A inicios de la década de 1970, y con la declaratoria del Parque Nacional Santa Rosa a su haber, Costa Rica transicionaba hacia un modelo de país donde la conservación jugaría un rol central como motor económico, gracias al turismo, y permitiría cimentar una imagen internacional que también le daría réditos en lo político.

Por supuesto, esa visión requería de profesionales de diversas disciplinas. Para ese entonces ya existía la Escuela de Biología de la Universidad de Costa Rica (UCR), así que la Universidad Nacional (UNA) hizo su apuesta, fundando la Escuela de Ciencias Ambientales (EDECA) en 1974.

“Inició únicamente con una carrera, Ingeniería en Ciencias Forestales, y continuó así por veintitantos años hasta que se creó una segunda carrera, Ingeniería en Gestión Ambiental”, relató Melissa Blandón, su actual directora.

Allí, en la formación de ingenieros forestales con visión de conservación y gestores ambientales con una perspectiva más integral radica el mayor aporte que la EDECA ha realizado al entendimiento del cambio climático en el país, el más grande desafío que se le presenta a la sociedad en los próximos 50 años.

EDECA se enfoca en seis áreas estratégicas: bioeconomía y producción sostenible, cambio climático, calidad ambiental, biodiversidad y ecosistemas forestales, recurso hídrico y paisaje, comunidades y territorios sostenibles. (Foto: EDECA / UNA)

Conocimiento

Para abordar un problema, lo primero es entenderlo. Desde el Laboratorio de Análisis Ambiental (LAA) se vienen realizando estudios tanto de calidad de aire como de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

En 2009, por ejemplo, se dimensionó la contribución de los embalses hidroeléctricos en las emisiones de metano, cuyo potencial térmico a corto plazo es mayor que el del dióxido de carbono, según Carbon Mapper. Desde esa primera experiencia, LAA continúa monitoreando los embalses del Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) y vale decir que no todos los países cuentan con estos datos.

En 2014, en conjunto con el Ministerio de Salud, se realizaron las primeras mediciones de flujos superficiales de GEI y contaminantes aéreos provenientes de los suelos descubiertos en rellenos sanitarios. Residuos es el tercer sector con una huella de carbono abultada, correspondiente al 14,8% del total de emisiones, por lo que conocer su aporte permite también tomar decisiones en cuanto a su manejo.

LAA también ha realizado estudios sobre factores de emisión de GEI en cultivos como banano, café y arroz, así como otros sobre flujos de intercambio en plantaciones de caña de azúcar (actualmente se están haciendo en teca y melina así como en pastos).

De hecho, entre 2015 y 2017, este laboratorio generó la métrica de emisiones en sistemas de aguas residuales y compostaje de residuos sólidos para el NAMA-Café. Estas experiencias sirvieron de carta de presentación para realizar mediciones de GEI en el sector exportador de Guatemala y República Dominicana.

Asimismo, LAA hizo los primeros estudios de composición carbonácea de las partículas finas respirables suspendidas en el aire. Aparte de un tema de salud, estas partículas contribuyen a la dinámica climática global. Actualmente se realiza monitoreo automático del carbono negro en el aire, el cual se considera un contaminante climático de vida corta.

El Programa de Estudios en Calidad, Ambiente y Metrología (PROCAME) trabaja de cerca con pequeñas y medianas empresas (pymes) vinculadas a la industria, el comercio y los servicios. De hecho, se ha diagnosticado a más de 40 organizaciones en las áreas de ambiente, condiciones de trabajo y metrología. (Foto: EDECA / UNA)

Ahora bien, uno de los recursos que se ven más impactados por el cambio climático es el hídrico, por lo que la labor del Laboratorio de Hidrogeología es clave.

La variabilidad climática y el cambio del uso del suelo influyen en la disponibilidad de agua para consumo humano. Bajo este entendido, este laboratorio ha realizado balances hídricos con base en la recarga de agua subterránea, así como estudios de morfometría, los cuales brindan información sobre el funcionamiento hidrológico en una cuenca. Esto, a su vez, provee de insumos para la planificación de las actividades económicas alrededor de la cuenca y para un apropiado manejo de la misma.

