El hidrógeno es el elemento más abundante en el universo. Se usa como insumo en la refinación de petróleo, la producción de amoníaco y metanol, y la fabricación de acero, con una demanda de 70 millones de toneladas por año. Pero es casi en su totalidad generado a partir de combustibles fósiles, liberando emisiones contaminantes.
Sin embargo, existe una alternativa. El hidrógeno verde o renovable es la gran apuesta de muchos países para aprovechar el potencial de las energías renovables, y al mismo tiempo generar un combustible limpio, que permita reemplazar a los millones de autos y camiones que hoy funcionan a nafta y gasoil.
El hidrógeno verde se obtiene a partir de la electrólisis del agua, un proceso que utiliza la electricidad para separar el hidrógeno del oxígeno que hay en el agua. Es por eso que si la energía utilizada se obtiene de fuentes renovables no se generarán emisiones que agravan el cambio climático.
Se estima que, para 2030, Europa, los Estados Unidos, China, Japón y Corea van a contar con 2,7 millones de autos particulares eléctricos a hidrógeno, que demandarán un consumo de 710.000 toneladas anuales de hidrógeno. El 40% de esa demanda sería producida por esos países, en tanto que el 60% restante tendrían que importarlo.
Es acá donde entra América Latina. La región tiene la producción de electricidad más limpia del mundo, y un enorme potencial de mantener esta posición gracias a su enorme potencial solar y eólico. Es por eso que muchos países, desde Chile hasta Costa Rica, ya están dando los primeros pasos para producir y exportar hidrógeno verde en el futuro cercano.
Esto permitiría a la región no solo acelerar su propia transición energética, sino también generar divisas para la economía, gravemente afectada por la pandemia de COVID-19. Además, se podrían aprovechar los picos de alta generación de electricidad de las fuentes renovables al usar el excedente para producir hidrógeno.
“América Latina cuenta con algunos de los recursos de energía renovable más abundantes y competitivos del mundo, incluyendo hidroeléctrica, solar y eólica. Los elementos que hacen de la región un líder mundial en energías renovables pueden facilitar un ascenso similar para la producción de hidrógeno limpio en esta década”, sostuvo Cecilia Aguillon, directora de la Energy Transition Initiative del Instituto de las Américas.
Planes piloto en América Latina
Costa Rica dio sus primeros pasos en 2011, cuando la empresa Ad Astra Rocket y la estatal Refinadora Costarricense de Petróleo (RECOPE) crearon un centro experimental de hidrógeno. El país presentó en 2019 su estrategia de descarbonización a largo plazo, en el que propone desarrollar el hidrógeno verde para ser carbono neutral en 2050.
La Alianza Costarricense de Hidrógeno, un grupo de compañías en su mayoría privadas que representan a todos los actores presentes en la cadena de valor del hidrógeno verde (energía renovable, infraestructura de hidrógeno, distribuidores de gas, compañías de vehículos, etc.), lideran el impulso para su desarrollo.
“América Latina se beneficia de amplios recursos de energía renovable y agua, ambos ingredientes clave en la producción de hidrógeno verde. Si podemos aprovechar este potencial, podría dirigir a la región hacia la independencia energética”, manifestó José Antonio Castro Nieto, científico jefe de Ad Astra Rocket en Costa Rica.
Paraguay también se ha unido al grupo de interesados en el hidrógeno al prometer una hoja de ruta con la ayuda del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La estrategia determinará el uso del combustible para el transporte de carga y pasajeros de larga distancia, planificando una primera planta piloto de hidrógeno.
En Colombia, el ministro de Minas y Energía, Diego Mesa, sostuvo en noviembre que el Gobierno también está trabajando en una hoja de ruta para incentivar el hidrógeno verde. A partir de allí se avanzará en un marco regulatorio para incentivar la investigación en la temática e inversiones privadas, detalló.
“El hidrógeno verde juega una perspectiva preponderante a nivel global. Promueve seguridad energética, sostenibilidad y equidad, al tiempo que se enmarca en los cuatro ejes de la transición energética: descarbonización, descentralización, digitalización y demanda”, señala José Antonio Vargas, director de la empresa energética ENEL en Colombia.
El proyecto de Chile
Chile cuenta con una estrategia nacional para el hidrógeno verde que apunta a convertir al país en un productor y exportador de clase mundial en menos de 20 años. El Gobierno proporcionará financiamiento, actualizará las regulaciones, estimulará la inversión y el desarrollo, y alentará a los actores públicos y privados a integrar el hidrógeno verde.
El plan del presidente Sebastián Piñera tiene tres objetivos principales: producir el hidrógeno verde más barato del planeta para 2030, estar entre los tres principales exportadores para 2040 y contar con 5GW de capacidad de electrólisis en desarrollo al 2025. El primer paso será una ronda de financiamiento de US$50 millones.
“El hidrógeno verde puede representar para Chile una industria tan importante como lo es el cobre actualmente”, afirma Juan Carlos Jobet, ministro de Energía de dicho país. “Tenemos tremendas ventajas competitivas para ser líderes mundiales en producción y exportación de hidrógeno verde gracias a nuestras energías renovables.”
