En la búsqueda por entender y preservar la biodiversidad, Costa Rica ha dado un gran paso con el proyecto “BioAlfa” (Bioalfabetización para todos). Este proyecto tiene como objetivo inventariar la biodiversidad multicelular mediante códigos de barras de la vida, abarcando principalmente las áreas silvestres protegidas de las 11 áreas de conservación, así como terrenos privados con bosques y cultivos orgánicos. Pero, ¿a qué nos referimos con códigos de barras de la vida?

La codificación del ADN, conocida también como códigos de barras de la vida, es un método que usa segmentos cortos y estandarizados de ADN para identificar especies. Esto se logra gracias a que cada especie tiene su propio y único código de barras, así como cada uno de nosotros tiene huellas dactilares únicas.

Esta codificación no es solamente utilizada para fines de investigación, ni lo debería de ser, sino que también puede ayudar a abordar problemas con amplios impactos en todas las áreas en las que la sociedad interactúa con la biodiversidad.

La iniciativa de BioAlfa, además de conocer y catalogar la riqueza natural de nuestro país, quiere integrar ese conocimiento en la dinámica social, promoviendo así una gobernanza basada en una comprensión profunda de la diversidad biológica. Este proyecto tiene el potencial de poder influir en la formulación de políticas ambientales, ya que proporciona datos y conocimientos necesarios. 

La generación de conocimiento taxonómico a través de la codificación de ADN proporciona información crítica sobre la biodiversidad de una región específica, como -por ejemplo- la identificación de especies endémicas y en peligro de extinción. Esta información puede revelar la presencia de especies que no habían sido documentadas previamente en ciertas áreas. Con esta información, se pueden tomar decisiones que van desde declarar la zona como área protegida e implementar programas específicos de conservación, hasta fomentar la educación y la sensibilización pública.

En este sentido, ese conocimiento permite a los responsables políticos tomar decisiones informadas sobre la conservación y el manejo de los recursos naturales. Esta capacidad de identificar especímenes de manera precisa y rápida es fundamental para reconocer especies amenazadas, lo que permite a los gobiernos y a las organizaciones priorizar la protección de las mismas pero también de las áreas que las resguardan.

Además, esta información puede ser utilizada para monitorear y evaluar la efectividad de los programas de conservación, ayudando a determinar el éxito de las iniciativas y realizar ajustes según sea necesario. Por poner un ejemplo, imaginémonos que en una región específica de Costa Rica se lleva a cabo un estudio mediante la codificación de ADN y se descubre una nueva especie de rana que no había sido documentada previamente. Esta rana, que se encuentra solo en una pequeña zona dentro de un bosque nuboso, resulta ser extremadamente sensible a cambios en el entorno y depende de ciertas condiciones ambientales que solo se encuentran en esa área. Con esta información, los responsables políticos pueden tomar decisiones informadas y necesarias  para la conservación de esta especie.

Asimismo, la generación de conocimiento taxonómico a través de la codificación de ADN puede involucrar a la sociedad en la protección de la biodiversidad al proporcionar información accesible y comprensible sobre la flora y fauna locales, fomentando así la participación ciudadana en la toma de decisiones relacionadas con el manejo de los recursos naturales en sus comunidades.

Para lograr esta gobernanza es necesario conocer con precisión las especies presentes, sus interacciones y su papel en los ecosistemas. Por lo tanto, BioAlfa, al proporcionar datos detallados y actualizados, se convierte en una valiosa herramienta para los tomadores de decisiones y las instituciones gubernamentales. Pero, claro, la transparencia y accesibilidad de la información generada por proyectos como este juegan un papel crucial. Al poner a disposición del público datos sobre la biodiversidad, se fomenta la participación ciudadana en la toma de decisiones de corte ambiental y, con ello, se está ejerciendo el derecho humano a tener un ambiente sano y ecológicamente equilibrado.

Este acercamiento participativo fortalece la legitimidad de las políticas gubernamentales y promueve la responsabilidad colectiva en la conservación del entorno natural. Es fundamental recordar siempre que la información accesible empodera a la sociedad civil y a las organizaciones no gubernamentales, permitiéndoles contribuir activamente a la conservación de la biodiversidad.