En el ámbito forestal, y desde 2005, EDECA se dio a la tarea de cuantificar el carbono. Para ello, se desarrollaron ecuaciones alométricas (permiten conocer el carbono fijado en el tronco, por ejemplo, con relación al diámetro o la altura del árbol), también se estudió la distribución y acumulación de carbono en todos los compartimentos del bosque y en todos los ecosistemas del país. Se incluyeron desde especies exóticas y nativas utilizadas en la reforestación hasta bosques secundarios y maduros en todas las zonas climáticas.

“Esta es sin duda la base de datos más importante en Costa Rica sobre árboles, bosques y carbono”, destacó el profesor e investigador Federico E. Alice Guier.

“La importancia de los bosques en el ciclo del carbono nos llevó a la investigación del papel que juega el sector en la mitigación y adaptación al cambio climático. Desarrollamos proyectos para identificar las oportunidades de la conservación y la restauración forestal para reducir emisiones y aumentar la resiliencia de sistemas socioecológicos. Esto a través de medidas que eventualmente se denominaron como ‘adaptación basada en ecosistemas’. Nuestro interés era resaltar las sinergias o cobeneficios que brinda la cobertura forestal y promover la inclusión deliberada en instrumentos de planificación territorial”, continuó el académico.

Junto a estas investigaciones, EDECA participó en el diseño y negociación de una estrategia REDD, así como al asesoramiento técnico de estándares internacionales y el desarrollo de normativa nacional.

Hoy, el trabajo está enfocado en cómo llevar soluciones basadas en la naturaleza a la práctica.

“Así como el país fue bueno construyendo y protegiendo bosques, aspiramos a un futuro en donde seamos los mejores gestionando estos ecosistemas. El equilibrio entre lo social y lo natural depende de nuestra capacidad de coexistir”, comentó Alice Guier.

El Herbario JVR está digitalizando sus colecciones, lo cual dará acceso a usuarios de otros países. En la imagen aparece Luis Poveda Álvarez, fundador y curador del herbario por varias décadas. (Foto: EDECA / UNA)

Restauración

Precisamente, esos esfuerzos de restauración ecológica deben estar guiados por las pistas que resguardan las colecciones biológicas. Con una cifra de 17.000 ejemplares, que representan el 92% de la flora del país, el Herbario Juvenal Valerio Rodríguez (JVR) es un buen punto de partida.

Este herbario nació justo un año después de la EDECA y, desde entonces, profesores y estudiantes se han dedicado a colectar e identificar especímenes, sobre todo de flora arborescente. A la fecha, y gracias a las colecciones, se han reportado 40 especies de plantas nuevas para la ciencia. La más reciente fue Plinia costaricensis, endémica de Costa Rica.

Asimismo, el herbario ha estado involucrado en proyectos de investigación en fitoquímica, etnobotánica, artes, botánica económica y etnomedicina; lo cual ha resultado en alrededor de 80 publicaciones científicas, 10 libros y participaciones en capítulos de libros.

Aparte del herbario, el otro gran brazo que tiene la EDECA es el Programa Biodiversidad Forestal y Bioeconomía (PROBIOFOR) que nació de la experiencia de 40 años de operaciones del Vivero Forestal. “En este vivero, como está respaldado en investigación, se promueve la siembra de árboles autóctonos, y no sólo es que sean nativos de Costa Rica, sino que de la zona también. Ese es el valor agregado que se le está dando a la gente”, señaló Blandón.

De hecho, la labor de PROBIOFOR se enfoca en la documentación de frutos, semillas y plántulas de Costa Rica, la fenología de las especies, la producción y domesticación de árboles en vivero, la gestión del arbolado urbano y la implementación de prácticas agroforestales.

A la fecha, el programa ha producido más de 500 especies de plantas, entre especies maderables, ornamentales y medicinales. Igualmente, ha contribuido con cinco catálogos sobre frutos, semillas y plántulas que cubren 250 especies, así como cuatro guías sobre cortezas de árboles y arbustos del Parque Nacional Palo Verde, abarcando 96 especies.

Actualmente se trabaja en un manual de especies para uso urbano y en otro sobre plagas y enfermedades en árboles urbanos. También se está creando la colección en físico de frutos y semillas de plantas costarricenses.

