Mauricio Fernández ha trabajado durante los últimos tres años en una investigación que permite ampliar el conocimiento sobre la biodiversidad, específicamente en lo que respecta a las abejas.

Fernández es investigador del Centro de Investigación en Biodiversidad y Ecología Tropical (Cibet) y curador del Museo de Zoología de la Universidad de Costa Rica (UCR). Sus estudios en fenología y diversidad de abejas en el Valle Central, si bien no se enfocan exclusivamente en cambio climático, sí pudieran dar pistas sobre cómo este afecta a uno de los principales polinizadores.

La investigación busca sistematizar la información disponible sobre este grupo y recopilar nuevos datos. Esto se realiza mediante la captura, identificación y análisis de diferentes especímenes.

Para ello, Fernández echa mano de la colección biológica disponible en el Museo de Zoología, ubicado en el sótano de la Escuela de Biología. “El objetivo principal de estas colecciones es guardar información. Entonces, cada espécimen colectado tiene información asociada: en qué lugar exacto se colectó, quién lo hizo, cuál era la elevación, la fecha exacta y la identificación”, comentó.

Un espécimen que cuenta con todos estos datos es muy valioso científicamente porque permite entender su comportamiento. Esto es particularmente relevante al analizar la fenología, la cual estudia los eventos cíclicos que suceden en un periodo de tiempo. Según Fernández, al analizar los ciclos de las abejas —mediante sus patrones de actividad y los momentos en que están activas durante el año— se podrá determinar su relación con los recursos.

Las abejas son fundamentales para que los ecosistemas persistan y para la seguridad alimentaria de las personas.(Créditos: Miriet Ábrego Zúñiga)

Abejas, fenología y funciones

En el mundo existen aproximadamente 20.000 especies de abejas. En Costa Rica hay entre 650 y 700 especies.

De acuerdo con el investigador, en el país existen dos grupos de abejas: las sociales, que corresponden a las que hacen colonias (tienen reinas y obreras), y —por su biología— están activas todo el año, además acumulan recursos; en el segundo grupo están las solitarias, que representan a la gran mayoría (94%).

Las solitarias, por el contrario, hacen sus nidos en cavidades y no acumulan recursos. Según observaciones, no están activas durante todo el año y no está claro cómo es la variación entre las diferentes especies por el alto número que representan. Sobre esto, Fernandez comentó que “la idea del proyecto es comenzar a ver eso en las abejas solitarias. Cómo son los patrones de actividad, los momentos que están activas durante el año y la relación que tienen con los recursos”.

¿Por qué estudiarlas? “Las abejas son uno de los grupos más importantes para el ser humano”, afirmó. Estas son fundamentales para la seguridad alimentaria, esto debido a que existe una importante cantidad de cultivos que son dependientes o se benefician de la polinización de las abejas. “El café puede autopolinizarse, pero —cuando hay abejas— la cosecha mejora un montón y la calidad de los frutos también mejora”, explicó el científico.

Asimismo, nuestros bosques dependen de la polinización realizada por abejas. En Costa Rica existen más de 10.000 especies de plantas y la mayoría son polinizadas o requieren de polinización. Los bosques se mantienen gracias a las abejas y, a su vez, estos bosques brindan beneficios al ser humano, entre ellos: la captura y fijación del dióxido de carbono.

“El rol de las abejas en la economía está cuantificado. Al año, las abejas aportan miles de millones de dólares en productos”, destacó Mauricio Fernández.(Créditos: Miriet Ábrego Zúñiga)

Abejas y cambio climático

El proyecto de Fernández genera una base de información que puede ser utilizada para ver efectos del cambio climático a futuro. De igual manera, se puede relacionar con el pasado. “Nos genera una base de información con los patrones de comportamiento que estamos viendo en el 2019-2021, que se pueden comparar con informaciones previas y determinar, por ejemplo, si lo que estoy viendo ahora, en esta época, estaba previamente en los datos históricos”, comentó.

Para el investigador es importante conocer el comportamiento basal de las abejas para saber de qué manera serán afectadas por el cambio climático.

“No está muy claro qué señal activa a una abeja que emerge de su nido después de un periodo de latencia. Es posible que esta sea una señal ambiental como la temperatura o la precipitación. El cambio climático está llevando a cambios en estos aspectos y puede suceder que los momentos de actividad de esas especies se alteren o cambien a lo largo del tiempo”, explicó Fernández.

La pérdida de hábitat también afecta a las poblaciones de abejas. “En las zonas urbanas, la diversidad cae radicalmente en comparación a otros lugares”, dijo el investigador. Las abejas que se ven más afectadas son las que anidan en el suelo o en cavidades en los árboles, ya que las zonas urbanas carecen de arborización y el suelo se impermeabiliza debido a las construcciones.

Específicamente, Fernández colecta los especímenes para su investigación en El Rodeo, un parche de bosque remanente en Ciudad Colón, en Puriscal (en una zona alterada con potreros y fragmentos de bosque) y en el campus de la UCR. Resalta que el número de especies que encuentra en este último lugar es mucho menor a lo que encuentra en los dos lugares. “En general, uno encuentra pocas especies en zonas urbanas. En el campus, uno encuentra cinco o seis especies de abejas sociales, mientras que si uno sale a otras zonas se encuentra más de 10”, dijo.

Por otra parte, el uso de agroquímicos también está afectando a las poblaciones de abejas. Específicamente, los neonicotinoides (tipo de insecticida) tienen efectos subletales, es decir, no es un químico que mata a la abeja de inmediato, pero le reduce la capacidad de aprendizaje, memoria y desarrollo, lo cual afecta su comportamiento y características; causa que —con el paso del tiempo— las poblaciones disminuyan.

Recomendaciones

El investigador del Cibet, Mauricio Fernández, brindó una serie de recomendaciones para contribuir a la protección de las abejas:

  • Para productores: tratar de minimizar el uso de agroquímicos, ya que se ha demostrado que tienen efectos negativos en las poblaciones de polinizadores.

  • Para una persona en zona rural o urbana: plantar flores diversas que provean recursos a las abejas, dejar espacios libres en el suelo donde estas puedan anidar.

  • Los conocidos charrales son fuente de recursos para muchas especies. Dejar un espacio pequeño de charral, controlado, en cada jardín o finca, contribuye a la protección de las abejas.

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