“A veces nos llegan solicitudes de personas que necesitan saber qué viento habrá en un determinado lugar porque están planeando una boda o un quinceaños. También de los Juegos Nacionales, que nos piden información sobre vientos, lluvias, temperatura y radiación para organizar los partidos”, comentó Cristina Araya, jefa del departamento de Información Meteorológica del Instituto Meteorológico Nacional (IMN).

En 1986, esta oficina contabilizaba 300 solicitudes al año; hoy se tramitan unas 800. “En el pasado nos llamaban las señoras para saber si iba a llover, porque necesitaban tender la ropa. Esas son pequeñas cosas de la vida diaria en las que está inmersa la meteorología”.

Más allá de ofrecer un pronóstico para saber si llevar o no paraguas, lo cierto es que la labor que realiza el IMN impacta la vida misma del país. Su información se utiliza en los aeropuertos para alertar a los pilotos, en agricultura para informar sobre el riesgo de lluvias o sequías así como para planificar el calendario de siembra, en navegación marítima ante la presencia de fuertes vientos o tormentas, y en turismo para comunicar las condiciones del tiempo a la hora de realizar ciertas actividades recreativas.

Esa cotidianidad ha permitido acercar la ciencia a la gente, favoreciendo así una cultura meteorológica que adquiere mayor relevancia en el actual contexto de cambio climático. Y pensar que todo empezó hace exactamente 135 años.

Los inicios del IMN

En el país, desde 1861, se toman datos meteorológicos de forma sistemática. En ese entonces, las mediciones no las hacía el IMN, que aún no existía, sino la Oficina de Estadística, que publicaba los datos en La Gaceta.

El IMN se estableció primero como Observatorio Meteorológico Nacional en 1888. Henri Pittier, prominente científico suizo, llegó al país un año antes y planteó la idea de crear un servicio meteorológico. De hecho, fue su primer director. 

El nuevo Observatorio se centró en tomar datos de lluvia y temperatura en San José. “En la base de datos del IMN tenemos el histórico desde que empezó Pittier. Pero hemos venido recuperando esos otros registros que se publicaban en La Gaceta”, manifestó Luis Fernando Alvarado, coordinador de la Unidad de Climatología del IMN.

Eso sí, la Oficina de Estadística solo recolectaba datos. “Se recopilaban y se publicaban, nada más. Nadie hacía análisis, tampoco estudios del clima. Analizar los datos fue uno de los aportes que hizo Pittier, basándose en información que ya existía”, destacó Alvarado.

Ese año, además, se vinculó el Observatorio a la Organización Meteorológica Internacional (OMI). De hecho, Pittier participó en el Congreso Meteorológico de París en 1889 y, a su regreso, reestructuró el programa de observaciones con base en la normativa internacional.

Pronto, se evidenció la necesidad de contar con más estaciones meteorológicas. Al tiempo que se creaba el Observatorio, el empresario estadounidense Minor Keith se asentaba en Costa Rica. Primero, se involucró en el ferrocarril al Atlántico y luego, tras lograr una concesión de tierras en 1884, en el negocio del banano mediante la United Fruit Company.

“Keith venía con la idea de abrir caminos y cultivar bananos, por lo que necesitaba conocer el clima. Y así fue como la compañía bananera empezó a instalar estaciones meteorológicas en distintos puntos de Limón, mientras que el Observatorio lo hacía en el Pacífico”, relató Alvarado.

Así, Pittier vio un aliado en la United Fruit Company. “El Meteorológico recibía los datos y daba las capacitaciones a las personas que harían las mediciones, que eran los mismos empleados de la compañía bananera. Las bitácoras se enviaban a San José mediante telégrafo y correo”, agregó Alvarado.

El Observatorio también contaba con la ayuda de personas que accedían a instalar una estación meteorológica en su casa o finca. El Meteorológico les capacitaba en la toma de datos y les pagaba. Así fue como inició el programa de observadores meteorológicos, cuyas tareas incluían describir nubes (altura y tipo), registrar precipitación y rayería, así como realizar mediciones empleando instrumentos.

Aún hoy existen observadores meteorológicos, trabajan en los aeropuertos.

Según Cristina Araya, jefa del departamento de Información Meteorológica del IMN, a principios del siglo XX, los datos meteorológicos eran tomados por personas particulares, quienes realizaban sus observaciones desde las 7 a.m. hasta las 4 p.m. y, en algunas ocasiones, hasta las 6 p.m.(Créditos: Katya Alvarado)

Profesionalización

En 1944, el Observatorio pasó a ser Servicio Meteorológico y Sismológico. Aparte del tiempo y el clima, se veían aspectos de sismología, astronomía, oceanografía (mareas) e incluso daba la hora oficial. Por esa razón, en las bitácoras a veces se lee “temblor”.

