Acelerar la transición energética, en concordancia con el objetivo más ambicioso del Acuerdo de País, aumentaría la economía mundial en 2,4% con respecto al crecimiento previsto en los planes actuales para la próxima década.
Además, una transición alineada a los 1,5º C crearía hasta 122 millones de empleos relacionados con la energía al 2050, más del doble de los actuales 58 millones. Solo las energías renovables representarán más de una tercera parte de todos los empleos en el sector energético, empleando a 43 millones de personas en el mundo y respaldando la recuperación tras COVID-19 y el crecimiento económico a largo plazo.
“La transición energética es una enorme tarea, pero puede generar posibilidades nuevas sin precedentes para revitalizar las economías y sacar a las personas de la pobreza. El informe de IRENA aporta un valor único porque destaca los marcos políticos y las estructuras de financiamiento necesarias para avanzar en una transición justa e inclusiva”, destacó Francesco La Camera, director general de IRENA, en un comunicado.
Según el informe, los sistemas energéticos basados en las renovables catalizarán cambios profundos con repercusiones en las economías y sociedades. Adicionalmente se requiere la eliminación del carbón así como la limitación de inversiones en gas y petróleo con el fin de acelerar la transición de la mano de soluciones tecnológicas, políticas y herramientas de mercado.
“Políticas con visión a futuro pueden acelerar la transición, mitigar la incertidumbre y garantizar los máximos beneficios de la transición energética. La necesaria inversión media anual de $4.400 millones es elevada, pero es viable y equivale aproximadamente al 5% del PIB mundial en 2019”, destacó IRENA en un comunicado.
En cuanto a inversión, el informe señala que es necesario invertir $33.000 millones adicionales en eficiencia, renovables, electrificación de uso final, redes eléctricas, flexibilidad, hidrógeno e innovaciones.
Sin embargo, los beneficios rebasan los costos. Si se tienen en cuenta los factores externos del cambio climático, la salud humana y la contaminación atmosférica, cada dólar destinado a la transición energética generaría beneficios por un valor de $2 - $5,5 dólares. En términos acumulados, esto sería entre $61.000 - $164.000 millones para mediados de siglo.
Renovables: la opción climáticamente segura
“Esta transición energética es la cuarta que atraviesa la humanidad”, subrayó Jeff Logan, director asociado de Energía, Política y Análisis del Instituto de Energías Renovables y Sostenibles (RASEI, por sus siglas en inglés).
“La primera transición energética fue cuando los humanos empezaron a controlar el fuego, y esta transición no sólo dio lugar a que los seres humanos fueran capaces de hacer un montón de cosas nuevas y diferentes, sino que impactó significativamente en nuestro desarrollo fisiológico. El tamaño de nuestro cerebro, por ejemplo, se hizo mucho más grande durante esa transición energética para poder controlar el fuego y cocinar los alimentos. Las otras transiciones energéticas que hemos visto son la aparición de la agricultura hace unos 8.000 años y luego la Revolución Industrial, cuando los seres humanos comenzaron a utilizar la energía para hacer funcionar las máquinas”, detalló Logan.
“La transición energética que se está llevando a cabo consiste, en gran medida, de pasar de los combustibles fósiles a las energías renovables y a algunas otras tecnologías energéticas más avanzadas”, continuó el investigador de RASEI.
Dado que la tercera transición es la responsable del calentamiento global que se vive hoy, el cual está propiciando el cambio climático, pasar de combustibles fósiles a renovables es la opción climáticamente más segura.
“Existe consenso de que la única vía que nos dará la oportunidad de limitar el calentamiento global a 1,5º C al 2050 es a través de una transición energética basada en las renovables y las tecnologías eficientes”, dijo La Camera.
Cuatro tendencias en renovables
En cuanto a renovables, Logan identificó cuatro tendencias a nivel mundial. La primera es que los costes de la energía eólica, la solar fotovoltaica y el almacenamiento en baterías están disminuyendo rápidamente.
“Es difícil de creer que hace solo unos 10 años la energía fotovoltaica costara un 90% más de lo que cuesta ahora. El coste de la energía eólica en tierra también ha bajado un 70% en los últimos 11 años, aproximadamente. Lo que vemos para el almacenamiento en baterías es que está disminuyendo incluso más rápido que la fotovoltaica. Sería muy interesante ver cómo se comportan los costes de almacenamiento de las baterías en el futuro, porque no solo tendría la oportunidad de cambiar fundamentalmente la forma en que nos transportamos por el mundo, sino que también puede apoyar niveles mucho más altos de energía renovable variable, como la eólica y la solar, en la red”, comentó Logan.
