En la profundidad de las aguas costarricenses, se extiende una cordillera submarina con montes que propician una variedad de hábitats. Si bien algunos de ellos ya han sido explorados, sobre otros se sabe poco. Ese es el caso de unos montículos que se encuentran dispersos en el margen noroeste del país, a unas 150 millas náuticas al oeste de Puntarenas.

“Allí sucede un fenómeno muy curioso. De esos montículos sale calor, algo que no se esperaría por estar en medio de una placa tectónica. Pero lo más curioso de todo es que, como hay calor, los pulpos llegan a incubar y eso es algo que solo se ha visto aquí, en Costa Rica, y en la bahía de Monterrey en California (Estados Unidos)”, explicó Jorge Cortés, investigador del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR-UCR).

De hecho, Cortés —junto a Beth Orcutt del Bigelow Laboratory for Ocean Sciences (Estados Unidos)— lidera una expedición que zarpará en junio para determinar el alcance de estos comportamientos animales que son únicos en la región, así como para informar sobre su posible conservación y protección.

Se trata de la primera expedición del proyecto OctoMESS (Octopus & Microbial Ecosystem Services at Seamounts), la cual estaba planeada inicialmente para 2020, pero fue pospuesta debido a la pandemia provocada por el COVID-19. Los planes se retomaron en 2023, con la confirmación de que se tendrá el apoyo logístico y operativo del R/V Falkor(too).

Gracias al involucramiento de la Universidad de Costa Rica (UCR), la mitad de los investigadores que participarán serán ticos y latinoamericanos, esto con el propósito de contribuir al fortalecimiento de capacidades para la investigación en aguas profundas. Asimismo, gran parte del equipo está integrado por mujeres científicas y jóvenes investigadores.  

Estudio a profundidad

A la embarcación le tomará unas 20 horas llegar al sitio de estudio. No obstante, en el trayecto, irá haciendo paradas para tomar datos de batimetría, que viene a ser el equivalente submarino de la altimetría. La batimetría es el levantamiento topográfico del relieve de las superficies que yacen bajo el agua.

Una vez en el sitio, y aparte de seguir con la batimetría, los investigadores utilizarán el Vehículo Operado Remotamente (ROV) SuBastian, el cual hará una serie de inmersiones en cuatro montes submarinos, cuyas bases se hallan entre 3.000 y 3.300 metros de profundidad.  

Las inmersiones comenzarán en las llanuras abisales sedimentadas, es decir, en el fondo lodoso, donde se realizarán transectos (muestreos en un recorrido prefijado) para tomar datos de flujo de calor y se determinará la composición de la fauna. Luego, el ROV SuBastian irá subiendo hacia los sitios de alto relieve en los flancos de los montes para realizar estudios de fauna y localizar posibles lugares de ventilación de fluidos.

Las observaciones de animales se registrarán mediante el software Sealog y también se probará la identificación automatizada, esto mediante la plataforma de inteligencia artificial Tator AI que ha sido entrenada con imágenes de fauna propia de la región.

R/V Falkor (too) posee ocho laboratorios, lo cual permitirá a los científicos preparar las muestras biológicas así como geológicas (rocas y sedimentos) para el análisis postexpedición.

Uno de los días, el barco regresará a puerto para recibir la visita de funcionarios del Ministerio de Medio Ambiente y Energía (Minae), el Instituto Costarricense de Pesca y Acuicultura (Incopesca) y otras organizaciones. “La idea es que conozcan el barco y vean lo que se está haciendo”, comentó Cortés.

Asimismo, los hallazgos científicos serán comunicados a las autoridades costarricenses y a responsables políticos tanto nacionales como internacionales, incluida la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, que es la encargada de controlar las actividades de exploración y explotación de los recursos en los fondos marinos y el subsuelo en sitios fuera de las jurisdicciones nacionales.

También, esta expedición es un esfuerzo que se suma a la tercera Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos en 2024-2025, que será coorganizada por Costa Rica y Francia.

En los laboratorios húmedos se procesan las muestras biológicas.(Créditos: Schmidt Ocean Institute)

Conocer para proteger

Esta expedición da continuidad a los estudios sobre ecosistemas de profundidad que viene haciendo el CIMAR-UCR, los cuales iniciaron en Isla del Coco en el 2006. Utilizando un tanque de buceo, los investigadores podían llegar hasta los 40 metros. En cambio, con la ayuda del submarino DeepSee —de la compañía turística Undersea Hunter—, se dio la oportunidad de conocer la vida marina a 450 metros de profundidad.

“Gracias a una alianza con la empresa y el parque nacional, se pudo utilizar ese submarino por unos 12 años. Se hicieron una serie de publicaciones de ese esfuerzo por conocer la parte profunda”, dijo Cortés. “Costa Rica es 92% mar. De ese porcentaje, más de la mitad está a más de 2.000 metros de profundidad; eso quiere decir que gran parte de nuestro país está en aguas profundas, regiones que son muy poco conocidas”, continuó.

En 2017, 2018 y 2019, investigadores ticos se sumaron a las expediciones realizadas a bordo del R/V Atlantis, embarcación que contaba con un submarino capaz de descender 3.000 metros. Al inicio, los costarricenses participaron como observadores, luego como coinvestigadores y finalmente Cortés estuvo en la nómina como coinvestigador principal.

