A nivel mundial, uno de cada diez kilowatts hora de electricidad es generado con centrales nucleares, y en países como Francia esa participación llega hasta siete de cada diez. Sin embargo, otras sociedades le han dado la espalda a esta tecnología. Alemania, por ejemplo, está encaminada a cerrar sus centrales nucleares para el 2022.

La energía nuclear tiene una ventaja sobre otras fuentes dominantes, como la generación con carbón o con gas natural. ¿Cuáles? Que no genera cambios climáticos a nivel planetario, como sí lo hacen los combustibles fósiles. Pero también tiene sus puntos negros: un solo accidente en una planta nuclear puede tener graves impactos locales y regionales.

¿Qué hace que una nación acepte la energía nuclear y otra no? ¿Por qué las sociedades perciben de manera diferente el riesgo de esta tecnología y las medidas de seguridad?

El director adjunto de Seguridad Nuclear del Organismo Internacional de Energía Atómica, Juan Carlos Lentijo, vistió Costa Rica para hablar sobre seguridad radiológica en otras aplicaciones que sí usa el país (en la medicina y la agricultura, por ejemplo), pero conversó con Ojo al Clima sobre la percepción de riesgo y seguridad en una sociedad que cada vez habla más de energía.

¿Cuál es el norte que sigue el Organismo para incluir la ciencia atómica en la energía del futuro?

La energía nuclear es una opción que está ahí, pero es decisión de las autoridades de cada país diseñar el modelo de producción energético que necesita y que mejor se ajusta a sus necesidades, capacidades y recursos. La energía nuclear es una opción más y está en competición con las demás. Lo que vemos es que hay países con una apuesta decidida por utilizar la energía nuclear o incrementar su uso en el futuro, pero también hay países que toman decisiones diferentes.

El Organismo no tiene responsabilidades al decidir las políticas nacionales. Nuestra función es, por un lado, promocionar los usos de todas las tecnologías nucleares incluyendo la producción de electricidad, facilitar y promover el intercambio de información y el tecnológico y, en lo que se refiere a mi departamento, definir estándares de seguridad pueda ser referente para la aplicación de los países que utilizan la energía nuclear o que utilicen otras aplicaciones nucleares.

Definimos estos estándares que son normas consensuadas y representan las mejores prácticas internacionales en el ámbito, y luego tenemos la misión de apoyar para que se incorporen de manera real en los diferentes modelos nacionales, según el requerimiento de cada país.

El campo suyo es crítico cuando se trata de energía nuclear porque muchas personas le tienen un poco de miedo por la parte de seguridad, a pesar de los muchísimos mecanismos implementados. ¿Cómo trabajan como organismo para garantizar esa seguridad?

Para el organismo y para la comunidad internacional, la seguridad radiológica o nuclear es una prioridad. Tenemos un lema que es “seguridad primero”. Esto quiere decir que los países usuarios de las diferentes tecnologías nucleares –sean para electricidad o para otros propósitos– saben que solo es sostenible su uso cuando la prioridad es la seguridad. Cuando un país se embarca en un programa de instalaciones o aplicaciones nucleares o radiológicas, nosotros fomentamos que desde el inicio del programa la seguridad sea considerada como un elemento esencial. No es una opción.

Esto es nuestro lema y nuestro incentivo. ¿Cómo ayudamos a los países para que sus sistemas de seguridad sean tan avanzados como las tecnologías o las prácticas permiten? Tenemos dos instrumentos básicos. Uno son las normas internacionales de seguridad, que definen las mejores prácticas y las publicamos bajo el paraguas del OIEA pero que se escriben por expertos de todos los países. Nuestro segundo mecanismo es que damos asistencia a los países que lo solicitan para dar una mejor interpretación y aplicación de las normas internacionales, para que se ajusten a sus sistemas nacionales.

Aparte de que hay medidas físicas y concretas de seguridad, también es una percepción de cada sociedad. Como representante de una visión global de lo que significa el concepto de seguridad, ¿cómo hace para negociar estas diferentes visiones sobre lo que implica el concepto de lo seguro?