Según la estrategia, Chile podría producir hasta 160 megatones anuales de hidrógeno verde. En sus planes de crecimiento, el Gobierno prevé que la industria local comenzaría con un mercado de US$1.000 millones para aplicaciones locales en 2025 y crecería 15% al año hasta US$9.000 millones en 2050, más US$24.000 millones en exportaciones
El desarrollo de la tecnología vendría en tres etapas. Primero, enfocado en el consumo interno a través de la demanda existente, por ejemplo, de refinerías. Luego, se promovería el uso del hidrógeno en el sector transporte a nivel local. Finalmente, llegaría el despliegue a gran escala de infraestructura de exportación.
Chile pasó de tener un 3% de capacidad instalada de energía renovable no convencional en 2014 a tener actualmente un 25%, aprovechando la radiación solar en el norte del país y los fuertes vientos de la Patagonia. Esto significa que ya ha cumplido su objetivo de tener el 20% de las energías renovables para 2025.
El año pasado anunció su compromiso de ser neutral en cuanto a emisiones de carbono para 2050 y prometió eliminar progresivamente todas las centrales eléctricas de carbón para 2040. Para ello espera expandir todavía más la energía solar y eólica, alineado con la estrategia de producir hidrógeno verde.
“Tenemos 70 veces más capacidad de generación de energía renovable que la que consumimos actualmente, por lo que tenemos que encontrar formas de aprovechar ese potencial, no sólo para mejorar nuestra calidad de vida, sino también para exportarlo al mundo y para generar ingresos”, advierte Jobet.
El rol de Argentina y Uruguay
Uruguay también planea incentivar en los próximos años el desarrollo de la producción de hidrógeno verde con el objetivo de exportarlo. El país es líder en energías renovables en América Latina, con una matriz basada en un 98% en fuentes limpias gracias a décadas de políticas gubernamentales en esa dirección.
Para el desarrollo de la industria, el gobierno de Luis Lacalle Pou planea incentivar la llegada de empresas privadas extranjeras que inviertan en producción a cambio de la firma de contratos de provisión con el Estado. El primer paso será construir una planta piloto en Montevideo, capital del país, con capacidad para producir 900 kilos de hidrógeno por día.
El proyecto Verne, como se lo conoce internamente, requerirá de una inversión estimada de US$20 millones durante el año que llevarán los trabajos. Para esto, la petrolera nacional Ancap convocará a una licitación para adjudicar un contrato de construcción, operación y mantenimiento.
“Vemos con buenas perspectivas la posibilidad de exportar hidrógeno a empresas que están necesitando descarbonizar su matriz. Uruguay puede tener hidrógeno generado a partir de esta electricidad certificada verde y eso tiene valor para países centrales que están buscando descarbonizarse”, sostuvo Omar Paganin, ministro de Energía.
A pesar de sólo contar con un 8% de energías renovables, la Argentina también tiene un potencial de energía solar y eólica destacado que le permitiría proyectar la producción del hidrógeno verde. Sin embargo, todavía no se han desarrollado políticas públicas que impulsen su desarrollo.
El país cuenta con una Ley de Promoción del Hidrógeno, sancionada en 2006 pero todavía no reglamentada. La norma establece la creación del Fondo Nacional de Fomento del Hidrógeno (Fonhidro), el cual sería financiado por el Estado, y los proyectos de hidrógeno contarían con numerosos beneficios impositivos.
Ahora bien, la ley corre riesgo de caducar a finales de 2021 de no ser reglamentada. Es por eso que el diputado por la Unión Cívica Radical, Gustavo Menna, presentó, en 2019, un proyecto de ley para postergar su fecha de vencimiento por 20 años y actualizar el texto, poniendo el foco en la producción de hidrógeno verde.
“El Poder Ejecutivo no la ha puesto en marcha ni le dio presupuesto. Hay una clase dirigente que no tiene una mirada estratégica y que pierde el tiempo con cuestiones menores. Hemos perdido como país la mirada de mediano y largo plazo”, detalló Menna, quien aguarda el tratamiento en comisión del proyecto.
Según el diputado, la actual capacidad de generación eléctrica verde que tiene la Argentina es suficiente para poder impulsar la industria local del hidrógeno en una primera etapa, focalizada en el transporte público. Pero, advierte que sería necesario mejorar la infraestructura para su distribución por el país.
Empresas locales han dado los primeros pasos para movilizar a la industria. Y-TEC, empresa de investigaciones tecnológicas de YPF, lanzó el consorcio H2AR junto con el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet). El mismo trabajará en los próximos dos años en el estudio de escenarios para la producción, transporte y exportación de hidrógeno.
“El objetivo inicial será consolidar una visión común y delinear hojas de ruta en distintos campos de aplicación, que permitan identificar desafíos, impulsar iniciativas piloto conjuntas y conformar un entorno normativo y de negocios”, explicó el gerente General de Y-TEC, Santiago Sacerdote.
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