Como los costes de la eólica y solar están bajando, las renovables están creciendo en todo el mundo. De hecho, desde la perspectiva de la capacidad instalada, se espera que ambas fuentes energéticas se conviertan en la mayor fuente de generación del mundo aproximadamente en 2024.
La segunda tendencia está relacionada a la electrificación y, a su vez, abarca dos aspectos. El primero tiene que ver con el acceso a la electricidad. “Debido a que la energía solar fotovoltaica se ha vuelto tan barata, cada vez son más los lugares que tienen acceso o pueden permitir que sus ciudadanos tengan electricidad por primera vez. A veces se instalan como microrredes y otras veces son sistemas independientes para una sola casa. Recientemente, la cantidad de personas en el mundo que no tenían acceso a la electricidad ha caído por debajo de 1.000 millones de personas. Ahora son alrededor de 940 millones de personas que todavía no tienen acceso a la electricidad, pero eso es alrededor del 13% de la población. Está bajando, lo cual es una buena señal”, destacó el científico de RASEI.
El segundo aspecto de la electrificación es la aparición de nuevos usos. “En este caso, nos referimos a la conversión de un uso final -como en un carro- que solía utilizar combustibles fósiles a uno que ahora utiliza electricidad. Podemos ver un crecimiento de los carros eléctricos enchufables y de batería en todo el mundo y, por supuesto, China domina este crecimiento, ya que tiene una fuerte dependencia del petróleo importado, por lo que tiene un gran interés en convertir su flota de vehículos para que funcionen con electricidad en lugar de con petróleo importado”, explicó Logan y agregó: “para el año 2040, se espera que China venda cerca del 70% de todos los vehículos nuevos como eléctricos”.
La tercera tendencia tiene que ver con los recursos distribuidos, eso tiene que ver con las tecnologías detrás del medidor. “La energía solar fotovoltaica en los tejados es el ejemplo clásico de recurso energético distribuido, así como las baterías o el almacenamiento en general, y lo que estamos viendo es que, a medida que estas nuevas tecnologías entran en el mercado, requieren diferentes tipos de modelos de negocio y diferentes tipos de regímenes reguladores para asegurarse de que todos ellos trabajen en conjunto. A menudo, todas estas tecnologías están conectadas digitalmente y pueden hablar entre sí, pueden ajustar la producción entre sí, a veces de forma autónoma. Realmente están cambiando el funcionamiento de los mercados energéticos en gran parte del mundo”, manifestó Logan.
La cuarta tendencia se relaciona al financiamiento. Por ejemplo: un gobierno anuncia que quiere que se construyan 200 megavatios de energía eólica en un lugar determinado y se abre la convocatoria para que las empresas oferten. Probablemente, la decisión de adjudicación se base en el menor precio o en la más rentable.
“Cuando los países empiezan a utilizar las subastas, no sólo pueden sacar la financiación del gobierno y utilizarla para algo mejor que la construcción de una central eléctrica, sino que es mucho más probable que obtengan un producto de menor coste al final porque las empresas privadas compiten para construir esa central al menor coste, así que hay una doble ganancia cuando se utilizan las subastas y por eso las hemos visto crecer tan rápidamente en los últimos años en todo el mundo”, explicó Logan.
Otro ejemplo es la compra de energías renovables por parte de las empresas. “Muchas empresas quieren parecer ecológicas ante sus clientes, por lo que intentan de forma muy ambiciosa comprar cada vez más energía limpia. Sin embargo, a menudo la empresa de la que dependen no es lo suficientemente ecológica, así que las empresas pueden salir y comprar por su cuenta o pueden instalar en sus propias instalaciones energías renovables”, comentó el investigador.
Asimismo, Logan continuó: “la gente también está utilizando diferentes tipos de deuda sostenible con mucha más frecuencia. Se trata de una combinación de bonos verdes, bonos sociales, préstamos verdes, bonos vinculados a la sostenibilidad. Todas estas son ofertas diferentes que permiten tanto al sector privado como a los municipios, por ejemplo, invertir en proyectos más ecológicos de lo que lo harían de otro modo. Esto también está creciendo muy rápidamente, ya casi alcanza los $1.000 millones al año y vemos que seguirá por ese camino en el futuro”.
Lo anterior se relaciona con otros aspecto, según Logan, denominado regulación basada en el rendimiento, la cual está ganando popularidad en países como México, Sudáfrica y otras economías emergentes.
“La atención se centra en los resultados, en si se ha logrado o no el objetivo, no en cuáles fueron los insumos o si se logró o no el objetivo. Yo diría que está más orientado al mercado, quizá no al mercado, pero los incentivos se centran en la consecución del objetivo, no en lo que se hace”, explicó.