Las ciudades han crecido aceleradamente y esto ha contribuido a la pérdida de áreas verdes, al aumento de la temperatura y a una mayor emisión de gases de efecto invernadero (GEI). Es importante buscar maneras de recuperar la cobertura verde de las ciudades para adaptarnos al cambio climático, y la agricultura urbana es una propuesta muy prometedora.

Los bosques, humedales, océanos y otros ecosistemas son sumideros naturales de carbono, los cuales capturan el dióxido de carbono (CO2) para disminuir su presencia en la atmósfera. Un 30% del CO2 es absorbido por bosques, suelos y áreas forestales, mientras que un 25% es reabsorbido por los océanos, de acuerdo con Global Carbon Project (GCP).

La deforestación ha destruido sumideros de carbono. En el  país, la pérdida de cobertura forestal se ha ido revirtiendo: pasó de 21% en los años 80 a 52% en la actualidad. Esto gracias a la creación de áreas silvestres protegidas, reservas privadas y fincas que están suscritas al programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA) de FONAFIFO, entre otros. Ahora toca el turno a las ciudades, las cuales también pueden contribuir a recuperar espacios para incrementar la cobertura forestal.

Una manera de hacerlo es mediante pequeñas huertas, jardines de polinizadores y jardineras en la ciudad. Las especies vegetales, mediante la fotosíntesis, absorben el CO2 de la atmósfera y, con la ayuda del sol, almacenan el carbono en sus raíces, sus hojas y troncos, a la vez que liberan oxígeno y ayudan a fijarlo en el suelo.

En nuestro país existen organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que realizan un esfuerzo por volver a la tierra como respuesta ante el cambio climático. Estas pequeñas acciones gestadas desde los barrios están generando cambios importantes en la estructura verde de las ciudades y la biodiversidad.

Las huertas son refugios bioculturales que mitigan los efectos del cambio climático.

Formando agricultores urbanos

La Fundación Salomón es una organización sin ánimo de lucro, creada en 2011 por un joven que, a sus 11 años, quería sembrar árboles frutales en las calles. La misión de este grupo es trabajar por la educación de niños y jóvenes en seguridad alimentaria y sostenibilidad, para que se conviertan en agentes de cambio con proyección en la comunidad.

El año pasado, del programa Seguridad Alimentaria y Huertas, se graduaron 912 jóvenes de más de 100 instituciones públicas a lo largo y ancho del país. A los participantes se les enseñó sobre agricultura, sostenibilidad y nutrición. De igual manera, la organización ha logrado motivar a jóvenes a estudiar carreras en áreas agrícolas y las familias han seguido cultivando sus huertas de forma organizada y persistente, comentó Liliana Mejía quien es la directora de la fundación.

Jazaeth González, un estudiante estrella que formó parte de los cursos, definió la experiencia con Fundación Salomón como enriquecedora. Menciona que aprendió la importancia de cultivar sus propios alimentos como una actividad básica para desarrollar una economía circular y aportar al cuido del medio ambiente. “Hice mi propia huerta y cultivé algunos vegetales. La agricultura es algo esencial que debería aprenderse desde niño”, comentó.

Otra estudiante que aprovechó los conocimientos adquiridos es Nicole Chaves, quien aprendió a sembrar de forma sustentable, a cuidar sus cultivos y los recursos naturales. Ella realizó su propia huerta con su madre, la cual cuida con productos orgánicos como el lombricompost y el té de lombricompost para así evitar el daño a la tierra. Su paso por el programa la motivó a empezar el proceso de admisión en la Universidad Earth para cursar una carrera relacionada con la agricultura, pues ella quiere ser ingeniera agrónoma.

La organización brinda conocimientos por medio de distintos métodos. Los colegiales y universitarios pueden realizar su trabajo comunal con ellos. También, la fundación ha recibido apoyo del Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el Ministerio de Educación Pública (MEP), la Oficina Nacional de Semillas y varias firmas privadas.