Tanto el herbario como PROBIOFOR dotan de insumos al Laboratorio de Dinámica y Restauración de Ecosistemas, que —desde 1981— investiga los bosques de robles y páramos de la cordillera de Talamanca y mantiene un plan de monitoreo de bosques primarios y secundarios en la península de Osa desde 2012.

Su proyecto icónico es la restauración de manglares en el Humedal Nacional Térraba Sierpe, declarado de importancia mundial por la Convención Ramsar. Estos manglares, importantes sumideros de carbono azul, han sido afectados históricamente por la deforestación, la expansión de la acuicultura y otras actividades económicas.

Esa degradación propició las condiciones que llevaron a la invasión del helecho Acrostichum aureum L. (conocido como negraforra). “Este helecho es una especie muy dominante y capaz de colonizar espacios que antes fueron ocupados por especies de mangle, sin embargo, al instalarse y encontrar las condiciones óptimas, no ha permitido los procesos de sucesión natural y, por ende, la estructura, composición y funcionalidad del manglar se ve limitada por su presencia”, se lee en una nota descriptiva del proyecto.

En este sentido, los investigadores han probado diferentes tratamientos para erradicar el helecho para así promover el reclutamiento y regeneración de especies de mangle. 

Una de las lecciones aprendidas con este proyecto es el rol que desempeñan las comunidades locales en la restauración, su participación es parte del éxito alcanzado.

Con las comunidades se emplea una metodología cuyo enfoque se resume en Investigación-Acción-Participación, donde se asume que los conocimientos se generan en conjunto entre los sujetos que participan en el proceso. (Foto: EDECA / UNA)

Gente

Para Blandón, las personas siempre han estado contempladas en la visión de la EDECA. “No podríamos ver el árbol, el bosque o el aire sin tomar en cuenta el comportamiento humano. Entonces, hoy por hoy, nuestra malla curricular cuenta con materias que tienen que ver con el manejo de conflictos socioambientales”, comentó.

El cambio climático es uno de esos desafíos que requieren de respuestas rápidas y efectivas. ¿Y quién da esas respuestas? Las personas, pero estas requieren de la creación de capacidades y fomento de la participación local para favorecer una nueva gobernanza climática donde la responsabilidad es compartida por todos los agentes sociales. Y esto adquiere mayor relevancia a nivel cantonal, donde las medidas de descarbonización y adaptación se ponen en práctica.

Ese es el espíritu que ha movido a los proyectos impulsados por Alina Aguilar y Fabiola Rodríguez en cantones como San Rafael de Heredia, Belén, Grecia, Barva y Quepos.

“Es indispensable empoderar a los actores sociales en la temática, teniendo presente que el cambio climático no es sólo un tema ambiental sino un tema que permea en todas las dimensiones de nuestro desarrollo”, destacaron las investigadoras.

Gracias a esta cercanía con la gente, EDECA suele ser invitada a participar en comisiones que buscan dar solución a problemáticas, así como a brindar asesoría. “Nos tocan las puertas para que demos criterio, opinemos sobre algún cambio en la ley o para que seamos partícipes de comisiones. Creo que esa es una forma de incidir”, mencionó Blandón.

Actualmente, se tienen pedidos de análisis de ruido y olores que pueden ser solventados por el Laboratorio de Magnitudes de Estrés Ambiental, el cual está en capacidad de construir protocolos de medición y monitoreo de ambos contaminantes.

El Benemérito Cuerpo de Bomberos ya se acercó a pedir ayuda en el tema de incendios forestales, no solo en foresta, sino también en charrales. “Tenemos equipo especializado con el que podemos medir el impacto del humo o el fuego, pero también podemos aportar desde la perspectiva económica, social y ambiental”, detalló la directora.

“Entonces, poco a poco, vamos creciendo como escuela, adquiriendo equipo especializado para poder tener más incidencia y esa fortaleza que tienen nuestros profesores y estudiantes en el tema social nos va a permitir incidir en todas estas situaciones climáticas que estamos viviendo en el país. Estamos tratando de dar también esa mirada, ya no sólo con el ambiente y los datos crudos, sino también poder incidir en las comunidades, dar soluciones, dar respuestas donde los tomadores de decisión puedan considerar los datos que nosotros estamos manejando”, finalizó.

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