Todas las personas somos resultado de múltiples migraciones. Empezando por la que posibilitó la salida del Homo sapiens de África para poblar otras regiones, entre ellas, América. Hasta hace pocos años, ambos continentes concentraban las rutas más críticas de desplazamiento irregular transfronterizo. “Críticas” debido a las violaciones de derechos humanos.

En Rutas clandestinas. Los sin nombre, exposición temporal de los Museos del Banco Central, la escultora Ingrid Rudelman reflexiona sobre estas rutas donde las personas están expuestas a explotación de diversa índole, a impactos de eventos climáticos extremos e incluso la muerte.

En estas 21 obras escultóricas, la artista explora los puntos de partida más frecuentes, las zonas más transitadas y las realidades que enfrentan las personas migrantes en estos trayectos, todo desde una perspectiva de justicia social.

“El nombre ‘rutas clandestinas’ se debe a estos difíciles trayectos, caminos, por los que pasan los migrantes. Son personas que viajan sin documentos, no porque así lo quieran, sino porque no pueden”, explicó la artista en un video.

Ingrid Rudelman tiene 15 años de trayectoria como escultora. Fue José Sancho quien la motivó a incursionar en el arte tridimensional. (Foto: Michelle Soto)

“'Los sin nombre' son aquellas personas a las que nadie reconoce, nadie reclama, nadie reza y que, al ser sepultados, son etiquetados como un número y no como un nombre. Aunque muchísimos de los sin nombre tampoco tienen un número, puesto que son los cuerpos que el mar escupe, en su mayoría desmembrados, y ni siquiera sepultados. En honor a estas personas, las obras escultóricas de este proyecto tampoco tienen nombre, sino un número dado por las coordenadas geográficas de las trágicas rutas”, continuó Rudelman.

La exposición se inauguró en mayo y se mantendrá hasta marzo del 2026. A propósito de ella, el museo está realizando una serie de actividades educativas: recorridos guiados, conversatorios y charlas.

“Como museo, nos interesa poder tratar asuntos que motiven a las personas a reflexionar en clave de pasado, presente y futuro. Entendernos en este momento histórico, pero a su vez estar conscientes que este momento es el resultado de otros muchos que sucedieron anteriormente”, comentó María José Monge, curadora de arte de los Museos del Banco Central.

Uno de esos recorridos, el realizado el pasado 13 de setiembre, se dedicó a analizar los movimientos migratorios impulsados por factores climáticos. “La migración es multifactorial y multidimensional. Está atravesada por lo político, sin duda alguna, porque las fronteras son políticas. También por lo económico, lo social y lo ambiental”, dijo Monge.

La museografía de la exposición incorporó audios de personas migrantes que permiten al visitante conocer el sentir de aquellos que dejan su territorio en procura de mejores condiciones de vida. (Foto: Michelle Soto)

La mirada de Rudelman

La migración como tema no le es ajeno a la artista. Ella misma es nieta de cuatro migrantes que huyeron de sus países para salvar sus vidas durante la II Guerra Mundial.

“Hay una dimensión biográfica que la atraviesa como artista y motiva su interés en la temática”, explicó Monge, quien a su vez agregó: “Su trabajo previo tenía un acento más formalista, más lúdico si se quiere, algunas veces con color, otras veces probando distintas piedras… Y quizás ella misma no se había dado la oportunidad de desarrollar toda una serie que se ocupara del asunto de la migración, sino que eran proyectos puntuales (como la obra ‘Migrantes’ que se encuentra en el Parque Nacional). Pero, sin duda, ahí estaba la inquietud. Diría que había una necesidad que la atravesaba y desembocó en el desarrollo de todo un cuerpo de obras”.

Rudelman empezó a trabajar en Rutas clandestinas en el año 2020. Primero se dedicó a investigar para entender el fenómeno. Trazó las rutas sobre mapas, eliminando aquellos elementos que no venían al caso, depurándolas cada vez más hasta llegar a una síntesis que derivó en la geometría abstracta que se evidencia en las obras.

La siguiente tarea fue darle tridimensionalidad a las figuras y analizar el peso de las mismas, lo que la llevó a experimentar con diversos materiales. Se decidió por dos tipos de mármol, que importó desde México. El mármol negro proviene de Monterrey y el blanco de Durango, los colores también le permiten contrastar en metáfora del proceso migratorio.

“El mármol es un material cautivante, te seduce y parece muy frágil; y puede serlo si no se sabe manipular, pero también es muy duro, nada lo rompe”, comentó Monge. “Lo que está haciendo Ingrid es establecer una correlación entre las características del mármol y las personas en movilidad. Una persona que está dispuesta a someterse a tanta incertidumbre y tanta adversidad es resiliente, aunque el detonante sea una situación de extrema vulnerabilidad. Entonces, esas dos dimensiones coexisten: mucha fragilidad, pero también mucha resiliencia”.

La artista trabaja por extracción: esculpe la piedra para liberar la figura. Y la abstracción geométrica se suscribe a una narrativa. “A la hora de estilizar esas rutas, que claramente son orgánicas, y llevarlas a líneas rectas, a ángulos, a vértices muy pronunciados, su intención era visibilizar el drama por el que pasan estas personas”, manifestó Monge.

Desde la mirada del espectador, las figuras geométricas podrían también verse como fronteras rígidas en un mundo globalizado, cuya promesa era propiciar que todas las personas conectaran y compartieran. Sin embargo, la historia es otra.

“Me gusta la escultura moderna y abstracta porque me gusta que la persona que la observa sea el intérprete”, explica la artista Ingrid Rudelman. (Foto: Michelle Soto)

La globalización nos enredó, porque realmente nos creímos el cuento de que se caían las fronteras; pero la realidad nos ha demostrado que solo se desdibujaron para el comercio. Los bienes son los que se mueven, o sea, el libre mercado es el que funciona así, pero las personas no”, comentó Monge.