Quiero reiterar que es una responsabilidad nacional tanto el desarrollo del sistema nacional de seguridad radiológica como la interacción con los distintos grupos de interés, lo que en inglés se llaman stakeholders. Aquí están incluidos grupos técnicos, científicos, políticos y el público en general. Esto está identificado hace tiempo: la seguridad nuclear tiene que ver con la aceptación social de las aplicaciones radiológicas.

Nosotros lo que hacemos es diseñar modelos de apoyo para definir o enseñar los programas nacionales de comunicación y educación que quieren ayudar a entender mejor cómo es el programa de aplicaciones de cada país –sea en la medicina, en la agricultura, en la industria– y cómo los ciudadanos pueden percibir de una manera más apropiada las dos cosas: los beneficios y los riesgos que puede tener. Al final hay un principio básico: tienes que garantizar que la aplicación está justificada. Es decir, que las expectativas de beneficios son superiores a los riesgos inherentes. Además tienes que intentar que estos riesgos sean los mínimos posibles y para eso se impone un sistema de seguridad radiológica.

Esta es una base para la comunicación, pero no cabe duda de que hay que hacer programas activos de comunicación e incluso de consulta con la sociedad. Las tecnologías nucleares pueden producir muchísimos beneficios, pero si la sociedad no está dispuesta a aceptarlas, entonces estos beneficios pueden caer notoriamente. Es una obligación de las autoridades nacionales el facilitar información y educación.

En este proceso de facilitación de la información, ¿qué han aprendido ustedes de cómo se puede comunicar adecuadamente los beneficios y los riesgos? ¿Qué sirve y qué no sirve?

En general, hay algunos modelos que ha resultados muy exitosos. Hemos aprendido que hay aplicaciones que tienen más facilidad de ser comunicadas y aceptadas por la sociedad, particularmente las aplicaciones sanitarias. La sociedad percibe más fácilmente los beneficios que de otras aplicaciones como la energía o la gestión de residuos radiactivos.

Ahí se producen unas diferencias en la interpretación que resultan difíciles de rellenar. Así como la sociedad recibe con mucha tranquilidad una aplicación médica, probablemente los riesgos asociados a la gestión de residuos radiactivos que genera esa misma aplicación no son tan fáciles de aceptar. Hay una complicación en la comunicación de cuáles son los beneficios. Se perciben muy bien los beneficios de la lucha contra el cáncer, por ejemplo, y ya no es tan fácil percibir los beneficios de cuidar bien los residuos radiactivos.

¿Cree que tiene algo que ver con cómo la gente percibe las probabilidades? La gente está muy cómoda usando gasolina o combustibles fósiles, que tienen probabilidades muy altas de que generan daños graves al clima, mientras que lo nuclear tiene probabilidades mucho más bajas pero que se perciben como mayores.

Hay una gran distancia entre los riesgos reales, al menos los radiológicos, y los riesgos percibidos por la sociedad. Esto es claro. ¿Cómo lo percibo? Muy simple: existe y hay que trabajar para acortar esa distancia. La única manera para trabajar y acortar esa distancia, y es lo que está en nuestras recomendaciones, es trabajar con la sociedad de forma honesta y continua. Informar de lo bueno y de lo malo. Esto es lo que acorta esa distancia y puede hacer que la sociedad tenga una actitud más tolerante.

Más que tolerante desde el punto de vista emocional, diría tolerante desde el punto de vista del balance de riesgos. Es muy importante lo que usted comenta de comparar riesgos de las diferentes tecnologías. Por ejemplo, para producir electricidad o para mejorar el diagnóstico de pacientes con cáncer, se pueden usar aplicaciones nucleares y otras aplicaciones.

Entonces es muy bueno comunicar teniendo en cuenta el balance global de riesgo: cuáles son las ventajas, los inconvenientes y los beneficios que obtenemos. Esto no es fácil porque en general lo que ocurre con lo que tiene que ver con tecnologías nucleares o radiológicas es que es una disciplina que no se digiere fácilmente. Esto no significa que todos tenemos que ser expertos en lo nuclear, pero sí con que hay que reforzar los programas de información y educación. Además, hay que tener claro cómo se manejarían los riesgos.

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