En vísperas de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer en la Ciencia, este 11 de febrero, Ojo al Clima destaca el valioso aporte que realizan las académicas e investigadoras de la Universidad de Costa Rica (UCR) en distintos ámbitos y regiones del país.
Con su aporte, ellas han demostrado que es posible impulsar una agenda de investigación de calidad, de la mano con una labor de compromiso hacia el medio ambiente y aportando a la comprensión del cambio climático con el fin de abordarlo, esto a pesar de las inequidades que aún persisten en el área y en la sociedad.
Estas tres científicas, así como muchas otras, son ejemplo para nuevas generaciones e impulsan a las niñas y mujeres a descubrir su potencial y conseguir grandes objetivos en sus campos de especialización.
Adriana Troyo: siguiendo la pista a los insectos
Adriana Troyo Rodríguez es licenciada en Microbiología y Química Clínica. Cuenta con un doctorado realizado en el Programa Interdisciplinario de Epidemiología, Geografía y Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Miami.
Troyo es profesora catedrática de la Facultad de Microbiología de la UCR, además de investigadora en el Centro de Investigaciones de Enfermedades Tropicales (CIET). Se ha destacado por sus investigaciones en entomología médica, es decir, el estudio de enfermedades e impactos en la salud pública relacionados con insectos y otros artrópodos.
En 2010, recibió el galardón de Científica Destacada del Año de parte del Ministerio de Ciencia y Tecnología (MICIT) por sus aportes a la investigación y control del Aedes Aegypti, mosquito transmisor del virus que causa enfermedades como el dengue, chikunguña y zika.
Además, es miembro del Comité Americano de Entomología Médica (ACME, por sus siglas en inglés) y fue electa miembro del Consejo Ejecutivo de este organismo para el periodo 2020-2024.
Sus investigaciones permiten identificar el comportamiento de artrópodos expuestos a condiciones climáticas específicas, tanto en condiciones naturales como en espacios controlados, con el fin de estudiar su reacción.
Para Troyo, la intervención del cambio climático puede traer efectos diversos en los comportamientos de los mosquitos, o bien, en las enfermedades que transmiten.
“Se cree que la mayor parte de los efectos del cambio climático en estas especies van a ser adversos, aumentando los casos de contagio, transmisibilidad o inclusive la letalidad y de los virus que transmiten”, mencionó.
Esto se debe a que los aumentos o disminuciones de manera brusca en la temperatura afectan a las especies, modifican su comportamiento y alteran las condiciones normales en las que habitan.
Un aspecto importante, señalado por Troyo, es que se pueden realizar cambios para evitar que sucedan situaciones fuera de control. “En términos de mitigar, es necesaria la acción individual, podemos buscar maneras para prepararnos y protegernos, pero pensar en un cambio general es difícil”, comentó Troyo.
Celeste Sánchez: estudiando la acidificación oceánica
Celeste Sánchez Noguera es máster en Gestión Integrada de Áreas Costeras Tropicales en la UCR, además de doctora en Ciencias del Sistema de la Tierra en la Universidad de Hamburgo en Alemania.
Sánchez es la encargada en el país del componente de acidificación oceánica para la Red de Investigación de Estresores Marinos – Costeros en Latinoamérica y el Caribe (REMARCO, por sus siglas en inglés).
Como investigadora del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR), ha participado en numerosas investigaciones sobre el entorno ecosistémico marino y costero, además de las especies que se encuentran inmersas en estas zonas.
Sus últimos estudios en el tema de acidificación oceánica han permitido establecer una línea base para definir cuáles son las características o condiciones actuales y tomarlas como punto de partida en futuras investigaciones.
Comenta que se han realizado pruebas tanto en laboratorio como en campo, trabajando con larvas o ejemplares juveniles, o bien con sensores establecidos en las superficies marinas. Todo ello para conocer a nivel químico qué sucede cuando los organismos están expuestos a cambios bruscos de pH (medida de acidez o alcalinidad de una disolución acuosa).
“La acidificación oceánica es un proceso asociado al cambio climático. El dióxido de carbono de la atmósfera, causante del calentamiento global, está siendo absorbido por el océano y esto provoca cambios en el pH, que afectan negativamente a las especies”, señaló Sánchez.
Esta afectación puede producirse en el metabolismo de las especies, así como en su crecimiento, reproducción y hasta en su composición genética.
Sánchez considera que la solución más real es reducir las emisiones de dióxido de carbono, pues -al ser el principal causante del problema- puede traducirse en un beneficio significativo para los ecosistemas.
“El cambio climático no es un problema aislado, viene acompañado de otros acontecimientos que derivan en otras problemáticas que pueden afectar directamente a los seres humanos. Tiene impactos socioeconómicos, como el consumo alimenticio y la pesca”, concluyó Sánchez.