“Nuestros cursos constan de cinco módulos y para este año habrá una implementación de un módulo de Economía Circular y Bandera Azul Ecológica. Estamos buscando cooperantes que nos apoyen con el costo de la plataforma anual y el diseño del nuevo curso. Nuestra meta es lograr impactar a 1.600 familias para que aprendan a cultivar sus alimentos”, comentó Mejía, quien agregó que reciben donaciones a través de su sitio web (https://fundacionsalomon.org/).

Jardinera creada y ampliada por vecinos de Hatillo 8, a la cual ya están llegando mariposas. (Foto: Wendy Ramírez / Hatillo Verde).

Reverdecimiento de Hatillo

Hatillo Verde nació del sueño de varios hatillenses de vivir en una comunidad más autosuficiente. De acuerdo con Silvia González, colaboradora del colectivo, en este distrito hay muchas áreas verdes que se quieren recuperar, ya que se encuentran en muy mal estado. No son accesibles, no tienen seguridad y no existe infraestructura para realizar actividades de recreación o culturales.

Este colectivo existe desde el 2018. Además, se enfocan en los líderes comunales y ambientales, por lo que buscan personas de la comunidad que estén interesados en unirse. Se les puede encontrar en Facebook como @verdehatillo.

El punto de partida ha sido la educación ambiental de los vecinos, al resaltar la importancia del ambiente en la calidad de vida. El colectivo también ha funcionado como la voz de la comunidad de Hatillo, la cual está integrada por aproximadamente 60.000 habitantes, ante instituciones gubernamentales, con el objetivo de que se les tome en cuenta al realizar acciones.

Hatillo Verde trabaja en tres niveles para lograr la restauración del distrito. En el nivel regional se busca la conectividad con los dos corredores biológicos que rodean al distrito: el María Aguilar y el Tiribi. También se trabaja en el nivel de ciudad, que incluye los parques, y, por último, en el nivel de barrio, en el cual se impulsan las jardineras en áreas verdes de las aceras y las huertas.

Su labor abarca siete ejes: arte y cultura, educación ambiental, incidencia, comunicación y mercadeo, biodiversidad, reconocimientos y economía local solidaria, así como residuos sólidos. En el eje de biodiversidad se incluye el manejo de huertas y jardineras, al igual que el monitoreo biológico de aves que se está comenzando a hacer.

Lenin Corrales Chaves, asesor experto en cambio climático y ciudades verdes, comentó que la mayoría de los residuos que generamos son orgánicos, por lo que -si las personas aprenden a hacer compostaje y a tener huertas- se pueden lograr cambios importantes, como el reverdecimiento de la ciudad. También comentó que los parques, las huertas y las jardineras contribuyen al enfriamiento de la ciudad.

La organización desarrolló un atlas sobre la vegetación remanente del distrito, al igual que un análisis del calentamiento de la ciudad. En el atlas se identificaron los árboles existentes, al igual que todos los parques, jardines y las zonas verdes que son solo pasto. Estas zonas verdes son propiedad del Instituto Nacional de Vivienda y Urbanismo (INVU) y de la Municipalidad de San José (MSJ).

De acuerdo con Corrales, estas partes de la ciudad que esperan recuperar, ayudarán enormemente a aumentar la biodiversidad y a generar el urgente enfriamiento en algunas zonas.

Según Adrián Rojas, coordinador del eje de biodiversidad de Hatillo Verde, las personas han tenido una respuesta muy positiva hacia los proyectos. Constantemente los contactan para realizar jardineras, huertas, campañas de recolección de basura, entre otras, para así lograr un cambio en sus comunidades.

Rojas consideró que el colectivo ha tenido un impacto fuerte en la cultura ambiental de las personas, y esto se puede evidenciar en las campañas de recolección. Inicialmente se recogían hasta 18 toneladas de residuos y en la última solo se recolectaron tres toneladas.

