El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son caras de una misma moneda. Por poner un ejemplo: mientras la deforestación libera toneladas de carbono a la atmósfera —empeorando así el calentamiento—, cada grado adicional de temperatura resta capacidad a los ecosistemas de volver a capturarlo, esto aparte de las afectaciones a la flora y fauna.

“Los cambios en el clima y el uso de la tierra están haciendo inhabitables los hábitats de animales y plantas, obligándolos a migrar o adaptarse, o bien, a extinguirse. Esto repercute en los medios de subsistencia humanos”, se lee en un informe de Zero Carbon Analytics (ZCA).

Para Joanne Bentley, autora de ZCA, la preocupación yace en que cada vez más el cambio climático está acercando a los sistemas naturales a peligrosos bucles de retroalimentación positiva que alimentan un clima más extremo y degradan el ambiente, acelerando a su vez el ritmo del calentamiento. Y los “efectos —incluida la pérdida de sumideros mundiales de carbono que son cruciales y ecosistemas que modulan el clima— son a menudo irreversibles”, escribió.

Aunque ambos problemas tienen su propia convención e instrumentos, el Acuerdo de París en el caso de cambio climático y el Marco Mundial Kunming-Montreal en biodiversidad, lo cierto es que cada país es responsable de idear acciones “en terreno” que permitan alcanzar los objetivos acordados a nivel mundial.  

Costa Rica está demorada en la presentación de las actualizaciones tanto de la Contribución Nacionalmente Determinada (NDC, por su sigla en inglés) como de la Estrategia y Plan de Acción Nacional sobre Biodiversidad (NBSAP, por su sigla en inglés). La NDC, que sintetiza los compromisos en clima, debió presentarse el pasado 10 de febrero, mientras que la NBSAP debió estar lista en 2024.

En el caso de biodiversidad, Eugenia Arguedas —punto focal de Costa Rica ante el Convenio de Diversidad Biológica (CDB)— dijo que primero se quiso evaluar cuán alineadas están las metas de la actual Estrategia Nacional de Biodiversidad 2016-2025 (ENB) con las del Marco Mundial Kunming-Montreal, así como con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

“Costa Rica es probablemente el primer país del mundo en realizar una evaluación de este tipo para su ENB. Esto quiere decir que nos salimos del ámbito donde se asume que la responsabilidad de la implementación sólo recae en el Ministerio de Ambiente y Energía (Minae), sino que también le hace ver a las otras instituciones por qué es necesario planificar”, comentó Carlos Isaac Pérez, viceministro de gestión estratégica del Minae, durante un panel que tuvo lugar en Cali (Colombia) en el marco de la conferencia mundial sobre biodiversidad (COP16).

“Desde la definición de la Política Nacional de Biodiversidad y la ENB, se venía viendo la necesidad de articular estos dos temas interconectados a nivel ambiental. El cambio climático es un acelerador de la pérdida de biodiversidad, por lo que las acciones para prevenir y mitigar sus efectos son indispensables en los procesos de articulación institucional. Y aquí también incorporaría la temática de adaptación”, continuó el viceministro.

En este sentido, y según Arguedas, la formulación de la NBSAP estará en armonía con la actualización de la NDC. “La actualización de ambos planes nos brinda una buena ventana de oportunidad para fortalecer el vínculo entre ambas convenciones”, dijo en declaraciones brindadas previamente a Ojo al Clima.

Costa Rica cuenta con más de 500,000 especies, de las cuales solo se ha identificado el 18%. (Foto: Fabián Hernández).

Evaluación ODS

A petición del Minae, el Ministerio de Planificación (Mideplan) —en el marco de la Agenda Nacional de Evaluación— procedió a valorar los avances en la ENB tomando en cuenta un enfoque de ODS. Y en el caso de la agenda climática, la alineación con el ODS 13 es clave.

En este sentido, la evaluación identificó la pérdida y degradación de la biodiversidad como el problema central y reconoce al cambio climático como presión directa (al igual que la extracción insostenible y sobreexplotación, contaminación y sedimentación, etc.).