Tras la erupción del volcán Irazú y las inundaciones del río Reventado en 1963, se adquirió equipo meteorológico para reforzar a la institución, el cual incluía un radar. Asimismo, lo vivido con estos desastres trajo consigo una mayor consciencia sobre gestión de riesgo, lo cual evidenció la necesidad de formar profesionales en sismología, vulcanología y meteorología.

A partir de 1968, la Universidad de Costa Rica (UCR) empezó a formar meteorólogos. Ese mismo año, el Servicio Meteorológico y Sismológico fue designado como uno de los centros regionales de formación profesional de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), entidad a la que Costa Rica había ingresado como Estado miembro en 1958.

“Aún hoy, aquí viene gente a formarse de toda Centroamérica, pero también de Suramérica y Caribe. Siempre ha estado ese gen de la formación académica”, destacó Alvarado.

A esto se suma que, en 1969, se creó la Comisión Nacional de Emergencia (CNE). Un año más tarde, gracias al apoyo de la OMM, se renovó el equipo de medición, se instaló una red básica de seis estaciones sinópticas.

“Incluso, ya se tenía la capacidad de hacer sondeos meteorológicos. Para ello, se lanzaba un globo para ir midiendo distintos elementos”, comentó Alvarado y añadió: “a partir de la profesionalización, también se empezó a hacer meteorología aeronáutica”. 

Para 1973, el servicio meteorológico se transformó en IMN y, con él, se comenzaron a hacer pronósticos. “Eso fue algo que se le criticó a Pittier. Él consideraba que en Costa Rica no valía la pena hacer pronósticos porque el clima era muy estable, la temperatura casi no cambiaba a lo largo del año y lo que variaba eran las lluvias. ¡Claro! Él venía de Suiza donde tienen cuatro estaciones”, manifestó Alvarado.

Para realizar los pronósticos, se requiere de una robusta red de estaciones meteorológicas de cobertura nacional. Actualmente, la red cuenta con 200 estaciones.

Cronología del IMN

Cambio climático

En la década de 1980, la comunidad científica internacional ya hablaba de cambio climático y llamaba a los políticos a tomar acción. Eso llevó, en parte, a que en 1988 se creara el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Desde entonces, el IMN representa a Costa Rica en este órgano.

Y mientras el IPCC iniciaba sus labores, el huracán Juana puso en alerta a Centroamérica. “Creíamos que iba a entrar al país, porque lo teníamos enfrente. Pero, por alguna razón —que aún estamos investigando, porque pasó igual con otros huracanes (como César)—, se detuvo y cambió la dirección”, recordó Alvarado.

“Por dicha, el IMN ya estaba consolidado y se tenía relación con el Centro de Huracanes de Florida (Estados Unidos), aunque las comunicaciones no eran tan buenas como ahora. En ese entonces, los informes llegaban tarde y las fotografías de satélite nos llegaban unas tres horas después. Eso ya no nos pasa, gracias al monitoreo en tiempo real”, continuó.

El huracán Juana puso a prueba la gestión de riesgo del país. Se alertó a la provincia de Limón y muchas familias evacuaron, aunque sí se tuvieron impactos indirectos devastadores en la zona sur.

A inicios de los años 90, el instituto pasó a formar parte del actual Ministerio de Ambiente y Energía (MINAE). Con ello, se inició una etapa de modernización: se comenzó a digitalizar la información y se automatizaron las estaciones meteorológicas, esto permitió tener datos nocturnos e incluso llegar a lugares tan remotos como Chirripó e Isla del Coco.

El IMN también ha ido consolidando una red de estaciones dedicadas al estudio del cambio climático, por el momento hay diez. “Están ubicadas en lugares estratégicos que no son ciudades, porque las ciudades son islas térmicas. Este tipo de estaciones están en lugares inhóspitos, generalmente, parques nacionales”, mencionó Alvarado.

A nivel centroamericano, también se estrecharon lazos en pro del trabajo conjunto. El año pasado, según Alvarado, se inició un proyecto de sistema de alerta temprana para condiciones a corto plazo. “Ahí entran los huracanes, tormentas y tornados”, dijo. También se están creando redes de detección de rayos.

Y paralelo a esa modernización, a partir de los años 90, se empezó a hablar de cambio climático en el país. Con la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) firmada y ratificada, el tema dejó de ser netamente científico. “Empezó a ser parte de las agendas políticas de los gobiernos”, recordó Alvarado.