Sobre la respuesta de otros cantones, Rojas comentó que personas de Alajuelita y Guanacaste han participado en campañas y buscan replicar estas acciones en el cantón donde viven. “Este es un proceso paulatino, pero sí da resultados”, dijo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los espacios verdes aportan tanto al bienestar físico y emocional de las personas como a la mitigación del deterioro urbanístico. (Foto: Municipalidad de Curridabat).

Endulzar la ciudad

La Municipalidad de Curridabat intenta tener un modelo multidimensional de gobierno distinto a los demás gobiernos locales, y busca trascender más allá de sus funciones. Tiene una visión que pretende conciliar el ambiente artificial con el natural, lo cual debería ser la base de desarrollo del planeta en general.

Este gobierno local ha generado huertas y jardines de polinizadores, pero estos son parte de algo mucho más grande. Han trabajado en el mejoramiento de experiencias en el cantón, entre estas, valorar el suelo.

“El suelo es uno de los recursos menos valorados en las ciudades, a pesar de ser el recurso que más fija carbono y que contiene los nutrientes para nuestros alimentos y para vivir bien”, comentó Irene García, asesora de alcaldía.

Los jardines de polinización en Curridabat surgen de una Guía de Plantas Dulces, quienes son las encargadas de atraer polinizadores y hacer que su vida en la ciudad sea próspera. “Con estos jardines se busca que los polinizadores puedan movilizarse, alimentarse y vivir bien, ellos se consideran como ciudadanos del cantón y se les da el derecho a tener un buen estilo de vida”, manifestó García.

Para el desarrollo de los jardines se enseña a las personas en qué lugares se pueden crear. Estos jardines se encuentran en las aceras, parques, balcones, casas y  patios, y generan conectividad ecológica.

Por medio de las huertas urbanas, la Municipalidad de Curridabat busca asegurar una alimentación nutritiva para la comunidad, además de que cumplen con funciones terapéuticas. Estos espacios se han convertido en huertas productivas y autosuficientes.

“Este tipo de proyectos permiten alejarnos de la dependencia a las zonas rurales para la agricultura. Es hora de hacernos cargo de los servicios que necesitamos para sobrevivir, ya que un 70% de las personas residen en las ciudades”, mencionó García.

Al reverdecer la ciudad, la flora y fauna se puede reproducir y así brindar servicios ecosistémicos como regulación térmica, paisaje, fijación de carbono, biodiversidad, etc.

“Nuestro enfoque principal no ha sido el cambio climático, este vino a solicitar una respuesta más rápida. Nos hemos dado cuenta de que haciendo todo lo que hacemos con Ciudad Dulce empezamos a cumplir con el Acuerdo de París y con las políticas nacionales de cambio climático, pero este no es nuestro fin”, declaró la asesora de alcaldía

Para García, colocar la naturaleza en el centro -como fuente de inteligencia y restauración- tiene más sentido, ya que así se van solucionando los problemas.

Hubert Méndez, también asesor de alcaldía, considera que Ciudad Dulce también ha funcionado como “una manera de transmitir el mensaje sobre la crisis planetaria y pérdida ecosistémica que vivimos, la cual viene a afectar directamente la calidad de vida de las personas”.

Con el objetivo de medir el éxito de sus acciones, se ha trabajado en un observatorio de especies y se ha encontrado presencia de especies en parques donde al inicio del monitoreo no estaban. Se registraron 179 especies de aves en el cantón y 86 en seis parques analizados.

Méndez comentó que Curridabat ha influenciado indirectamente a otros gobiernos locales a trascender y replicar sus acciones. Ciudad Dulce es una de las visiones que más ha logrado que los ciudadanos se involucren a nivel nacional de acuerdo a García, ya que se ha desarrollado conociendo las necesidades de la comunidad.

Aparte de incrementar lo verde, las huertas también permiten a las personas aumentar su ingesta de frutas y verduras en pro de una dieta más sostenible y saludable. (Foto: Municipalidad de Curridabat).

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