Jesús Chávez es pescador artesanal en Barra del Colorado, Caribe Norte. Allí, junto con otros colegas, gestiona un área marina de pesca responsable y también coordina la Red de Áreas Marinas de Pesca Responsable y Territorios Marinos de Vida.
Estas últimas semanas de octubre, Chávez dejó las redes de pesca en casa, una decisión que impacta directamente su economía familiar. Algo más grande lo movió: necesitaba viajar a la ciudad de Cali, en Colombia, para participar en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Biodiversidad, la COP16.
Vestido con una camiseta cuya leyenda deja en evidencia su sentir, Chávez se hizo presente en el Centro de Eventos Valle del Pacífico, donde están los negociadores, porque necesita ser escuchado, él y otros muchos pescadores que depositaron en su persona la representatividad de un sector.
“Nunca hemos sido tomados en cuenta en la toma de decisiones en cuanto a conservación y biodiversidad. Han pasado 15 COP donde nunca ha habido presencia del sector de pesca artesanal. Se habla de pesca industrial o pesca de alta mar, pero nunca de pesca de pequeña escala, que es la pesca costera, que es la que ejercemos nosotros.
”Por eso estamos aquí, porque necesitamos que nuestro mensaje llegue hasta las altas autoridades, que son las que toman decisiones, porque sabemos que hay muchos recursos por ahí para ayudar a los diferentes sectores, tanto al sector de pesca como al sector terrestre, pero eso nunca llega a nosotros porque estamos invisibilizados totalmente”, dijo.
A los pescadores y pescadoras, según Chávez, también les preocupa ser desplazados de sus territorios como resultado de la ejecución de la meta 30x30 —que busca la conservación y restauración del 30% del territorio terrestre y marino al 2030— o ser relajados ante la ejecución de proyectos de economía azul.
“Nos reduce los espacios de trabajo, incluso los espacios de vida, porque nosotros en la mayoría de los países no tenemos derecho en las zonas costeras a la titulación de tierra, es decir, no tenemos garantías jurídicas. Y al no tener garantías jurídicas, pues las instituciones se hacen con el terreno de lo que quieren y se lo dan a estas grandes empresas que van a hacer proyectos de desarrollo donde a nosotros tampoco se nos vuelve a tomar en cuenta, porque nosotros somos expertos en pesca, no en atender turistas ni en trabajar en otro tipo de negocio”, manifestó.
Al igual que Chávez, Aracelly Jiménez puso en pausa sus labores como pescadora en Chomes (Puntarenas) para participar en la COP16 y así utilizar su voz para dar visibilidad a las mujeres de la pesca artesanal.
“No se puede hacer una conservación sin incluir a las personas que vivimos del recurso. Es muy importante que estemos en la toma de decisiones de nuestros territorios, porque nadie más sabe qué es lo que necesitamos o qué es lo que nos hace falta o qué está bien para nosotros que nosotros mismos, las personas que vivimos de los recursos del mar.
”Estar en la toma de decisiones es incluir el conocimiento tradicional, porque nosotros somos los que tenemos el conocimiento de qué es lo que está pasando en nuestros territorios. Por eso tratamos de incidir en estos espacios donde el pescador artesanal tan siquiera se ve reflejado. Tratamos de incidir para que nuestra pequeña voz sea amplificada”, señaló Jiménez.
Más espacios de diálogo
Mariana Porras, representante de la organización COECOCeiba-Amigos de la Tierra, también puso en pausa su rutina en Costa Rica para venir a Cali a participar en la COP16. Su preocupación: la desconexión entre lo que se negocia y la puesta en práctica en los territorios, lo cual termina derivando en falsas soluciones.
“Las falsas soluciones son programas o estrategias que muchas veces no toman en cuenta el sentir de las comunidades o sus necesidades, más bien son propuestas elaboradas de arriba hacia abajo y cuando se van a implementar a los territorios, no funcionan de la misma manera”, explicó Porras.
“Se siguen planteando el mismo tipo de soluciones y la pérdida de biodiversidad no se ha detenido, porque este tipo de acciones no promueven un cambio estructural, no atacan las causas y muchas veces terminan perpetuando el problema”, continuó.
Para que el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming Montreal sea implementando, requiere de que los países diseñen estrategias y planes nacionales de acción. “Para nosotros, como organizaciones sociales, es muy importante que esos planes de acción sean reales, que cuenten con indicadores que realmente se puedan medir, no que sigan dándose informes que más bien hablan de supuestas cosas que se están haciendo pero que en la realidad no se traducen en acciones para revertir la pérdida de biodiversidad”, recalcó Porras.
Y para que esos planes estén en armonía con los territorios, pues se requieren espacios abiertos de diálogo. Alejandra Porras, también de COECOCeiba-Amigos de la Tierra, llama la atención sobre la necesidad de que estos espacios sean representativos e inclusivos, ya que muchas comunidades o grupos están fuera de las iniciativas institucionales y quedan relegados de las discusiones y también de los beneficios, acrecentando con ello la injusticia ambiental.
“Todavía falta seguir discutiendo y disputando ciertos espacios donde sean las mismas comunidades locales, los pescadores y las comunidades afrodescendientes quienes los definan”, comentó Porras.
En el marco de la COP16, los países están discutiendo la creación de un órgano subsidiario amparado en el Artículo 8j, el cual daría voz a los pueblos indígenas y las comunidades locales.
“La propuesta del órgano subsidiario es importante. Es, además, una lucha histórica que han dado pueblos indígenas para estar presentes en los espacios de negociación. Creo que es de las cosas que podríamos replicar a nivel nacional”, dijo Porras. “Pero abriendo las puertas a otras poblaciones que también necesitan estar presentes”.
Ambas representantes de COECOCeiba-Amigos de la Tierra, estos espacios de diálogo nacional deben también constituirse de cara a las negociaciones climáticas.