Los microplásticos son pequeñas piezas de polímeros que miden menos de 5 milímetros. Su presencia en ambientes marinos se conoce desde 1960 y, a la fecha, ningún sitio en el mundo está exento de la contaminación que provocan: se han encontrados estos diminutos materiales en zonas remotas de gran altitud donde han llegado por acción del viento o la lluvia e incluso se han hallado en lejanos arrecifes de coral.
En cuanto a Costa Rica, los microplásticos ya llegaron al Parque Nacional Isla del Coco, el cual se localiza a 535 kilómetros del continente, en medio del océano Pacífico, y es uno de los sitios naturales mejor conservados y más sanos del país.
Allí, investigadores de la Universidad Nacional (UNA), la Fundación Amigos de la Isla del Coco (Faico) y el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (SINAC) encontraron microplásticos en el 93% de los sedimentos marinos que analizaron y en el 32% de los sedimentos de agua dulce.
También los hallaron en el 27% de los peces marinos, en el 20% de los peces de agua dulce, en el 51% de las langostas marinas y en el 15% de los camarones de agua dulce.
Asimismo, los investigadores observaron dos tipos de microplásticos: fibras y fragmentos. De hecho, la mayoría de los microplásticos hallados en los organismos marinos y acuáticos (63%) eran microfibras.
Si bien los científicos esperaban encontrar microplásticos en los ambientes marinos, no esperaban hallar la cantidad de materiales que vieron en ambientes de agua dulce.
Resultados
En Costa Rica, los estudios sobre microplásticos son recientes. Este, en particular, tiene el valor agregado de que refleja la situación de contaminación en un lugar que se considera saludable, debido a lo apartado que se encuentra del resto del territorio.
Esta es la primera fase de la investigación, cuyo artículo científico se publicó en la revista Marine and Fishery Sciences. Para obtener las muestras que permitieron hacer los análisis, los investigadores realizaron dos expediciones: una en 2019 y la otra en el 2020.
Recolectaron sedimentos tanto de ambientes marinos (playas arenosas y aguas poco profundas) como de agua dulce (ríos y arroyos). Extrajeron los 5 centímetros (cm) superiores del suelo dentro de una cuadrícula de 50 x 50 cm.
En las muestras de sedimento marino se observó una media entre 3,35 y 4,30 microplásticos por muestra, mientras que en los sedimentos de agua dulce esa media fue entre 1 y 1,47 microplásticos por muestra.
También se recolectaron organismos de agua dulce y marinos. Se pesaron y midieron, además se les extrajo el tracto gastrointestinal para analizarlo. En el caso de los camarones, al ser su sistema digestivo tan pequeño, se les retiró el exoesqueleto.
En absolutamente todos los organismos se encontraron microplásticos, eso quiere decir que estos fueron absorbidos o ingeridos tanto por estos peces, langostas o camarones como por sus fuentes de alimento (plancton e incluso algas).
“Normalmente lo que pasa es que los peces que tiene mayor rango en la cadena trófica, como los carnívoros, van a tener mayor porcentaje de microplásticos que los peces filtradores (organismos que absorben sus nutrientes del agua o sedimentos), los cuales se encuentran al inicio de la cadena alimenticia o trófica”, comentó Andrea Montero, quien es una de las coautoras del estudio.
Esto, por supuesto, tiene impactos en la salud humana, ya que las personas consumen pescado y marisco. Según Karol Ulate, coautora e investigadora de la UNA, si bien aún los médicos no conocen al 100% las implicaciones que tienen los microplásticos en la salud de las personas, “se han realizado estudios y se ve como estos, al llegar al intestino humano, debido a su tamaño, permean el intestino y entran al torrente sanguíneo alojándose en diferentes órganos”.
Ambientes marinos
Aparte de unos pocos guardaparques y algunas instalaciones que reciben visitantes, investigadores y voluntarios, lo cierto es que la isla está prácticamente inhabitada. Además, por ser parque nacional, el manejo de los residuos es estricto.
Entonces, ¿cómo llegan los microplásticos a la isla? En el caso de los ambientes marinos, los materiales llegaron por corrientes oceánicas, actividades turísticas y los aparejos de pesca desechados por actividades de pesca.
Isla del Coco está situada entre dos islas de escombros que flotan en el océano Pacífico (conocidas como los giros gigantes del Pacífico Norte y Pacífico Sur). Montero considera que las corrientes marinas pudieran estar influyendo en cómo los microplásticos llegan a los ambientes marinos del parque nacional.
Una de estas corrientes es la de California, la cual pudiera estar movilizando materiales del giro del Pacífico Norte a la costa norte de Costa Rica. “Los plásticos no necesariamente provienen de Costa Rica, sino que las corrientes los han trasladado hasta Isla del Coco”, dijo Montero.
Las corrientes marinas no sólo movilizan materiales de las islas de basura. La dinámica de circulación hace que todo en el océano esté conectado y la basura pueda provenir de cualquier parte del Pacífico.
En el 2018, un estudio -realizado por Beatriz Naranjo-Elizondo y Jorge Cortés de la Universidad de Costa Rica (UCR)- reportó haber encontrado residuos a 200-350 metros de profundidad en Isla del Coco. El 60% de estos eran plásticos procedentes de embarcaciones y artes de pesca como restos de líneas perdidas.
