Las promesas de la producción transgénica, según el informe Failure to yield, han fallado. En él se demuestra que el uso de paquetes técnicos de transgénicos no refleja una buena productividad; los incrementos son de 0,1% y 0,3% para los cultivos de soya y de maíz, respectivamente. Además, el aumento en la producción de maíz en las últimas décadas es de tan solo un 1% (Gurian–Sherman, 2009).

Hay que aclarar que se evaluaron dos tipos de rendimiento, el potencial y el operativo, ya que se tiende a confundir esos conceptos. Rendimiento potencial es la capacidad de producción final de un cultivo en las mejores condiciones, mientras que el operativo enfatiza el nivel de producción tras la pérdida debida a plagas, sequía y otros factores ambientales.

El estudio señaló que, después de examinar ambos rendimientos en tres cultivos transgénicos: maíz Bt, soya y maíz resistente a herbicida, el aumento en la producción no era significativo; además, afirmó que investigaciones recientes han demostrado que la agricultura orgánica da un mayor rendimiento en cultivos asociados de bajo costo, sobre todo en naciones pobres y regiones en desarrollo como el África subsahariana.

De otra parte, la inocuidad de los granos transgénicos no es tal pues en ellos hay toxinas escondidas, como Bt y residuos de glifosato las que, una vez en el organismo, causan alergias, infecciones estomacales y agravamiento de enfermedades crónicas, (Schubert, 2013).

El glifosato Roundup® (herbicida de Monsanto) que se usa indiscriminadamente en estos cultivos causa cáncer y genera supermalezas. La Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (dependiente de la OMS) estudió el efecto que varios insecticidas y herbicidas causaban en la salud; recientemente emitió un informe que dice: “Hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos (linfoma no-Hodgkin). También causa daño en el ADN y en los cromosomas de las células humanas”.

Con el fin de matar las larvas del algodón, Monsanto ha duplicado la cantidad de proteínas de Bt en su algodón transgénico; se desarrolló entonces una generación de superlarvas, con resistencia al Bt, que pone en peligro el ambiente, (Carrière, 2011).

Se conocen los riesgos de ingerir transgénicos, pero resulta también que, en las plantaciones de estos cultivos, la microbiología del suelo encargada de ciclos como los del carbono, nitrógeno, azufre y potasio se ve severamente afectada. El metabolismo enzimático de los suelos, llevado a cabo por hongos, levaduras, bacterias, virus y protozoarios, es esencial para la nutrición vegetal. Por esa razón, cuando los transgénicos se cultivan la segunda vuelta, se reduce drásticamente el rendimiento y va in crescendo, hasta perderse el suelo, un recurso no renovable vital para la vida humana.

El polen con Bt, toxina extraída del Basilus thuringiensis, y los neonicotinoides (NEOS), marcas de venta en Costa Rica, Plural® 20 OD, Muralla® Delta 19 OD, son causantes de la desaparición de abejas y polinizadores, hecho de gran perjuicio para la humanidad por el servicio que prestan a la agricultura.

La contaminación cruzada en campos de maíz en países como México, es muy grave ya que ese país es su centro de origen.

La seguridad alimentaria es un derecho de los ciudadanos. ¿Qué pasaría con el maíz proveniente de EE.UU. cuando no nos quieran vender más, en una eventual guerra o por la producción masiva de agrobiocombustibles?

Los concentrados de animales se hacen con maíz y soya transgénicos subsidiados; esto causa problemas para competir en porcicultura y avicultura. El costo de la dieta animal implica hasta un 85% de la operación, lo que pone en peligro nuestra producción al tratar de seguir ese formato de dieta extranjero.

El verdadero desarrollo de un país contempla la geografía, la cultura y los recursos propios, no la homogenización estándar.

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