En su afán por realizar investigación científica sobre las consecuencias del cambio climático, el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) comenzó con los primeros estudios sobre acidificación oceánica y costera en Costa Rica.
Actualmente no se puede decir con certeza que los gases de efecto invernadero (GEI), provenientes de la quema de combustibles fósiles, estén causando que el mar costarricense esté disminuyendo sus niveles de pH, los cuales determinan la acidez de una sustancia. Es por eso que los investigadores del CIMAR, liderados por la bióloga marina Celeste Sánchez Noguera, están construyendo los cimientos que permitirán investigar la acidificación costera en el país.
De esta manera se podrá tener una línea base para que, en el futuro, se pueda comparar estos datos con los derivados de muestras que se recolecten cuando el proyecto esté más avanzado o provenientes de otros proyectos de investigación. Esto ayudaría a averiguar si la acidificación está afectando también a las aguas costarricenses.
La acidificación oceánica, generada por acciones antropogénicas, ocurre cuando el mar absorbe el dióxido de carbono (CO2) que se emite de los combustibles fósiles y se combina con el agua. Esta fusión resulta en una serie de reacciones químicas que vuelven el océano más ácido.
Precisamente, un nuevo informe del Instituto Postdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) alertó sobre cómo la creciente acidificación de los océanos está llevando a la Tierra a superar un nuevo límite, lo cual afectará la estabilidad planetaria, su capacidad de resiliencia y su habitabilidad.
En otras palabras: a medida que las emisiones de CO2 siguen aumentando, el pH del océano disminuye y esto termina perjudicando a muchos organismos como corales, conchas e incluso el plancton y, con este, a toda la cadena alimentaria marina. De hecho, la acidificación también reduce la capacidad de los océanos para absorber el CO2 presente en la atmósfera.
Al tomar en cuenta que el 92% del territorio costarricense es marino, estos estudios sobre acidificación cobran mayor importancia.
Acidificación oceánica y costera
Es usual confundir la acidificación costera y la oceánica. Sánchez mencionó que la acidificación oceánica, que es la más “famosa”, se refiere al proceso donde el océano absorbe el dióxido de carbono que está presente en exceso en la atmósfera. Este tipo de acidificación se comenzó a estudiar hace aproximadamente 15 años, por lo que este campo de investigación aún es relativamente nuevo.
Tiempo después, las personas que estudian las costas indicaron que también ocurría acidificación en los mares, pero no solamente por el CO2 antropogénico, sino también por otros procesos. Uno de estos es por los nutrientes que terminan en el agua y corren por las cuencas hidrográficas. Cuando esta agua rica en nutrientes ingresa al mar, ocasiona que la química cambie y se altere el nivel de pH.
“En zonas costeras es un poco más complejo, porque no hay un único causante, que sería el CO2 de la atmósfera, como pasa en mar abierto; sino que tenemos otros factores que van a estar muy ligados con la forma como los humanos estamos desarrollando actividades en la parte terrestre”, indicó Sánchez.
En estos primeros estudios realizados por el CIMAR, la investigadora comentó que lo que más están analizando es la acidificación costera. Eventualmente estos estudios les permitirán medir la acidificación oceánica en Costa Rica, de la cual tampoco hay una gran cantidad de literatura.
“En el caso de Costa Rica, nuestros estudios costeros se limitan mucho a las embarcaciones que utilizamos, que son realmente pequeñas. Por eso, todo lo que se está haciendo, se realiza a unos 30 kilómetros de la costa, máximo”, aclaró.
Primeros pasos
La línea base en la que el CIMAR trabaja será el punto de partida. “Uno no puede saber si hay un cambio si no tiene una medida de referencia. Entonces lo que nosotros estamos haciendo es precisamente generar esa medida de referencia y a partir de eso, entonces esperaríamos poder decir si está ocurriendo o no”, explicó la bióloga.
La importancia de estos primeros estudios radica en que se necesita determinar cuales son los valores normales de pH en cada zona del país, ya que estos valores pueden cambiar según el ecosistema.