Los investigadores observaron a peces y cangrejos en contacto con estos residuos, expresando su preocupación por una posible ingesta. Esa inquietud terminó confirmándose en el estudio realizado por UNA, Faico y SINAC.
“Los nudos de pesca de nylon encontrados en el interior del sistema digestivo de las langostas marinas medían más de 5 mm y estaban en proceso de conversión”, se lee en el artículo científico.
Agua dulce
Los investigadores esperaban una menor abundancia de microplásticos en las muestras de los ecosistemas terrestres (agua dulce), sobre todo en los sitios de muestreo más alejados a las instalaciones de guardaparques, pero terminaron viendo una presencia del 32% en los sedimentos, del 20% en los peces de agua dulce y del 15% en los camarones.
Aunque sigue siendo una incógnita el cómo llegaron estos microplásticos a sitios tan remotos de la isla, donde ni siquiera hay presencia de guardaparques, Ulate comentó que estos pudieran formar parte del ciclo del agua.
Al ser tan pequeño, el microplástico sube a la atmósfera cuando ocurre el proceso de evaporación y viaja por las nubes hasta que vuelve a caer por acción de la lluvia. La precipitación media anual en Isla del Coco varía entre 4.500 y 6.000 mm. De hecho, esto diferencia al parque nacional de otros sitios cercanos como el archipiélago de Galápagos (Ecuador), que es más bien árido.
“Las zonas remotas y prístinas también se ven afectadas. La investigación en una zona remota de los Pirineos proporcionó pruebas de la caída atmosférica directa de la deposición de microplásticos. Además, la detección de microplásticos en la nieve superficial de los glaciares, recogida en una zona aislada del impacto humano en la meseta tibetana, indicó que estos pueden ser transportadas a largas distancias”, señala el estudio.
Aún se requiere más investigación para conocer el impacto del microplástico en ecosistemas terrestres. Según Ulate, en este momento pudiera existir una afectación en los bosques, dado que los microplásticos no permiten que las plantas germinen de la manera que deberían.
Otros estudios, citados por Ulate, han descubierto que, en las orillas de los lagos, la vegetación no está creciendo debido a que las plantas no pueden germinar debido a los microplásticos. De hecho, estos hacen que la vegetación demore el doble del tiempo en germinar.
Acciones
Geiner Golfin, guardaparque y coautor del estudio por parte del SINAC, comentó que desde el parque nacional se ha venido trabajando con la Fundación Charles Darwin (en Ecuador) y se ha participado en distintos talleres sobre el manejo de microplásticos en Latinoamérica. En estos espacios se ha compartido conocimiento sobre el mantenimiento de las embarcaciones y la infraestructura relacionadas con las actividades marítimas que pueden generar microplásticos.
Asimismo, la alianza con la UNA y FAICO -con motivo de esta primera fase de investigación- ha permitido generar información y sienta las bases para monitorear la presencia de microplásticos en Isla del Coco.
Por su parte, Ulate comentó que planean realizar más estudios a nivel de agua potable, ya que no se ha realizado ninguna investigación de este tipo en el país. Además, se quieren realizar estudios para detectar la presencia de microplásticos en los ríos y en los peces que viven en ellos.
Los microplásticos son materiales de un tamaño menor a 5 milímetros. Este tamaño hace que puedan fluir con el agua en los procesos de evaporación o incluso sean absorbidos por los organismos filtradores cuando buscan sus nutrientes.
Se han encontrado microplásticos en la sangre humana, en la comida e incluso en la leche materna, lo cual representa un peligro para las personas. Su pequeño tamaño permite que lleguen a cualquier lugar y entren rápidamente en la cadena trófica, afectando a todos en ella.
Existen dos tipos. La fuente secundaria es la más conocida, ya que se deriva de la fragmentación de plásticos de gran tamaño que, poco a poco, se fueron transformando en microplásticos. Y, por otro lado, la fuente primaria es el microplástico que fue hecho con el propósito de utilizarse con ese tamaño.
Karol Ulate, investigadora de la Universidad Nacional (UNA), comentó que los microplásticos no están solo en el mar, sino que se encuentran también en la parte terrestre, incluso se han encontrado en la miel. Añadió que incluso en algunas zonas se riegan las cosechas con agua que contiene microplásticos, lo que ha provocado que los vegetales los absorban.
“Me he propuesto desmitificar que el microplástico no está en únicamente en el mar, está en todo lado, pero no le hemos puesto atención a la parte terrestre”, mencionó.
Las consecuencias de los microplásticos también están relacionadas al cambio climático. La primera manera en la que los plásticos generan emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) es durante su producción. También afectan los ecosistemas marinos, los cuales son vitales para capturar carbono.
Daniela Solís, estudiante de biología marina en la UNA, en su artículo publicado en Ojo al Clima, mencionó la relación entre los plásticos y el cambio climático. A lo largo de su ciclo de vida, los plásticos siguen contribuyendo a emisiones de GEI y agregó que, debido a las tormentas que son más frecuentes e intensas a causa del cambio climático, se agrava la propagación del plástico.