Los fenómenos meteorológicos extremos se han ido posicionando como uno de los mayores riesgos a nivel global en los últimos años y se perfilan como el mayor riesgo que enfrentará el mundo en la próxima década, junto con la pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas.

El cambio climático constituye el mayor riesgo mundial a largo plazo”, concluye el Informe de Riesgos Globales 2025 presentado la semana pasada en el marco del Foro Económico Mundial (FEM), celebrado en la ciudad suiza de Davos.

El FEM se reúne anualmente y convoca a líderes políticos de más de 100 gobiernos, organizaciones internacionales y representantes de las 1.000 empresas miembro, así como emprendedores sociales y líderes de la sociedad civil.

El Informe de Riesgos Globales sintetiza las conclusiones de la Encuesta de Percepción de Riesgos Mundiales, la cual recoge las opiniones de más de 900 expertos de todo el mundo. El informe analiza los riesgos mundiales en tres horizontes temporales para ayudar a los tomadores de decisión a equilibrar las crisis actuales y las prioridades a largo plazo.

En este sentido, el panorama actual del riesgo mundial coloca a los conflictos armados de base estatal como la mayor preocupación y, en segundo lugar, señala a los fenómenos meteorológicos extremos. El resto de preocupaciones en el top 5 son: el enfrentamiento geoeconómico, la desinformación y la polarización social, en ese orden.

“La carga del cambio climático es cada año más evidente, ya que la contaminación derivada del uso continuado de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas provoca fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes y graves. Olas de calor en partes de Asia; inundaciones en Brasil, Indonesia y partes de Europa; incendios forestales en Canadá; y los huracanes Helene y Milton en Estados Unidos son sólo algunos ejemplos recientes de este tipo de fenómenos”, se lee en el informe.

Desde 2014, los fenómenos meteorológicos extremos se han situado entre los primeros seis riesgos. En el periodo 2017-2020 fue el principal riesgo y volvió a ocupar ese puesto en 2024.

“Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes y caros, y el coste por fenómeno ha aumentado casi un 77%, ajustado a la inflación, en las últimas cinco décadas. Los efectos de los fenómenos meteorológicos extremos provocados por el cambio climático se dejan sentir en todo el mundo y a menudo golpean con más dureza a las comunidades más pobres”, continuaron los autores.

De hecho, en el informe se califica al cambio climático como una “fuerza estructural” y aduce que está reflejando un “claro cambio sistémico en curso”. La ciencia también lo ha señalado: los fenómenos extremos no actúan aislados unos de otros, se conecten entre sí y amplifican, haciendo aún más compleja la situación por la diversidad de impactos y sectores que vulnera.

“Estamos empezando a ver análisis económicos que muestran que ahora los eventos extremos están costando a la economía cifras de dos dígitos. Hay muchas publicaciones que muestran una reducción del 18% del PIB mundial en 2050, si seguimos al ritmo actual, y esto sólo por el calor letal y la pérdida de productividad laboral. Así que ya no son impactos pequeños”, comentó Johan Rockström, director adjunto del Instituto Potsdam, durante un panel organizado por FEM sobre este tema.

Mitigar como medida de adaptación

“Hemos vivido el año más costoso social y económicamente de la existencia humana en el planeta Tierra en lo que respecta a los fenómenos extremos de 2024”, mencionó Rockström para seguidamente advertir que se podría superar el límite de 1,5 °C en los próximos 10 años, con todas las consecuencias que este calentamiento traería consigo.

Para aún tener un margen de maniobra, la economía debe descarbonizarse. “Se requiere una descarbonización total, una descarbonización de la economía mundial, y que el planeta no nos envíe ninguna factura adicional en términos de puntos de inflexión o de pérdida de capacidad de absorción de carbono”, destacó el experto del Instituto Potsdam.

Pero, hay que tener claro que, mientras la atmósfera se estabiliza, el mundo seguirá experimentando impactos. “¿Qué significa esto en términos de eventos extremos? Bueno, significa una muy alta probabilidad de que la situación empeorará antes de que potencialmente mejore en términos de frecuencia y amplitud de sequías, inundaciones, olas de calor, brotes de enfermedades y tormentas y huracanes reforzados por el hombre. Ese es el futuro al que nos enfrentamos. Así que puede que en 2024, el año más caro de la historia de la humanidad, nos encontremos en una situación relativamente armoniosa, porque nos espera un futuro más duro antes de que mejore. Y sólo mejorará si realmente cumplimos la agenda de mitigación”, explicó Rockström.

Ante este escenario, y según el experto, la agenda de mitigación y adaptación deben ir de la mano: “No deberíamos permitir a ningún actor, pero desde luego no a las empresas, separar la adaptación de la mitigación. Existe la tendencia de que una vez que te tomas en serio los fenómenos extremos y lo haces de forma convencional, eso hace que todas tus inversiones se destinen a la adaptación. Eso es comprensible. Pero si no hacemos también mitigación, las facturas no harán más que subir”.

“Creo que hay que cambiar todo el enfoque para decir que lo que tenemos que hacer ahora en las empresas es centrarnos totalmente en la creación de resiliencia y definir la resiliencia como una capacidad de adaptación de carbono cero, es decir, eliminar la causa del problema lo antes posible y, al mismo tiempo, crear más capacidad de adaptación”, continuó.

Sistemas de alerta temprana

Al preguntársele, ya que perciben un riesgo en los eventos meteorológicos extremos, cómo pueden las empresas involucrarse en la solución, Celeste Saulo -secretaria general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y también panelista en el FEM- brindó una alternativa: invertir en mejores sistemas de alerta temprana.

“¿Por qué? Porque el rendimiento de la inversión indica que, por cada dólar que se invierte en alertas tempranas, se obtienen nueve. Estas son las cifras para el mundo desarrollado. Pero si se va al mundo en desarrollo, a zonas del sudeste asiático, Sudamérica o África, el rendimiento de la inversión puede ir de 1 a 19. Y desde luego se trata de evitar pérdidas”, mencionó Saulo.

“Y creo que aquí es donde la conexión entre las empresas y los servicios meteorológicos e hidrológicos son tan importantes porque, al final, el sistema de alerta temprana forma parte de una gran cadena de valor: obtener información para tener mejores previsiones y tomar mejores decisiones”, agregó la jefa de OMM a la vez que recordó que el 50% de los países no cuentan con sistemas de alerta temprana.

Rockström se sumó al mensaje de Saulo y añadió: “Creo que las empresas tienen una gran oportunidad, pero también un alto grado de responsabilidad a la hora de cartografiar los riesgos de fenómenos extremos en toda su cadena de valor y hacer pública esa información”.

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