La crisis sanitaria provocada por COVID-19 hizo que los países latinoamericanos destinaran una mayor cantidad de dinero a la atención de la emergencia, lo que vino a desfinanciar otros sectores como es el caso de la vigilancia pesquera.
Según Alejandro Flores Nava, oficial principal de Pesca y Acuicultura en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las labores de vigilancia fueron detenidas o vieron reducida su frecuencia en la región. Sin esta fiscalización, la pesca ilegal se incrementó en los espacios marítimos.
Según el oficial de FAO, antes de la pandemia ya se encontraban áreas marítimas sobreexplotadas en un 35% y en plena explotación en 59%, mientras que las zonas utilizadas para pesca en márgenes de sostenibilidad ecológica fueron reducidas a un 7%.
La realidad es que la sobreexplotación de los océanos le ha restado salud a los ecosistemas, haciéndolos más vulnerables ante los impactos del cambio climático. Ejemplo de ellos son los arrecifes. Los ecosistemas coralinos son particularmente vulnerables a la pesca intensiva y al incremento de la temperatura que deriva en su blanqueamiento.
Hábitats compuestos por grandes extensiones de corales, en los últimos 150 años, se redujeron a la mitad, según revela el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES).
Además, muchas otras especies marinas están siendo afectadas por la explotación no sustentable y por el cambio climático, el cual ha generado calentamiento y acidificación en los océanos. Además, el IPBES afirma que 66% de los océanos del mundo se encuentran deteriorados y solo el 3% de toda la superficie oceánica está libre de la mano del hombre.
Para el Marine Stewardship Council (MSC), la pesca ilegal no declarada o no reglamentada (INDNR) contribuye directamente a la sobrepesca, debido a que sus prácticas no tienen en cuenta el medioambiente o la normativa en relación a cuotas.
Además, se calcula que el valor anual generado por las INDNR ronda entre los $10 y $23,5 millones. Dinero que pone en riesgo la sostenibilidad de las poblaciones de peces, los ecosistemas y los medios de subsistencia de aquellos que pescan de manera legislada, según explica el MSC.
Por su parte, la FAO acusa a la pesca INDNR de socavar todos los esfuerzos nacionales y regionales que se hacen en torno a la conservación y ordenamiento de las poblaciones de peces, lo cual ha tenido como consecuencia la limitación en el avance hacia el cumplimiento de los objetivos de sostenibilidad a largo plazo.
De hecho, las declaraciones de Flores se dieron en el marco de una mesa redonda titulada “ODS 14: Vida Submarina”, la cual se realizó en el marco de Conversaciones de Futuro: ODS-COVID.
Otras afectaciones
Según Flores, la pandemia también quitó recursos a los esfuerzos de pesca legales. Por ejemplo, países insulares como Bahamas, Barbados y Belice tuvieron que priorizar facturas de insumos clínicos sobre investigaciones para conocer mejor sus aguas. Esta redistribución de capital impidió el avance en la pesca exploratoria, lo cual generó un retroceso en la contribución de esta en el Producto Interno Bruto (PIB).
Por su parte, Liesbeth Van der Meer -directora ejecutiva de Oceana Chile- otra de las carencias que se vieron en la región fue que los países no se plantearon como un mismo grupo. Para la investigadora esto es un problema, ya que hay países que protegen sus ecosistemas marinos en un gran porcentaje, pero otros no. El esfuerzo debería darse en conjunto.
En su intervención, Van der Meer se refirió a que hay una visión simplista en documentales como Seapiracy, donde se plantea que la solución al problema de explotación en áreas marinas se elimina con solamente dejar de comer pescado. Desde su visión, es más importante buscar cómo impulsar formas de pesca más sustentables.
Por su parte, María Elisa Arroyo -encargada de gestión local para la Conservación Marina del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF)- estuvo de acuerdo con el primer punto expuesto por Van der Meer. Ella consideró que la mayor preocupación está en la gestión y coordinación de todos los actores que se vinculan, ya sean gobiernos, academia, organizaciones no gubernamentales, etc.
Desechos en las zonas marinas
El océano impulsa los sistemas mundiales que hacen de la Tierra un lugar habitable para el ser humano. La lluvia, el agua potable, el tiempo, el clima, el alimento e incluso el oxígeno son proporcionados y regulados por el mar.
Durante la pandemia, la pesca ilegal no fue la única en aquejar al océano. Debido al aumento en el consumo de materiales plásticos destinados a la protección del personal de salud y las personas ante COVID-19, se acrecentó la problemática de la contaminación marina.
Según Flores, se calcula que se han utilizado 130 millones de mascarillas y 70 millones de guantes. Se estima que hasta el 70% de esos materiales puede estar llegando a los ecosistemas marinos como desechos.