El cambio climático, y todo lo que viene con este (sequías, huracanes, tormentas y lluvias extremas), tiene impacto en las zonas de producción agroalimentarias: disminución de la producción, pérdida de cultivos, aumento de precios, entre otros. Y, a pesar de representar gran parte de la fuerza de producción, las mujeres están expuestas a muchas mayores amenazas que los hombres, incluso a nivel de salud.

Esta es una de las conclusiones del informe How Climate Change Impacts Nutrition Security in Low and Middle-Income Countries, realizado  por investigadores de la Universidad de Cornell y comisionado por Farm Journal Foundation.

Los eventos meteorológicos y climáticos extremos agravan la desigualdad de género, por lo que las mujeres y las niñas son las primeras en renunciar a la escolarización, la alimentación y otros recursos que contribuyen a su bienestar. “Estos factores afectan sustancialmente a su propia salud y productividad económica y repercuten en los resultados de la nutrición materna e infantil”, mencionaron los investigadores.

Esta desigualdad limita la capacidad de acceder a comida de calidad que supla sus necesidades nutricionales, propiciando enfermedades digestivas e incluso mentales, las cuales pueden resultar incapacitantes y limitar su posibilidad de trabajar.

Y detrás de esta desigualdad yace el machismo, incluso en lo que a nutrición se refiere.

Machismo en la nutrición

Socialmente hablando, las mujeres se encuentran en una posición de desventaja, según mencionó Marcela Dumani, nutricionista y docente de la Universidad de Costa Rica (UCR).

“El machismo no entiende de quintiles (forma de dividir a la población en cinco grupos iguales)”, dijo. “Y perpetra dinámicas no verdaderas donde se cree que los hombres, por ser más grandes, deben recibir mayor y mejor comida que las mujeres”, continuó.

Dumani recurrió a una situación hipotética para ilustrar su punto: de haber un único trozo de carne, este se le daría al hombre, a pesar de que las mujeres tienen una mayor necesidad de hierro. 

Según los investigadores de la Universidad de Cornell, las mujeres embarazadas, lactantes o que están menstruando tienen mayores necesidades de nutrientes. Sin embargo, “las mujeres tienen una menor asequibilidad a dietas saludables en comparación con los hombres”.

En el caso de las mujeres embarazadas, la madre tiene sus propias necesidades nutricionales y el feto posee las suyas. De no satisfacerlas, se podría perjudicar tanto su estado ya vulnerable de salud, como la del bebé por nacer.

Las afectaciones a las zonas de cultivo a causa del cambio climático no vienen solo de las sequías. Lluvias fuertes, granizos y hasta simples variaciones en la temperatura pueden afectar la calidad y cantidad de los cultivos. (Foto: Katya Alvarado)

“La parte intelectual de una persona se puede ver comprometida si, en su periodo de gestación, no recibe los nutrientes necesarios para un desarrollo apropiado”, advirtió Dumani.

Otro elemento tiene que ver con los ingresos variables y las diferencias salariales entre hombres y mujeres, lo cual hace que una dieta nutritiva tenga un costo más elevado para ellas.

Eugenia López de Pizza, coordinadora del área de Género para América Latina y el Caribe del PNUD, ha realizado estudios sobre la huella del machismo en la nutrición, donde incluso mujeres de altos recursos que, en teoría no sufren escasez, comen de último para darle prioridad a sus esposos.

Esto es consistente con lo señalado por los autores del informe: debido a los roles sociales que el machismo impone, las mujeres “corren un riesgo desproporcionado de inseguridad alimentaria y son más propensas a amortiguar los efectos nutricionales (consumir menos para que los niños y otros miembros de la familia puedan comer) en situaciones de crisis”. 

No obstante, y según Dumani, aún faltan datos y más investigación sobre este tema, sobre todo porque la mayor cantidad de hogares con inseguridad alimentaria son precisamente los jefeados por mujeres.

“La obesidad en la pobreza”, como la llama Dumani, es un problema real donde la persona de escasos recursos consume comida no necesariamente para alimentarse, sino para saciar el hambre y dar la sensación de llenura al cuerpo, pero realmente no hay aporte de nutrientes. Los alimentos ricos en almidón suelen cumplir este rol.

“La seguridad nutricional depende de un sistema alimentario estable y sostenible que produzca dietas sanas y variadas, asequibles y accesibles para todos”, se recalca en el informe.

Mujeres en el agro

Aunque contribuyen a la producción de alimentos, las mujeres también se enfrentan a barreras impuestas por el machismo. “Las mujeres en la agricultura trabajan en condiciones desventajosas, con menor acceso a la tierra, el capital, los insumos, los servicios de extensión, la tecnología digital y las variedades de semillas en comparación con sus homólogos masculinos, especialmente en el caso de los cultivos comerciales”, destacaron los investigadores de la Universidad de Cornell.

Esta desigualdad también se evidencia en las oportunidades de adaptación al cambio climático. La pobreza y la falta de inversión obstaculizan la adopción de medidas, “esto hace que los sistemas agrícolas sean extremadamente vulnerables a las perturbaciones meteorológicas y de otro tipo, especialmente en el Sur Global”. 

A esto se suma que las agricultoras tienen menor acceso al crédito que sus homólogos masculinos; muchas trabajan la tierra, pero carecen de título de propiedad y esto también limita las oportunidades de crédito.

En otras palabras, en caso de un evento extremo, las agricultoras no cuentan con recursos para prevenir, protegerse o recuperarse de la misma manera que los hombres.

Además, las mujeres carecen de incentivos para cultivar alimentos nutritivos que, a la vez, sean más resistentes al cambio climático. En este sentido, los autores del informe sugieren incrementar la investigación en cuanto a cultivos nutritivos, más allá de los cereales básicos, y realizar estudios de adaptación al cambio climático en distintas zonas geográficas, así como invertir en cadenas agroproductivas lideradas por mujeres.

Un punto más: debido a sus funciones sociales, es más probable que las mujeres participen en el sector de procesamiento de alimentos. “Los datos demuestran que es probable que ganen menos y trabajen en cadenas de valor menos rentables”, advirtieron los investigadores.

Recientes

Busqueda

Seleccione un autor
Suscríbase a nuestro boletín!
Únase a nuestro boletín informativo para obtener las noticias y actualizaciones más recientes de Ojo al Clima.