La ENB plantea metas como aumentar el área de humedales bajo categoría Ramsar así como el porcentaje de cobertura de arrecifes de coral bajo procesos de restauración y protección. Ambos ecosistemas son claves en la adaptación al cambio climático.

También se establece disminuir en un 5% el número de incendios forestales dentro de áreas silvestres protegidas. Un dato a manera de contexto: según ZCA, los incendios forestales se han visto alimentados por el cambio climático, haciéndolos 40% más intensos y entre 4-5 veces más probables.

Las presiones indirectas identificadas para biodiversidad también influyen en el tema climático, ya sea por la cantidad de emisiones que liberan a la atmósfera o porque incrementan las vulnerabilidades de las comunidades. Estas son: desarrollo económico, crecimiento demográfico, cambio en los valores culturales y sociales, entre otras.

¿Dónde se ve ese alineamiento entre clima y biodiversidad en la ENB? La meta 51, por ejemplo, habla sobre la necesidad de contar con metodología para que se elaboren planes reguladores que incorporen la gestión de la biodiversidad, pero también los riesgos climáticos. Y la meta 66 propone mantener al menos 300.000 hectáreas de bosque y plantaciones dentro del programa de Pago por Servicios Ambientales (PSA), esto como una forma de conservar estos ecosistemas para que sigan proveyendo servicios de regulación que ayudan con la adaptación al cambio climático y la conservación de la biodiversidad.

Aunque los evaluadores destacan a la ENB por su enfoque innovador, también identifican temáticas que son críticas y requieren atención urgente: manejo de agroquímicos, saneamiento de aguas, interacciones negativas con vida silvestre, tráfico de especies amenazadas, etc. Y otras que deben considerarse en la nueva estrategia: conservación de ecosistemas oceánicos profundos y acidificación de zonas costeras, entre otros.

También se hacen dos recomendaciones: “durante la actualización de la estrategia, considerar la inclusión de mecanismos de articulación con otros sectores a través de la vinculación con políticas, planes y estrategias ambientales en implementación que aborden temas específicos que se relacionan con las principales causas de pérdida de biodiversidad”, por ejemplo, cambio climático.

Y “promover la territorialización de la gestión de la biodiversidad: avanzar en la implementación de acciones de conservación en el ámbito municipal, involucrando a gobiernos locales prioritarios para la implementación de las metas”.

En cuanto a la coherencia de la ENB con el ODS 13, correspondiente a acción climática, los evaluadores identificaron cinco metas que están alineadas, a saber: gestionar seis corredores biológicos como refugios climáticos (meta 6), elaborar proyectos piloto de adaptación basada en comunidades (79), metodología de planes reguladores (51), herramientas para integrar enfoque ecosistémico en planes de desarrollo rural contemplando la vulnerabilidad al cambio climático, así como otra relativa a educación ambiental (69).

Una revisión realizada por Ojo al Clima identificó otras metas que pudieran relacionarse con cambio climático: intervención de un millón de hectáreas privilegiando conectividad y refugios climáticos (meta 9), creación de corredores biológicos considerando escenarios climáticos (5), recuperación de manglares (14) y restauración de arrecifes de coral (15).

Otra meta, la 38, se refiere al consumo de agroquímicos. En acción climática, debido a la emisión de óxido nitroso que es un gas de efecto invernadero (GEI), es prioritario reducir el uso de fertilizantes nitrogenados.

La meta 80, por su parte, propone sistematizar las buenas prácticas empleadas por pueblos indígenas y comunidades locales para así fortalecer la capacidad adaptativa de los territorios.

Ahora bien, también se identificaron “ausencias” en esta relación biodiversidad y cambio climático: energías renovables, reducción de emisiones de GEI, plásticos de un solo uso, producción sostenible y crecimiento turístico.

