Con los recursos naturales pasa igual que con las tarjetas de crédito. El equilibrio se rompe cuando se gasta más de lo que realmente se tiene.
La fecha de sobregiro marca el momento en que la humanidad ha consumido más recursos naturales de los que el planeta es capaz de regenerar en todo el año. En este 2020, ese día es el 22 de agosto.
En el análisis más detallado por país, Costa Rica alcanzó ese desbalance el pasado 10 de agosto, mucho antes que otros países latinoamericanos como México (17 agosto), Venezuela (22 agosto), Panamá (21 setiembre), Perú (23 setiembre), Colombia y El Salvador (17 octubre).
Costa Rica viene arrastrando un déficit ecológico desde los años 90. Según datos de Global Footprint Network, cada costarricense tiene una biocapacidad o ingreso ecológico de 1,6 hectáreas globales (gha) por año, pero su consumo o huella ecológica lo hace gastar 2,7 gha. Eso quiere decir que cada tico está gastándole 1,1 gha de lo que le corresponde a sus nietos y bisnietos.
La tendencia mundial hacia el sobregiro inició en la década de 1970. Actualmente, la deuda ecológica acumulada equivale a 18 años terrestres, es decir, al planeta le tomaría 18 años regenerar todo el daño causado por el uso excesivo de los recursos naturales; asumiendo que ese daño fuese reversible, aunque lo cierto es que eso no es así para muchos ecosistemas.
Si tan solo se lograra mover la fecha del sobregiro unos cinco días al año, la humanidad podría mantenerse dentro del presupuesto al año 2050. Por ejemplo, reducir la huella de carbono en un 50% permitiría mover la fecha 93 días, mientras que reducir el desperdicio de alimentos a la mitad lo haría 13 días y reforestar 350 millones de hectáreas de bosque atrasaría el sobregiro en ocho días.
Efecto pandemia
Comparado al 2019, este año se alcanzó la fecha de sobregiro tres semanas después, lo cual refleja una reducción del 9,3% de la huella ecológica desde el 1° de enero hasta el 22 de agosto en comparación con el mismo período del año pasado.
Según Global Footprint Network, esto es consecuencia directa de las medidas sanitarias tomadas para hacerle frente a la pandemia causada por el COVID-19, las cuales derivaron en un menor consumo de combustibles fósiles y, por tanto, la huella de carbono disminuyó 14,5%.
Aun así, el consumo de la humanidad sigue comportándose como si tuviera a su disposición los recursos naturales de 1,6 planetas Tierra.
“La sostenibilidad se logra tanto con el equilibrio ecológico como el bienestar de las personas a largo plazo, por lo que la repentina contracción de la huella ecológica de este año no puede confundirse con avances en la meta”, dijo Laurel Hanscom, directora de Global Footprint Network, en un comunicado.
Para Hanscom, es imperativo que la humanidad aprenda a desarrollarse dentro de los límites del presupuesto ecológico, en vez de esperar a hacerlo a causa de una pandemia o un desastre, los cuales acrecientan las desigualdades.
“La humanidad ha sido unida por la experiencia común de la pandemia y se ha demostrado lo entrelazadas que están nuestras vidas. Al mismo tiempo, no podemos ignorar la profunda desigualdad de nuestras experiencias, ni las tensiones sociales, económicas y políticas que se han visto exacerbadas por este desastre mundial”, dijo la directora de Global Footprint Network.
“Hacer de la regeneración un elemento central de nuestros esfuerzos de reconstrucción y recuperación tiene el potencial de abordar los desequilibrios, tanto en la sociedad humana, como en nuestra relación con la Tierra”, continuó.
Reducir el consumo
En su estudio, publicado en la revista Nature, los investigadores de la Universidad de Nueva Gales del Sur (UNSW, por sus siglas en inglés) fueron contundentes en la recomendación: “reducir el consumo, no solo hacerlo más ecológico”.
“La tecnología puede ayudarnos a consumir más eficientemente -ahorrar energía y recursos-, pero estas mejoras tecnológicas no pueden seguir el ritmo de nuestros crecientes niveles de consumo”, señaló Tommy Wiedmann, autor principal del estudio, en un comunicado.
“Las recientes advertencias de los científicos han hecho un gran trabajo al describir los muchos peligros que nuestro mundo natural está enfrentando a través de las crisis en el clima, la biodiversidad y los sistemas alimentarios, por nombrar algunos”.
“Sin embargo, ninguna de estas advertencias ha considerado explícitamente el papel de las economías orientadas al crecimiento y la búsqueda de la riqueza. Nosotros identificamos las fuerzas subyacentes del consumo excesivo y explicamos las medidas necesarias para hacer frente al abrumador 'poder' del consumo y al paradigma del crecimiento económico”.
“La conclusión a la que llegamos es que no podemos confiar en la tecnología por sí sola para resolver problemas ambientales existenciales -como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la contaminación-, sino que también tenemos que cambiar nuestros estilos de vida acomodados y reducir el consumo excesivo, en combinación con un cambio estructural”, continuó el profesor de la UNSW.
La responsabilidad, según los autores, no solo recae en los individuos. Se requiere un cambio del paradigma económico.
“Los intentos de los individuos por hacer cambios en su estilo de vida pueden estar condenados al fracaso, porque las sociedades, economías y culturas existentes incentivan la expansión del consumo”, destacó Wiedmann.
“Tenemos que alejarnos de nuestra obsesión por el crecimiento económico. Realmente tenemos que empezar a gestionar nuestras economías de una manera que proteja nuestro clima y recursos naturales, aunque esto signifique menos, ningún crecimiento o incluso un crecimiento negativo”, agregó.