“La medicina está en la tierra, lo que pasa es que no la utilizamos porque no tenemos el conocimiento”, comentó Celestino Palacio, médico tradicional del Territorio Indígena Ngäbe Buglé. “Si valoramos a la naturaleza, ella nos va a curar”, agregó.

Las palabras de Palacio se comprueban con tan sólo ingresar al cotoguo, palabra en lengua indígena ngäbe que se emplea para denominar a la sección del bosque donde se pueden encontrar plantas medicinales de uso tradicional.

En este caso, el cotoguo es un sendero de 700 metros de largo, ubicado en la Estación Biológica Las Cruces, en San Vito de Coto Brus. Allí, médicos tradicionales indígenas y personal de la Organización para Estudios Tropicales (OET) identificaron 43 especies de plantas medicinales.

Una de ellas es la bomarea (Bomarea ovobata) o Ivia crírë en lengua ngäbe, la cual tiene propiedades digestivas y estimulantes. También identificaron al bejuco (Prestonia portobellensis) o Mürakró, utilizado entre otras cosas para tratar el asma, y al guarumo rojo (Cecropia obtusifolia) o Cürä täin que sirve para tratar la diabetes.

Este cotoguo es tan sólo una parte de las 355 hectáreas de bosque húmedo premontano que resguarda Las Cruces y se trata de un ecosistema en restauración. Antes, esas tierras eran utilizadas en actividades agrícolas y, poco a poco, han ido recuperando sus funciones ecológicas.

Los médicos tradicionales indígenas que colaboraron en el proyecto: Francisco Rodríguez, Celestino Palacio y Alejandro Palacio. Les acompaña Daniel Andrade (primero a la izquierda).(Créditos: Michelle Soto)

Una de las señales de esta recuperación es la presencia de plantas medicinales, las cuales se ven amenazadas por la degradación de los ecosistemas. Ahora bien, el conocimiento indígena y comunitario pone en valor su importancia para la medicina y esto permite volver la mirada hacia su conservación y uso sostenible.

“Tenemos que entender que, como seres humanos, somos parte de la naturaleza y si realmente queremos conservar la biodiversidad no podemos dejar de lado a las personas con toda su diversidad cultural y conocimientos”, manifestó Urpi Castañeda, gestora de procesos de educación ambiental y extensión de la OET.

Es así como este cotoguo también contribuye a preservar el conocimiento biocultural de este territorio que se encuentra en una altiplanicie ubicada en las estribaciones de la cordillera de Talamanca.

También hay un jardín

Reconectando con plantas de uso tradicional es el nombre del proyecto que hizo posible este sendero y una colección viva de plantas medicinales ubicada en el jardín detrás de la biblioteca de Las Cruces.

Nació con el objetivo de “conservar los conocimientos locales y saberes indígenas ngäbe sobre las plantas medicinales para el fortalecimiento cultural y conservación de los ecosistemas”.

El sendero cuenta con rotulación en ngäbe, español e inglés; fue diseñado según la tradición indígena sobre plantas medicinales. En cuanto al jardín, este también cuenta con rotulación y responde al conocimiento tanto comunitario como científico.

En el jardín de plantas medicinales hay especies de uso común como la cúrcuma, reconocida por sus propiedades antiinflamatorias.(Créditos: Michelle Soto)

De hecho, este jardín fue posible gracias a la donación de plantas que hicieron algunos vecinos y otras que se hallaron en fincas. También se reubicaron ejemplares que estaban dispersos por otras partes del Jardín Botánico Wilson.

Actualmente, el espacio cuenta con 40 especies. Una de ellas es el tilo (Justicia pectoralis), una hierba rastrera cuyas propiedades sedantes y tranquilizantes ayudan a calmar los nervios, prevenir el insomnio, aliviar los dolores de cabeza y descongestionar las vías respiratorias.

Otra es la gavilana (Neurolaena lobata), una hierba alta cuya hoja es utilizada para tratar casos de diarrea, fiebre, parásitos intestinales e infecciones. También se usa contra el paludismo, el dolor de estómago, la fiebre y los cólicos.

Este proyecto fue financiado por el Fondo Canadá para Iniciativas Locales (FCIL) a través de la Embajada de Canadá y cuenta con la Fundación IISAAK OLAM (IOF) como aliado, lo cual permitió la visita de indígenas canadienses.

Es más, IOF y OET firmaron un acuerdo de entendimiento, bajo el formato de jardines hermanos, para así intercambiar experiencias entre el Jardín Botánico Wilson (OET) y los Jardines Costeros Indígenas Naa’Waya’Sum (IOF). 

Tanto el jardín como el sendero de plantas medicinales están a la disposición de las comunidades rurales e indígenas. Pretenden ser una herramienta de educación ambiental.(Créditos: Michelle Soto)

Conocimiento al servicio de la gente

Según Castañeda, el sendero y el jardín se concibieron como componentes educativos al servicio de las comunidades para así favorecer intercambios de saberes y experiencias. “Lo que queremos es que este sendero y jardín sean una biblioteca viviente que permita a las personas acercarse a la conservación y biodiversidad de una forma muy vivencial, y así aportar al fortalecimiento biocultural”, enfatizó.

Desde febrero de 2023, cuando se inauguraron ambos espacios, se han realizado encuentros de saberes. En estos, Francisco Rodríguez -médico tradicional indígena- no sólo enseña sobre propiedades y usos medicinales de las plantas sino que también aprovecha para educar sobre la importancia de las plantas nativas, la calidad del suelo y la influencia del clima.

“Hay muchas plantas que no son naturales de estas tierras, son de zonas bajas con otro clima y la cordillera al norte también tiene otro clima. Entonces, la planta no se comporta igual; sufre para dar fruto y crecer”, comentó.

De hecho, y según Rodríguez, las condiciones del ecosistema también influyen en las propiedades medicinales de las plantas. “Nosotros venimos de la tierra. La tierra es una madre que nos da agua, comida, aire para respirar y medicina”, recalcó.

Miriam Durán, dueña de Ararí Plantas y Salud, también brindó una serie de talleres a mujeres indígenas para elaborar almohadas terapeúticas y tinturas. En cuanto a los intercambios, estos han involucrado a jóvenes borucas, bribris y cabécares así como personas ngäbe de Panamá.

Según Castañeda, la idea es que el sendero y el jardín inspire a las personas de la comunidad e indígenas para que emprendan sus proyectos de plantas medicinales, ya sean a nivel de productos medicinales, educativos o turísticos. Siempre se motiva a que sean proyectos sostenibles y respetuosos con el entorno.

Por parte de la OET, por ejemplo, pronto saldrá publicada una guía de plantas medicinales que reúne el conocimiento derivado del proyecto. También se pidió colaboración al Museo Nacional de Costa Rica para capacitar a los guías de turismo de las estaciones con el fin de sumar –en un futuro- la medicina natural a la oferta de recorridos.

“Este es el inicio, pero hay muchas más líneas de trabajo por explorar”, mencionó Rodolfo Quirós, encargado académico de la estación biológica.

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