Ahora se suma una nueva expedición a bordo del R/V Falkor (too). “Mi interés siempre ha sido incidir para que los investigadores costarricenses estén presentes en este tipo de expediciones y, de esta manera, no sean solo personas extranjeras quienes generen información, la cual termina publicada afuera”, dijo Cortés.

¿Qué hay detrás de todos estos esfuerzos por estudiar las zonas profundas? Para el investigador del CIMAR-UCR, la respuesta es generar conocimiento para dimensionar el aporte, a través de los servicios ecosistémicos, que hacen estos ecosistemas de profundidad, lo cual evidencia la necesidad de protegerlos y conservarlos.

“No es simplemente abrir esas regiones profundas a la minería, pensando que eso nos va a hacer millonarios”, dijo Cortés a la vez que advirtió que los países podrían estar perdiendo más de lo que podrían ganar debido a la pérdida o degradación de estos ecosistemas. “Son muy delicados”, enfatizó.

Aunque la luz es escasa y las aguas son más frías, las profundidades albergan una abundante y diversa vida marina, la cual se ha llegado a adaptar a estas condiciones.(Créditos: Schmidt Ocean Institute)

Aportes

No es solo que, gracias a los océanos, los seres vivos respiran. Estos también ayudan en la regulación del clima y absorben calor. Cada vez más, se descubren formas en que la biodiversidad marina de las profundidades aporta a la regulación del dióxido de carbono y metano, gases de efecto invernadero (GEI) relacionados al cambio climático.

Todas las noches hay una migración gigantesca de organismos desde las aguas profundas (200-1.000 metros) hacia la superficie con fines de alimentación. Como está oscuro, los depredadores no los pueden ver y cuando va amaneciendo, entonces, bajan de nuevo. ¿Qué está pasando allí? Se están alimentando de todo el fitoplancton (algas microscópicas que forman parte de la cadena alimenticia marina), que a su vez absorben dióxido de carbono de la atmósfera y lo están transportando a aguas profundas, depositándolo en el fondo. Todo aquello que se deposita por debajo de los 200 metros no vuelve a la superficie”, explicó Cortés a manera de ejemplificar esos servicios ecosistémicos realizados por la biodiversidad.

Ahora bien, esos organismos que suben en esta migración también cumplen un papel como alimento de especies de interés pesquero, por lo que su afectación y el impacto a su hábitat tendrían consecuencias en este sector de la economía.

Por otra parte, los sedimentos que se depositan a 1.000-3.000 metros pueden quedarse allí por miles de años. Un estudio, publicado en el 2020, halló que los sedimentos marinos almacenan alrededor de 3.117 petagramos de carbono (Pg C) en un metro de profundidad, lo cual es más del doble de lo fijado por los suelos terrestres. Para referencia: un petagramo equivale a una gigatonelada, es decir, a 1.000 millones de toneladas.

Imágenes de la vida marina que habita en las profundidades, tomadas por ROV SuBastian.(Créditos: Schmidt Ocean Institute)

De hecho, los sedimentos ubicados en las zonas profundas representan el 75% de la reserva mundial de carbono. La remoción o alteración de esos sedimentos podría liberar nuevamente ese carbono que había estado almacenado por siglos, contribuyendo con ello al calentamiento y acidificación de los océanos.

También relacionado al cambio climático, existen sitios frente a la costa del Pacífico de Costa Rica donde sale metano. “Alrededor de donde sale ese metano, hay toda una comunidad de organismos que conforman un consorcio de bacterias y arqueas (organismos microscópicos) que convierten ese metano en alimento, impidiendo que suba a la superficie. Y, a su vez, esas bacterias y arqueas son alimento de otras especies como el cangrejo Kiwa puravida, pero también mejillones y gusanos”, explicó Cortés.

No solo es importante conocer los aportes a la mitigación y adaptación que hacen los ecosistemas de profundidad, también, es necesario saber cómo los está afectando el cambio climático. Según Cortés, a nivel mundial se ha venido investigando este tema en relación con las dinámicas de corrientes y las zonas mínimas de oxígeno (ZMO), pero aún falta mucho por conocer.

Barco de investigación Falkor (too)


El R/V Falkor (too) pertenece a Schmidt Ocean Institute, el cual facilita la embarcación a los investigadores y contribuir así a las ciencias oceánicas. De hecho, la visión del instituto es ampliar la comprensión de los océanos del mundo, mediante el avance de la tecnología y el intercambio abierto de información.

La embarcación cuenta con:

  • Ocho laboratorios: el principal, tres laboratorios húmedos, un laboratorio científico de agua de mar, un laboratorio de electrónica informática, un laboratorio de robótica y un laboratorio frío para trabajos biológicos.

  • Tres conjuntos de ecosondas multihaz.

  • 15 sensores acústicos.

  • Cinco kilómetros de tuberías de agua de mar para fines científicos, además de un sistema especial para la evaluación de microplásticos en el agua.

  • Siete sistemas de lanzamiento y recuperación de equipos científicos.

  • Una de las grúas más grandes de un buque de investigación.




FUENTE: Schmidt Ocean Institute

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