En este contexto, el IMN inició los inventarios de gases de efecto invernadero (el primero data de 1996) y preparó las comunicaciones nacionales que se presentan a la CMNUCC (la primera está fechada en el 2000). Labor que aún continúa.

Asimismo, se comenzó a trabajar en los escenarios de cambio climático para el país. Y otras disciplinas empezaron a sumarse al entendimiento del tema, como es el caso de las ciencias biológicas y agrícolas.

También se fueron calibrando los modelos para entender mejor el trópico, dado su comportamiento tan complejo. “El meteorólogo costarricense ha contribuido significativamente al conocimiento de la atmósfera tropical, inclusive haciendo descubrimientos dinámicos que antes no se conocían. Eso lo ha logrado principalmente la UCR y nosotros hemos contribuido a esa investigación”, declaró Werner Stolz, director del IMN.

Los observadores meteorológicos echaban mano de instrumentos, como heliógrafos y anemógrafos, para realizar las mediciones.(Créditos: Katya Alvarado)

Seguridad climática ciudadana

¿El propósito de todo esto? Stolz lo resumió así: “todo lo que hace el IMN es para la ciudadanía”. El objetivo es ofrecer información precisa y pertinente a las personas, para que estas puedan tomar medidas en pro de su seguridad.

De allí deriva la relación tan cercana que tiene el IMN con los medios de comunicación, los cuales amplifican el mensaje de alerta y prevención, alcanzando lugares poco accesibles. Este afán por la seguridad climática ciudadana también está detrás de los brochures explicativos, los avisos meteorológicos, los boletines agroclimáticos, los mapas de radiación ultravioleta y riesgo en carreteras… productos que están disponibles en el sitio web (www.imn.ac.cr).

Actualmente, el IMN está trabajando en el Atlas Climático de Costa Rica, el cual permitirá consultar datos meteorológicos como temperatura, lluvia y viento tanto a nivel país como cantonal. “Viene a ser el compendio de 135 años de datos”, dijo Stoltz y agregó: “le servirá a las municipalidades para calcular cuánto llueve en promedio, en determinado mes del año, en su cantón. Eso lo podrá comparar con el promedio histórico”.

También se planea hacer un atlas sobre el fenómeno de El Niño y, para este 2023, se prevé que esté listo el índice de riesgo hidrometeorológico ante el cambio climático, a escala cantonal. “Cada cantón del país va a saber cuál es su vulnerabilidad ante el cambio climático y no necesariamente en función de su geografía, también estamos incorporando lo social. Por ejemplo: si en ese cantón viven muchas personas adultas mayores, los procesos de evacuación son diferentes. Ese es el tipo de cosas que estamos incluyendo”, comentó el director del IMN.

Participar más en los servicios marinos para realizar pronósticos de oleaje, viento y temperatura del mar, es otro de los objetivos. “Tenemos planeando profundizar más en ese conocimiento y, en conjunto con oceanógrafos, ofrecer un producto de aviso a los navegantes para cuando haya tormentas”, mencionó Stolz.

La otra línea de trabajo se relaciona a los sistemas de alerta temprana, un mandato de Naciones Unidas. Esto implica tener estaciones meteorológicas e hidrológicas, pero también se debe contemplar la dirección del viento en relación con la ceniza para así alertar a las comunidades que pudieran verse afectadas. También, se debería incluir la actividad eléctrica o rayería.

“El concepto de ciudades inteligentes incorpora el eje climático predictivo. La idea, por ejemplo, es que si usted va por la Plaza de la Cultura, pueda consultar un panel que le informa si hay actividad eléctrica o amenaza de ceniza. El objetivo es mantener informada a la población”, destacó Stolz.

Actualmente, esas mediciones están automatizadas y los datos se transmiten en tiempo real.(Créditos: Katya Alvarado)

IMN a futuro

Debido a los aportes realizados en 135 años, la diputada Ada Acuña presentó un proyecto de ley para declarar al IMN como institución benemérita de la patria. Se espera que esta declaratoria también contribuya al futuro de la institución.

Araya, Alvarado y Stolz visualizan al IMN en un nuevo edificio, uno propio, y dotado de tecnología de punta para hacer pronósticos más acertados e incluso aumentar la precisión a nivel distrital. También, lo ven con más personal, lo cual permitiría no solo fortalecer lo que se está haciendo, sino investigar más, sobre todo lo referente al cambio climático.

Asimismo, el director del IMN espera que los planes de desarrollo contemplen más componentes climáticos y, debido a ello, el instituto tenga más participación en su formulación. 

“El presente y futuro de los países va a estar modelado por la cuestión climática”, dijo Stolz. Y ahora más que nunca, se requiere un IMN que esté cerquita de la gente. 

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