Tal como se había advertido, la pandemia de COVID-19 generó un disminución pasajera de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) ocasionada por la desaceleración de la economía, sobre todo en lo referente al impacto en el sector energético. Lo cierto es que las emisiones están aumentando nuevamente de manera acelerada, según se menciona en el informe Unidos en la Ciencia 2021.
El informe, recientemente publicado, es coordinado por la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y cuenta con aportes del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el Proyecto Carbono Global, el Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (PMIC) y la Oficina Meteorológica del Reino Unido.
En este se destaca que es probable que “la disminución general de las emisiones que se registró en 2020 haya limitado el incremento anual de las concentraciones atmosféricas de GEI de larga duración; sin embargo, este efecto fue demasiado pequeño como para diferenciarlo de la variabilidad natural”.
Asimismo, se indica que las concentraciones de los principales GEI siguieron aumentando en 2020 y en el primer semestre de 2021, a saber: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O).
De hecho, y según datos recopilados por las estaciones Mauna Loa (Hawaii, US) and Cape Grim (Tasmania, Australia), las concentraciones de dióxido de carbono en julio alcanzaron 416,96 parte por millón (ppm) and 412,1 ppm, respectivamente. En julio de 2020, las concentraciones registradas por ambas estaciones fueron 414,62 ppm (Mauna Loa) y 410,03 ppm (Cape Grim).
Combustibles fósiles
Según el informe, las emisiones de dióxido de carbono de origen fósil -provenientes del carbón, petróleo, gas y cemento- alcanzaron un nivel máximo de 36,64 gigatoneladas en 2019, seguido de un de 1,98 gigatoneladas (5,6 %) en 2020 debido a la pandemia de COVID‑19.
“El descenso de las emisiones se debió principalmente a la desaceleración de la economía mundial y a la menor demanda de energía durante la pandemia de COVID-19, especialmente durante la primera oleada de confinamientos. El sector del transporte, especialmente el de la carretera, fue el que más contribuyó al descenso”, se lee en el reporte.
Sin embargo, entre enero y julio de 2021, las emisiones provenientes de los sectores de energía eléctrica e industria ya se encontraban en el mismo nivel o en un nivel superior al observado durante el mismo período en 2019, es decir, antes de la pandemia.
“Durante este año, hemos presenciado un nuevo crecimiento de las emisiones de combustibles fósiles, el aumento constante de las concentraciones de GEI y los fenómenos meteorológicos violentos intensificados por las actividades humanas que han afectado a la salud, las vidas y los medios de subsistencia en todos los continentes. A menos que las emisiones de GEI se reduzcan de manera inmediata, rápida y a gran escala, limitar el calentamiento a 1,5°C será imposible, lo que traerá aparejadas consecuencias catastróficas para las personas y el planeta del cual dependemos”, se lee en el prólogo del informe.
Recuperación verde post COVID-19
En el marco de la en la 76ª Asamblea General de las Naciones Unidas, varios jefes de estado manifestaron que la recuperación económica tras la pandemia debe estar alineada a las metas climáticas.
Uno de ellos fue el presidente de Costa Rica, Carlos Alvarado Quesada, quien abogó por cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, “reduciendo las emisiones en un 45% para 2030, en el camino hacia el cero neto global para 2050”.
“La comunidad internacional debe traer cambios y apoyo al sistema que permitan el camino de la descarbonización, creando nuevos empleos y oportunidades para nuestros jóvenes y nuestras comunidades, incluso mientras reducimos nuestras actividades de combustibles fósiles”, dijo Alvarado durante su intervención en el encuentro convocado por el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, y el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres.
De cara a la COP26, el mandatario señaló que se debe revisar que las inversiones nacionales en la recuperación post COVID-19 sean consistentes con los objetivos climáticos. “No podemos llamar líderes a quienes abordan la crisis climática y otorgan nuevas licencias para explorar o explotar petróleo y gas fósil o incrementan sus inversiones en la carrera armamentista”, comentó.
Lo dicho por Alvarado, también lo señala el informe Unidos en la Ciencia 2021: “la crisis generada por la COVID‑19 ofrece solo una reducción a corto plazo de las emisiones mundiales. No habrá una disminución considerable de las emisiones de aquí a 2030, a menos que los países traten de conseguir una recuperación económica que incluya una descarbonización profunda”.
“Las actividades de recuperación tras la pandemia de COVID‑19 deben armonizarse con las estrategias nacionales sobre el cambio climático y la calidad del aire a fin de reducir los riesgos derivados de los peligros climáticos agravados y en cascada, así como generar beneficios indirectos para la salud”, continúa el documento.
Para ayudar a que los países en vías de desarrollo puedan acceder a financiamiento para atender la pandemia, Costa Rica - como Presidente Pro Tempore de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL)- propuso la creación del Fondo para Aliviar la Economía COVID-19 (FACE).
Este fondo se concibe como un apoyo extraordinario de, al menos, medio trillón de dólares, financiado con el 0,7% del Producto Interno Bruto (PIB) de las economías más grandes del mundo. “Hago un llamado al G20 para que podamos entender la interdependencia entre interés propio y solidaridad”, declaró Alvarado.
Costa Rica propone estos fondos a largo plazo y a tasas fijas, “para que los países puedan seguir respondiendo ante los embates financieros de la crisis sanitaria mundial”, detalló el mandatario. También, estos fondos pueden alinearse a los objetivos climáticos de mitigación y adaptación de los países, y así invertir en resiliencia.