “Esta información es especialmente esencial, ya que la rápida destrucción de los ecosistemas en todo el trópico significa que será difícil recopilar datos adicionales”.
Impacto humano
Según el informe de WWF, el 75% de la superficie terrestre ya ha sido alterada por el ser humano. De hecho, se han perdido más del 85% de los humedales.
En América Latina y el Caribe, los motores de la degradación son la pérdida de hábitat (51,2%), la sobreexplotación de especies (21,8%), el cambio climático (12,5%), las especies invasoras (12,2%) y la contaminación (2,3%).
De hecho, el cambio de uso de suelo para producir alimentos es una de las principales causas. La producción de alimentos, según WWF, tiene un alto costo para el ambiente ya que es el responsable del 80% de la deforestación global, el 70% de la pérdida de biodiversidad terrestre, el 29% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, el 70% del uso del agua y el 50% de la pérdida de biodiversidad acuática.
La transformación de hábitats nativos prístinos -como bosques, praderas y manglares- en sistemas agrícolas implica la modificación del entorno donde habitan las especies por remoción completa, fragmentación o reducción de la calidad del hábitat.
El otro que sufre es el suelo. Sin la biodiversidad del suelo, los ecosistemas terrestres pueden colapsar, ya que el 90% de los organismos vivos -incluidos algunos polinizadores- pasan parte de su vida en este.
“Además de la producción de alimentos, la biodiversidad del suelo proporciona una amplia gama de funciones y servicios de los ecosistemas, incluida la retención y purificación del agua, el ciclo de los nutrientes, la degradación de algunos contaminantes y la regulación de los gases de efecto invernadero, así como el mantenimiento de plantas y animales”, dijo Luis Germán Naranjo, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia.
En este sentido, los autores del informe urgen a tomar acciones para transformar el sistema alimentario al apostar por prácticas agroecológicas, reducir el uso de químicos, fertilizantes y pesticidas así como proteger los suelos y a los polinizadores.
La sostenibilidad de la producción es una forma de invertir en la seguridad alimentaria. De continuar como hasta ahora, al 2050, la humanidad requerirá entre 10 y 25% de superficie adicional para cultivos.
¿Qué hacer?
El informe retoma los hallazgos del estudio elaborado por Instituto Internacional de Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA), publicado en Nature, en donde se explora si las metas mundiales para frenar la biodiversidad son suficientemente ambiciosas como para revertir las tendencias actuales.
Lo cierto, según el estudio, es que se requiere una acción ambiciosa e integrada que combine los esfuerzos de conservación y restauración con una transformación del sistema alimentario.
El estudio esboza una serie de escenarios. En uno de ellos se habla de la necesidad de que el 40% de las áreas terrestres estén protegidas y se restaure el 8% de las tierras degradadas, aparte de planificar el uso de la tierra de manera que se equilibren los objetivos de producción y conservación.
Los esfuerzos de conservación y restauración por sí solos son insuficientes, por lo que el estudio recomienda transformar el sistema alimentario en el sentido de reducir el desperdicio de alimentos, apostar por dietas cuyo impacto ambiental sea menor, promover una mayor intensificación del agro e incentivar el comercio sostenible.
“Además descubrimos que los esfuerzos de conservación y restauración por sí solos podrían aumentar el precio de los productos alimenticios, lo que podría obstaculizar los futuros progresos en la eliminación del hambre”, manifestó Michael Obersteiner, investigador del IIASA y director del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford.
Cuando a los esfuerzos de conservación y restauración se le une la transformación del sistema alimentario, los investigadores observaron que los posibles impactos adversos sobre la seguridad alimentaria se desactivaban. Además, la combinación de los tres paquetes de medidas resultaría en beneficios colaterales como la mitigación del cambio climático, la reducción de la presión sobre los recursos hídricos, la disminución del exceso de nitrógeno reactivo en el medio ambiente y una mejor salud.
Eso sí, los investigadores destacaron que una verdadera reversión del declive de la biodiversidad requerirá medidas que también aborden el cambio climático.
“Si no se mitigan las nuevas amenazas a la biodiversidad, como el cambio climático y las especies invasoras, estas pueden llegar a ser tan importantes como el cambio de uso de la tierra -la mayor amenaza a la biodiversidad hasta la fecha- en el futuro. Para que la pérdida de biodiversidad sea verdaderamente curvada hacia abajo, será necesario que la mitigación del cambio climático sea ambiciosa y que se aprovechen las sinergias con la biodiversidad, en lugar de seguir erosionando la biodiversidad”, destacó Andy Purvis, profesor del Imperial College de Londres e investigador del Museo Nacional de Historia del Reino Unido.
“Este estudio muestra que el mundo todavía puede ser capaz de estabilizar y revertir la pérdida de la naturaleza. Pero, para tener alguna posibilidad de hacerlo antes del 2030, necesitaremos hacer cambios transformadores en la forma en que producimos y consumimos alimentos, así como esfuerzos de conservación más ambiciosos. Si no hacemos esto, y continuamos como hasta ahora, terminaremos con un planeta que no puede soportar las generaciones actuales y futuras”, comentó Mike Barrett, coautor del estudio y director de Ciencia y Conservación de WWF en Reino Unido.