“Y ya hilando más fino, este es un sistema muy macabro porque, en buena medida, ese libre comercio funciona a partir de esa mano de obra barata, esa mano de obra que muchas veces —al no estar en condiciones regulares en términos legales— es sumamente frágil. Lo más doloroso es que son las redes de tráfico de personas las que sostienen todo este movimiento. De lo contrario, sería muy difícil para las personas desplazarse, porque están fuera de todo margen legal. Son sistemas que se robustecen a costa del drama humano”, reflexionó la curadora.

Cuando Rudelman inicia su investigación, América y África concentraban las rutas de migración irregular más peligrosas. África evidenciaba movimientos hacia el Mediterráneo, mientras que en América se mostraban movimientos desde Venezuela hacia el sur (incluso pasando por el desierto de Atacama en Chile) y también desde América Latina y el Caribe hacia Estados Unidos.

Aunque el flujo es menor, desde 2015 hasta 2020, también existía una ruta trasatlántica por donde migrantes africanos y asiáticos accedían a Brasil (por vía aérea) para empezar su caminar, cruzando por el Darién (en Panamá) y pasando por Costa Rica, hacia Estados Unidos.

Esa es la fotografía temporal que brinda el cuerpo de obras escultóricas de Rudelman, pero la exposición trae la conversación al presente. Con las nuevas disposiciones tomadas por Estados Unidos, se observa una migración norte-sur en América. Son personas que apostaron por el “sueño americano”, incluso invirtiendo sus ahorros, y ahora vuelven a un territorio que ya no reconocen y este tampoco tiene resueltos los problemas estructurales que justamente los obligó a migrar. Además, estas personas están regresando sin recursos, por lo que su situación es aún más crítica.

Al final de la exposición, los visitantes pueden escribir un mensaje a las personas migrantes. (Foto: Michelle Soto)

La mirada desde el clima

La movilidad humana ligada al cambio climático es otra arista que trae el tema al presente, sobre todo si se considera el impacto que tuvo el 2024 como el año más caliente a la fecha.

Fenómenos de manifestación rápida, como los eventos extremos, suelen disparar los desplazamientos internos. Las personas evacúan el lugar para ponerse a salvo; algunas regresan tras superar la emergencia, pero otras no. Además, la misma persona puede verse obligada a moverse varias veces.

En 2024, los eventos meteorológicos —muchos intensificados por el cambio climático— provocaron el 99,5% de los desplazamientos por desastres, según datos del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos (IDMC, por sus siglas en inglés).

En total se registraron 45,8 millones de desplazamientos por desastres en 163 países. Esta fue la cifra más alta desde que el IDMC monitorea este tipo de desplazamientos (año 2008). De hecho, el número fue casi el doble en 2024 en comparación con el promedio anual de la última década.

Una activa temporada de huracanes fue la responsable del 80% de los desplazamientos por desastres. Beryl, Helene, Milton, Oscar y Rafael golpearon fuertemente el Caribe, México y Estados Unidos; y sus impactos indirectos también se hicieron sentir en Centroamérica.

Sin nombre 16. Ruta: América Central. El Salvador, Honduras y Guatemala. (Foto: Michelle Soto)

En América Latina, Brasil (con 1,12 millones) y Colombia (con 91.000) fueron los países con mayor cantidad de desplazamientos internos causados por desastres. Les siguió Cuba (480.000), Haití (4.800) y Ecuador (4.400).

El cambio climático también propicia fenómenos de manifestación lenta, los cuales se van dando de manera gradual por períodos largos que pueden ser décadas. Ese es el caso de la desertificación, el aumento del nivel del mar y la erosión costera, entre otros.

Estos fenómenos de manifestación lenta impactan los modos de vida de las personas, haciéndolos cada vez más insostenibles, por lo que los afectados salen en busca de oportunidades laborales fuera de sus territorios. La Organización Internacional de las Migraciones (OIM) llama migración climática a este tipo de movilidad humana.

Cuando se cuenta con vulnerabilidades subyacentes (desigualdad y violencia), se suman impactos y se combinan causas (climáticas, sociales, económicas y políticas), el cruce de fronteras —sea de forma regular o irregular— suele ser la alternativa a la que se ven forzadas las personas.

Ejemplo de ello son dos de las rutas trabajadas por Rudelman. En la ruta migratoria del Triángulo Norte, por ejemplo, la intensificación del Corredor Seco Centroamericano está impactando al agro y, por ende, el modo de subsistencia de los campesinos salvadoreños, hondureños y guatemaltecos.

Lo mismo sucede en Etiopía y Somalia, en el continente africano, donde las principales actividades económicas se ven afectadas: la agricultura (en el caso etíope) y la ganadería (en el caso somalí), siendo los productores de pequeña escala y los que se dedican a la agricultura de subsistencia quienes más sufren.

Sin nombre 18. Ruta: África Oriental y Cuerno de África del Sur. (Foto: Michelle Soto)

¿Qué pueden hacer los países? El ordenamiento territorial, las estrategias de adaptación y la gestión de riesgo se hacen imperativos para evitar la movilidad forzada y más bien promover comunidades resilientes. Los países también están llamados a establecer vías seguras, ordenadas y regulares que permitan una movilidad respetuosa de los derechos humanos.

“Las personas han tenido que marcharse, ya sea por conflictos políticos, cambio climático, discriminación, situaciones económicas…Todos huyen, arriesgando sus vidas para sobrevivir e intentar vivir con dignidad”, señaló Rudelman.

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