Además, BioAlfa y proyectos similares pueden impulsar la colaboración entre el gobierno, la academia y la sociedad civil en la lucha contra el cambio climático y la conservación de la biodiversidad. La investigación científica generada por el proyecto puede servir como puente entre estos sectores, facilitando el intercambio de conocimientos y la colaboración en la formulación de estrategias de conservación y desarrollo sostenible.

El cambio climático representa uno de los principales desafíos para la biodiversidad y los ecosistemas de Costa Rica. El aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos pueden tener impactos significativos en la distribución y el comportamiento de las especies, así como en la salud de los ecosistemas. En este contexto, BioAlfa no solo puede contribuir a comprender mejor los efectos del cambio climático en la biodiversidad costarricense, sino también a identificar estrategias de adaptación para mitigar sus impactos negativos.

Mediante la recopilación de datos sobre la distribución de especies, la variabilidad genética y las interacciones ecológicas, BioAlfa puede proporcionar información crucial para diseñar medidas de conservación y restauración que ayuden a la biodiversidad a adaptarse a un clima cambiante. Esto podría implicar la identificación de corredores biológicos para facilitar la migración de especies, el fomento de la diversidad genética dentro de las poblaciones para aumentar su resiliencia, y la promoción de prácticas agrícolas y forestales sostenibles que reduzcan la vulnerabilidad de los ecosistemas al cambio climático.

Conocimiento y gobernanza usualmente son términos que no se relacionan en la política nacional y aún son relativamente nuevos en políticas internacionales. A fin de cuentas, ¿quién se imaginaría que crear una base de datos a partir del ADN de las especies presentes en un país o incluso en una zona puede lograr una mejor gobernanza sobre los recursos naturales?

Ahora bien, proyectos similares a BioAlfa no solo pueden mejorar la gobernanza ambiental a nivel nacional, sino también internacional. A nivel global, existe un gran interés en la construcción de una biblioteca global de vida, la cual  busca tener un inventario de códigos de barras genéticos a nivel mundial. Aunque esto suena óptimo, lamentablemente la realidad es diferente.

A nivel internacional, el intercambio de recursos genéticos se rige por la Convención sobre la Diversidad Biológica (CDB) y el Protocolo de Nagoya sobre acceso a los recursos genéticos y participación justa y equitativa en los beneficios que se deriven de su utilización. Sin embargo, los objetivos de la CDB y del Protocolo de Nagoya se han visto obstaculizados debido a las inequidades en la distribución de los beneficios a nivel global. Lo anterior se debe a que la gobernanza en la codificación de ADN ha sido dominada por las normas y estándares de los países de ingresos altos, excluyendo así las perspectivas de investigadores y partes interesadas de los países de medianos y bajos ingresos.

En un bien común de conocimiento global, la gobernanza debería de garantizar contribuciones y uso de ese bien común de manera que distribuya equitativamente los riesgos y beneficios entre el conjunto diverso de participantes. Esto se puede lograr si las reglas, normas y estrategias están diseñadas adecuadamente, ya que pueden mejorar la acción colectiva entre los distintos participantes de este bien común de conocimiento y tener en cuenta las inequidades históricas y actuales.

En síntesis, proyectos como BioAlfa representan un paso significativo hacia una gobernanza ambiental más efectiva, tanto a nivel nacional como internacional, pero también destacan la necesidad de abordar las inequidades en la distribución de beneficios a nivel global cuando se trata de un inventario global del ADN.

Daniela Solís Adolio es estudiante de biología marina de la Universidad Nacional (UNA) y también cursa estudios en la Universidad para la Paz. Este artículo forma parte del proyecto de divulgación científica, Nuevas Plumas, de Ojo al Clima.

Recientes

Busqueda

Seleccione un autor
Suscríbase a nuestro boletín!
Únase a nuestro boletín informativo para obtener las noticias y actualizaciones más recientes de Ojo al Clima.