Andrea G. Vincent: con la mirada puesta en los páramos
Andrea Gael Vincent Rossi es bachiller en Ciencias Ambientales de la Universidad de East Anglia en Norwich, Inglaterra, así como doctora en Ecología Forestal Tropical en la Universidad de Cambridge. Actualmente es profesora e investigadora en la Escuela de Biología de la UCR. Sus numerosas investigaciones han indagado en diversos temas científicos, pero destaca su aporte en la exploración del cambio climático en ecosistemas vegetales terrestres.
Hoy se encuentra trabajando en el proyecto: “Impacto del aumento de la temperatura sobre la vegetación del páramo”, investigación que está llevándose a cabo en el Parque Nacional Chirripó. Con esta iniciativa, se busca comprender el efecto que tiene el aumento de la temperatura que se está experimentando a nivel planetario, a causa de la acumulación de emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, sobre las comunidades de plantas en las partes más altas de nuestro país.
Para llevar a cabo esta investigación, se instalaron mini-invernaderos especializados para simular temperaturas un poco más cálidas, con una técnica denominada “calentamiento pasivo” que actúa como barrera de viento y radiación, esto con el fin de someter a algunas especies a estos cambios bruscos y documentar su reacción.
Las partes más altas de las montañas fungen como refugio para gran cantidad de especies de flora y fauna que, por sus características fisiológicas, están acostumbradas a determinadas temperaturas. A raíz de lo anterior, surge la pregunta:¿qué pasa con esas especies que ya están viviendo en el límite de elevación de nuestro país y ya no tienen un lugar más frío para emigrar?
Esta investigación pretende responder esta incógnita mediante la realización de censos y monitoreos de las diferentes especies y su comportamiento, además del impacto del aumento de la temperatura sobre cualquiera de los organismos dentro de estos ecosistemas en estudio, como líquenes hasta nutrientes del suelo.
“La vida siempre va a llegar, si se mueren las especies que están ahí probablemente serán reemplazadas por especies que actualmente tengan la capacidad de soportar estas temperaturas”, comentó Vincent.
Costa Rica no cuenta con una zona de vegetación de páramo muy grande. Sin embargo, para Vincent, en términos de biodiversidad, sí sería una pérdida muy grande, pues los niveles de endemismo del páramo en nuestro país son bastante altos; hay especies que solo se encuentran en este ecosistema y, en caso de desaparecer, significaría la extinción de esta.
Sobre el tema climático, Vincent menciona que “en términos de climatología, el tipo de vegetación que cubre un ecosistema tiene mucho impacto sobre la temperatura del lugar, los patrones de precipitación y la hidrología. La desaparición del páramo es probable que altere estos factores”.
A las personas nos suele preocupar lo que nos va a impactar en la vida diaria y estos ecosistemas nos dan una serie de servicios muy importantes para la salud y calidad de vida como son el agua, el aire y muchos otros elementos. Para Vicent, a medida que el mundo cambia de manera acelerada por el cambio climático, es muy importante entender cómo responde la naturaleza, pues su valor es incalculable para la vida de las especies.
“Al hacer investigaciones de este tipo vamos armando un conocimiento generalizado sobre cómo responde la naturaleza. Es importante porque, si ya logramos identificar todos los servicios ecosistémicos que la naturaleza nos da, podemos tener insumos para diseñar estrategias de adaptación ante el cambio climático”, finalizó Vincent.
Mujeres en la ciencia
Al día de hoy, según la Unesco, menos del 30% de las personas investigadoras a nivel mundial son mujeres. Lo anterior es un dato que revela, de manera comparativa, una realidad injusta. Es cierto que las mujeres tienen cada vez más acceso a la educación superior, sin embargo, aún no se traduce en su incursión en la ciencia.
No existe igualdad de género sin acceso equitativo al conocimiento. Por esta razón, el incentivo a las vocaciones científicas es relevante para el desarrollo de los países. En este sentido, Sánchez enfatizó que debe favorecerse aún más la participación activa de las mujeres en todas las partes que conforman los organismos educativos. “En este tipo de carreras es muy importante el involucramiento activo de todas las partes, es por esto que es importante dar un ejemplo a otras mujeres, que se traduzca en empoderamiento”, declaró.
Para Troyo es importante crear conciencia y que las actuales mujeres científicas sean pilares a todo nivel, sean ejemplo tanto en la ciencia como en en la toma de decisiones. “Nuestro aporte tiene que ser tal, que permita motivar a otras mujeres a involucrarse en estos procesos”, dijo.
Andrea Vincent fue más crítica con el sistema, sobre todo con las posibilidades que se brindan a las mujeres en este ámbito: “es importante que exista variedad de género en la generación de conocimiento científico y no tener problemas de desigualdad de acceso a oportunidades y de financiamiento”.
Por último, Vincent añadió que ha sido probado que, en ambientes diversos, la generación de conocimiento es mucho más rica, mucho más compleja, desde empresas hasta universidades, porque tener una diversidad de perspectivas siempre ayuda a que la ciencia sea mejor.