A manera de resumen: el 49% de las metas se centran en la gestión de la biodiversidad en cuanto a mejorar su administración. Solo el 25% aborda directamente las causas de la pérdida de biodiversidad (entre ellas, el cambio climático), mientras que el 17% se enfoca en mejorar el conocimiento que se tiene y un 9% busca fortalecer la capacidad de respuesta estatal ante las amenazas.

Costa Rica posee la mayor densidad de biodiversidad de cualquier país del mundo. Se calcula que tiene el 4% de las especies que se estima que existen en el planeta. (Foto: Miriet Ábrego).

¿Y los avances?

Aunque algunas metas fueron cumplidas y otras están muy avanzadas, los evaluadores identificaron 16 metas que no mostraron avances a diciembre de 2022. La principal barrera para siete metas fue “la falta de voluntad política, es decir, la ausencia de interés político por parte de la entidad o del sector en gestionar los recursos y acuerdos necesarios para que estas metas avanzaran”.

En el caso de seis metas, la principal razón fue la falta de coordinación interinstitucional, ya sea para la implementación de la meta o para el reporte de avances.

Dos metas se vieron limitadas por la insuficiencia o inexistencia de recursos financieros para su implementación. Para contextualizar: el 65% de las metas de la ENB se financian mediante una combinación de fondos públicos y cooperación internacional. El otro 35% se financia exclusivamente con fondos públicos. “Los recursos públicos se destinan principalmente a cubrir gastos operativos, mientras que los fondos de cooperación se orientan a actividades técnicas y adquisiciones”, se explica en el informe.

La brecha de financiamiento para la biodiversidad afecta precisamente los recursos provenientes de la cooperación internacional y lo mismo sucede con la agenda de cambio climático.

Según la evaluación, solo una meta tuvo un problema de sobredimensionamiento en el momento de su diseño, “por lo que los avances logrados hasta la fecha resultan insignificantes en comparación con la magnitud de la meta”.

“Cabe señalar que, de las 16 metas que se encuentran sin avances, el 50% corresponde a metas de implementación compartida, es decir, que son implementadas por dos o más entidades ejecutoras”, se lee en el informe.

Del total de 31 entidades responsables de la ejecución, el 52% pertenece al sector ambiental (16 entidades), seguido por el sector agropecuario con el 29% (9 entidades). Las restantes se distribuyen, entre otros sectores como turismo y organizaciones de la sociedad civil (16%, 5 entidades) y una entidad proviene del sector pesquero (3%). El 90% de las entidades ejecutoras (28) son estatales.

Las regiones ecológicas presentes en Costa Rica son doce zonas climáticas. Esta variación proporciona numerosos nichos que están llenos de una diversidad de especies. (Foto: Fabián Hernández).

¿Por qué alinear ambos temas?

La razón yace en el Estado de la Biodiversidad Costa Rica 2014 – 2018: “La pérdida de biodiversidad y los servicios ecosistémicos asociados puede tener un impacto considerable en las posibilidades que las comunidades tienen para adaptarse a los efectos del cambio climático, dado el impacto sobre los medios de vida”.

“Por otro lado, la biodiversidad puede constituirse en una herramienta para la adaptación al cambio climático, ya que los ecosistemas juegan un rol fundamental en procesos de regulación que pueden ser utilizados para aumentar la resiliencia”, continúa el documento.

Por ejemplo, la conservación y restauración de los bosques contribuyen a reducir la pobreza y mejoran la seguridad alimentaria, fijan dióxido de carbono, etc. Cuanto mayor sea la riqueza de especies que posee un bosque tropical, mayor será el almacenamiento de carbono por parte de la vegetación. Los corredores biológicos incrementan la resiliencia de las poblaciones de fauna ante el cambio climático, favoreciendo a las comunidades a nivel económico porque se incrementa su atractivo turístico.

Alinear las acciones en biodiversidad y cambio climático no solo trae consigo beneficios a los territorios mediante los servicios ecosistémicos, también favorece la eficacia y eficiencia a nivel de implementación de los planes.

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