Las áreas protegidas deben estar conectadas entre sí para permitir que las especies se desplacen y, con ello, los procesos ecológicos funcionen. Sin embargo, a diciembre de 2020, apenas el 7,04% de las zonas protegidas estaban conectadas.

Así lo destacó el informe Planeta Protegido 2020, cuya autoría recae en el Centro de Monitoreo de la Conservación del Ambiente (UNEP-WCMC), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y National Geographic Society.

La cifra destacada por el informe es una mejora con respecto al 2010, donde fue de 6,5%. Sin embargo, aún permanece muy por debajo del 17% presupuestado en la Meta 11 de Aichi del Convenio de Diversidad Biológica (CDB).

A nivel mundial, solo el 1,18% de las aguas internacionales abarca alguna zona marina protegida. (Foto: Oscar Protti / BIOFIN / PNUD).(Créditos: Oscar Protti / BIOFIN / PNUD)

Corredores biológicos 

En el informe se define a los corredores biológicos como una red de conservación en la que los procesos y funciones ecológicas se conectan entre diferentes sitios, lo cual es esencial para el funcionamiento saludable de los ecosistemas. Sin embargo, los corredores se han visto cada vez más afectados por las actividades humanas.

En el 2012, cuando se publicó por primera vez el informe Planeta Protegido, las formas para medir la conectividad de zonas protegidas estaban apenas en sus inicios. A través de los años, esta ciencia ha logrado grandes avances durante la vigencia de la Meta 11 de Aichi, hasta el punto de poder evaluar la conectividad estructural entre áreas protegidas.

Por ejemplo, ProtConn es un método que permite medir la conectividad terrestre cuando las especies cohabitan en una distancia de dispersión media de 10 kilómetros. 

Según esta método de medición, el 7,84% de la superficie terrestre del mundo está protegida y conectada (cuando se incluyen tanto los OECM u otras medidas efectivas de conservación como las áreas protegidas), pero muy por debajo del 17% requerido por la Meta 11 de Aichi. Sin embargo, desde 2010 esta cifra ha aumentado de 6,5% mostrando una marcada mejora a lo largo de la década. 

Costa Rica es una excepción. Según este indicador, el país cuenta con un 17,93% de zonas protegidas terrestres conectadas entre sí; lo cual lo posiciona entre las naciones con los porcentajes más altos a nivel mundial.

Debido a la escasez de datos disponibles, el conocimiento sobre el grado real en que los OECM influyen en la conectividad es actualmente mínimo. Para tratar de solucionar este vacío de información, en julio de 2020, el Grupo de Especialistas en Conservación de la Conectividad (CCSG) publicó las Directrices de la UICN para la conservación de la conectividad a través de redes y corredores ecológicos. 

Las directrices permiten dar un paso importante hacia un enfoque global, coherente, para la conservación de la conectividad y que proporcione claridad sobre el papel de los corredores ecológicos.

Un total de 22,5 millones de kilómetros cuadrados de ecosistemas terrestres están a salvo en zonas protegidas. (Foto: Oscar Protti / BIOFIN / PNUD).(Créditos: Oscar Protti / BIOFIN / PNUD)

Diferentes niveles de conservación 

Otra investigación que se relaciona con la conectividad de las zonas protegidas es la dirigida por Nicolas Loiseau y su equipo de investigación en el Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) y la Universidad de Montpellier.

El estudio, publicado el 19 de mayo de 2021 en la revista de acceso abierto PLOS Biology, destaca la importancia de diversas estrategias de conservación para maximizar la biodiversidad regional y mantener los servicios de los ecosistemas.

Hay que recordar que existen diversos niveles de conservación: áreas protegidas, restringidas y desprotegidas. Para el investigador, dichos niveles podrían maximizar la biodiversidad regional, ya que los hábitats bajo diferentes niveles de protección albergan comunidades muy diversas de plantas, aves y peces.

La investigación se basa en el análisis de monitoreos de peces del arrecife de coral del Indo-Pacífico, plantas alpinas francesas y aves de América del Norte. Más de 5.500 especies fueron observadas en 655 áreas protegidas y sitios adyacentes sin ninguna protección.

Encontraron distintos grupos de especies en áreas estrictamente protegidas (donde las actividades humanas son limitadas y cuidadosamente controladas), en comparación con áreas restringidas (donde se permite cierta actividad humana gestionada). 

Cada tipo de protección favoreció a especies particulares. Por ejemplo, en el estudio se revela que entre el 12% y el 15%de las especies se encuentran exclusivamente en áreas no protegidas, lo que indica que muchas especies pueden tolerar e incluso prosperar en hábitats alterados por humanos.

La investigación sugiere que reforzar las áreas estrictamente protegidas con áreas restringidas cercanas puede crear un mosaico de niveles de protección que maximicen el número de especies a escala regional, lo cual sería importante para el sostenimiento de los ecosistemas y sus servicios.

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