Los primeros conceptos relacionados con la descarbonización se mencionaron en 2007, cuando el entonces mandatario Óscar Arias Sánchez habló de carbono neutralidad. Con ello, se propició la creación del Programa País de Carbono Neutralidad.
A la administración de Luis Guillermo Solís le correspondió terminar de diseñar las Contribuciones Nacionalmente Determinadas (NDC, por sus siglas en inglés), los objetivos climáticos que el país presentó ante el Acuerdo de París en el 2015.
“La meta para este año es terminar de generar los datos económicos para dejarle ya unos ‘dientes’ al plan y terminar tanto los arreglos de ley como institucionales para finalizar el anclaje”.
La traducción de esos objetivos en metas medibles en el tiempo fue tarea del Plan Nacional de Descarbonización, lanzado en febrero del 2019 durante el gobierno de Carlos Alvarado.
En otras palabras, Costa Rica construye su visión de descarbonización desde hace 13 años. Cuatro presidentes han aportado a la agenda de cambio climático.
Para Andrea Meza, directora de la Dirección de Cambio Climático (DCC), el tema de la descarbonización ciertamente se ha posicionado en la agenda pública, sobre todo en el último año, y eso también trajo consigo la reacción de sectores que se sienten amenazados por la transformación hacia una economía baja en emisiones de carbono.
“Hemos visto el incremento de una narrativa que tiende a politizar el tema de la descarbonización, a decir que no es relevante”, detalló Meza.
Para la directora de la DCC, la descarbonización trasciende tendencias políticas: “Se tiene ejemplos de Gobiernos europeos de centroderecha que son coherentes con la visión de descarbonización, porque ven que tiene muchas posibilidades económicas y apuesta a la eficiencia. Me llama la atención que la centroderecha de este país haga un esfuerzo por deslegitimar el tema climático. En este sentido, hay subgrupos que están teniendo una narrativa poco estratégica”.
Según Meza, si bien algunos grupos están ligados a los combustibles fósiles, otros más bien son “oportunistas políticos”.
“Hay que despolitizar la descarbonización, convertirla en una política de Estado, a largo plazo. Eso requiere consensos y esa debe ser la apuesta de los próximos años”, enfatizó.
A un año del lanzamiento del plan, ¿cuál es el balance general?
–Este ha sido un año muy estratégico para generar las condiciones habilitantes y esto seguirá así en esta primera etapa del plan. En el fondo eso significa institucionalizar los procesos en las diferentes áreas y alinear a toda la institucionalidad a través de estrategias y programas específicos que buscan dar respuesta al reto. También fue un año para pilotar proyectos: probar determinada tecnología o arreglo institucional.
Ahora estamos viendo cómo canalizamos, movemos recursos y brindamos más información económica. En ese sentido, se avanza en el análisis costo-beneficio de los tres ejes relacionados a transporte, pero necesitamos hacerlo para los restantes siete ejes. También necesitamos saber cuáles son los principales empleos que vamos a generar.
En resumen, este fue un año positivo para levantar la agenda, transversalizarla en las diferentes instituciones, involucrar a diversos actores no convencionales –como el sistema bancario– y visibilizar otros actores –como los agrupados alrededor de la innovación– para ir generando soluciones.
De los 10 ejes del plan, ¿cuál fue el más sencillo de echar a andar?
–Los ejes relacionados con transporte público y movilidad (eje 1), transporte liviano (eje 2), sistemas agroalimentarios (eje 8) y ganadería (eje 9).
En eso ayudó el impulso que dio la Ley de Electrificación del Transporte y la apuesta que se dio desde la Presidencia. También las municipalidades empezaron a adoptar nuevos conceptos relativos a la movilidad sostenible.
Por el lado del sector agropecuario, ellos siempre están muy abiertos y haciendo cosas novedosas.
¿Cuál fue el eje más retador?
–El eje de energía eléctrica renovable (eje 4) es más complejo porque necesitamos urgentemente estrategias de cómo vamos a bajar el costo de la electricidad. Eso representa un reto enorme.
Lo otro tiene que ver con los ejes transversales para terminar de tener las condiciones habilitantes.
En cuanto a los actores, ¿quién dio la sorpresa?
–Estoy gratamente sorprendida con las municipalidades. Las ganas y la cantidad de “munis” que quieren formar parte del Programa País de Carbono Neutralidad 2.0 ha sido una sorpresa muy positiva y sin tener nosotros la capacidad de dar respuesta a todos. Quisiéramos poder trabajar con todos y no hemos podido dar abasto.
También me ha sorprendido lo innovador que puede ser el sector privado. Entre los proyectos pilotos existentes, hay unos muy interesantes impulsados desde este sector. Se perfilan como muy buenos aliados a futuro.
La adopción de muchas tecnologías y procesos de eficiencia ocurren en los emprendimientos de distinta escala y ahí se presenta una oportunidad porque tienen la capacidad de acelerar la acción climática.
Otro actor que resulta interesante es el sistema bancario. Están haciendo cosas para alinear sus productos a la visión de descarbonización. Eso va a propiciar un cambio exponencial en la adopción de ciertas tecnologías.
¿Lecciones aprendidas en este primer año?
–Establecer procesos continuos de sensibilización, entendimiento y agendas con los mandos medios en las instituciones. Ha habido una apropiación muy buena en el nivel político, en las jerarquías, y toca ahora trabajar con los mandos medios porque son los que permanecen en el tiempo.
La segunda lección se relaciona con la necesidad de invertir en la generación de datos robustos sobre los beneficios económicos. Necesitamos documentar más y analizar mejor cómo vamos a viabilizar el plan con el sector económico.
Una tercera es que vale la pena invertir en comunicación. Tenemos que hacer el esfuerzo de salirnos de las burbujas y tratar de encontrar formas para comunicarnos con las personas.
¿Cuáles son las prioridades en el segundo año?
–La información económica. Para mí es clave demostrar que sí se puede tener un impacto y beneficios económicos. También nos permitirá alinear mejor los recursos.
La otra prioridad es consolidar la descarbonización como política de Estado y seguir involucrando actores no convencionales como iglesias, amas de casa… Los jóvenes son vitales y espero que ellos sigan trabajando como hasta ahora, pero también existe un universo de personas que no son las que típicamente se involucran en el tema y el riesgo es que, si le llegan los mensajes incorrectos, pueden ser fácilmente manipulables.