En el Amazonas, pequeñas compañías de tala ingresan cada año a diferentes partes del bosque, cortan ciertos árboles de interés comercial y abandonan el territorio por unas décadas.
En su ausencia, ocurre algo que podría tener efectos inesperados para nuestra atmósfera.
Durante las décadas posteriores a cada episodio de tala selectiva –como se conoce esta práctica de extraer solo cierto tipo de madera– el bosque tropical perturbado se regenera y se compensan las pérdidas de carbono provocadas por esta intervención.
Estos resultados fueron publicados por un equipo de científicos en la revista académica eLife y detallan los efectos de la tala selectiva en el manejo del bosque tropical.
“La competencia por los recursos clave como la luz se reduce después de la tala (porque hay menos árboles), lo que aumenta el crecimiento de los árboles sobrevivientes, así como los árboles recién reclutados”, explica Camille Piponiot, una de las autoras del estudio.
Los científicos emplearon modelos matemáticos para analizar el potencial de almacenamiento de dióxido de carbono (CO2) de los árboles en 13 regiones del Amazonas.
Piponiot, investigadora de la Unidad de Investigación Ecológica de los Bosques Guyaneses, en Guayana Francesa, explica que los caminos creados para ingresar al bosque desaparecerían en un lapso de 20 a 30 años y el Amazonas incluso podría recuperar el carbono que perdió por la tala.
A pesar de esto, la autora fue clara en que los mecanismos de intervención deben ser de bajo impacto, pues de otro modo el bosque recibe mucho daño y los árboles remanentes no pueden recuperarse apropiadamente.
La tala selectiva es regulada por los gobiernos de los países amazónicos y ocurre en el mismo punto en períodos que van entre los 30 y los 60 años, según la jurisdicción.
A pesar de sus ventajas para la captura de carbono, la tala selectiva puede complicar la situación para ciertas especies forestales, porque las empresas cortan los árboles sin importar qué tantos individuos haya en un determinado bosque, dice el ingeniero forestal Carlos Porras.
“Entonces, ¿qué es lo que hago? Comienzo a acabar con esa especie. Deja de ser sostenible con el tiempo porque esa especie desaparece del bosque”, explicó Porras, gerente de Gestión de Ecosistemas Forestales y Desarrollo Social en la Fundación para el Desarrollo de la Cordillera Volcánica Central (Fundecor)
Porras coincide en que extraer madera del bosque es necesario para su manejo sostenible, pero explica que Costa Rica dejó de lado la tala selectiva hace tiempo y se prioriza en el aprovechamiento forestal.
Su organización favorece otros tipos de extracción de madera que pone la mira en las especies más representadas en el bosque. De este modo, ellos buscan un manejo forestal sostenible al tiempo que se garantiza la salud de las poblaciones.
Este nuevo estudio consolida información importante acerca de cómo manejar nuestros bosques de manera sostenible y eficiente. Otras concesiones forestales similares, como los Pagos por Servicios Ambientales (PSA), han probado tener resultados muy positivos en los bosques de nuestro país.
Talar con brújula
La tala selectiva consiste en cortar ciertas especies de árbol de interés comercial para la venta de su madera. El resto del bosque, sin embargo, permanece sin perturbar, a diferencia de cuando se abre paso para ganadería o cultivos agrícolas.
Los ciclos que definen la extracción de madera son usualmente diseñados por los gobiernos, que también tienen a cargo la concesión del territorio.
La duración de los ciclos varía dependiendo del gobierno. En la mayoría de los gobiernos con territorio amazónico (Perú, Brasil, Bolivia) el ciclo oficial de tala es de cada 30 años. En Guyana Francesa, por otro lado, el ciclo es de 60 años.
Dependiendo del método las operaciones de extracción le hace mucho daño al bosque. La maquinaria pesada afecta los suelos y la apertura de rutas de ingreso causan mucha deforestación, explica la investigadora Piponiot.
Por causa de la tala propiamente de especies para fines comerciales, se liberaría a la atmósfera alrededor de 90 Tg de carbono retenidos por los árboles, asegura el estudio. Sin embargo, como lo revelan los recientes hallazgos, estos daños se revertirían con el tiempo.
Las condiciones de este bosque, a largo plazo, son más favorables para la captura de carbono, por lo que estas zonas acaban por ser más eficientes en la fijación de carbono que el bosque virgen.
¿Y en Costa Rica?
La extracción selectiva de madera se aplicaba en nuestro país y se otorgaban permisos de tala para ciertas especies de interés comercial como el ron ron (Astronium graveolens) o el cocobolo (Dalbergia retusa).
Sin embargo, la cantidad exagerada de permisos otorgados para la tala de estas especies las puso al borde de la extinción. El deterioro fue más visible en la provincia de Guanacaste, por lo que se tuvo que emitir un decreto ejecutivo para excluir ciertas especies de los permisos otorgados.
Este es un ejemplo de por qué el país se mudó a un sistema de aprovechamiento forestal. En él, se extraen especies con alta presencia en el bosque, de manera que no se vayan a ver amenazadas por la tala excesiva.
“Puede ser que mi bosque tenga una especie de alto valor comercial, pero si no está representada de acuerdo a la legislación (al menos 3 árboles de esa especie por hectárea) yo no la puedo tocar”, explicó Porras.
A pesar de las diferencias en el método de extracción, los expertos concordaron en que es necesaria la extracción de madera para que el bosque cumpla su función de fijar carbono.
Para esto es necesario utilizar este recurso de manera controlada, sin el tabú de la deforestación.
“Utilizar madera no es malo. Hay que volver a utilizar madera. Lo que sí es que hay que hacerlo de manera regulada como se ha venido haciendo a través de los planes de manejo y Pagos por Servicios Ambientales”, concluyó el ingeniero de Fundecor.