Por ejemplo, en el Pacífico Norte, el agua es más ácida que en el Pacífico Central o el Sur, incluso en el Caribe. Por ello, se ocupan análisis individuales de cada zona para notar anomalías y valores críticos o alarmantes.
“Solamente entre estos dos lugares del Pacífico, ya vemos que los valores normales son diferentes. A partir de eso, es que podríamos analizar que probablemente si en el Pacífico Sur el valor baja a 7.7 puede ser que para los organismos que viven ahí sea un umbral crítico, pero no va a ser igualmente crítico para los que viven en el Pacífico Norte”, explicó.
Los estudios llevan aproximadamente un año y, en este tiempo, han pasado por un proceso de capacitación y adquisición de equipo por medio de donaciones o colaboraciones internacionales. Hasta el año pasado pudieron instalar un laboratorio en el CIMAR.
“Ha sido un trabajo bastante arduo y lento, al comienzo sobre todo, por todo el tema de construcción de capacidades. Incluso tratar de encontrar personas, sobre todo estudiantes, que se interesen en el tema y que quieran comenzar a incorporarse un poco en esta línea de investigación”, mencionó Sánchez.
De hecho, no empezaron a recolectar muestras nuevas desde el inicio, aunque actualmente sí están haciéndolo, sino que utilizaron las que tenían acumuladas de años anteriores.
“Ahora que se cumple el año, queremos hacer un análisis para ver si han habido cambios, también esperamos ver cambios entre estación seca y estación lluviosa. No he querido ver nada, porque al ver resultados antes de terminar es difícil poder notar un patrón o saber si el mar está muy ácido o no”, comentó la investigadora.
Alianzas estratégicas
Actualmente, CIMAR tiene proyectos solamente en el Golfo Dulce y el Golfo de Nicoya, pero tienen planes aprobados para empezar a monitorear el mar Caribe, esto con miras al próximo año y en alianza con Raising Coral, al igual que en el Golfo Dulce. En el caso del Golfo de Nicoya, se monitorea una granja ostrícola.
La alianza con Raising Coral ha funcionado porque la acidez es determinante en la vida de los corales. Es por eso que, en el Golfo Dulce, Sánchez ha capacitado al equipo de esta organización para que pueda tomar muestras del agua de manera correcta.
“Les di una capacitación y les dejé materiales, ellos recogen las muestras y yo voy cada cierto tiempo y los acompaño al campo para cerciorarme que realmente las muestras se estén recolectando de la forma correcta. Además, les doy asesoría en otras cosas que ellos necesiten y me traigo las muestras que recolectaron”, indicó Sánchez.
Esta relación del CIMAR y Raising Coral arrancó entre agosto y septiembre del 2023, es decir, ya tiene un año. “Es una gran colaboración, a ellos les sirve la información que nosotros generemos y al mismo tiempo no podríamos tener acceso a esas muestras mensuales si no fuera porque ellos están ahí recolectándolas. Es un trabajo en equipo bastante importante”, aseguró Sánchez.
Desde el CIMAR también aprovechan otros proyectos de investigación para conseguir muestras. Ese es el caso en el Golfo de Nicoya, donde aprovechan una investigación en microplásticos para monitorear la acidificación de la zona, por lo que solo es necesario realizar un viaje.
Además, en colaboración con el Parque Marino del Pacífico y la Universidad Nacional, realizaron un experimento durante ocho meses para determinar si la acidificación afecta el crecimiento del pargo (Lutjanus guttatus). Por el momento, no se ha podido crear una relación entre acidez y crecimiento, pero aún faltan análisis.
Estudios a nivel internacional
Esta área de investigación también está teniendo auge a nivel internacional. El informe Estado del Océano 2024, realizado por la Unesco, alertó sobre que el océano está actuando como un sumidero de carbono, y que las grandes cantidades de CO2 que está absorbiendo aumentarán la acidificación oceánica en un 100%.
Debido a que la acidificación costera puede ocurrir por distintos factores, aparte de la actividad humana, en el informe se resalta la importancia de disponer de datos a largo plazo para entender mejor y determinar cuándo es que aparecen las tendencias de acidificación oceánica.
Un estudio, publicado en la revista Nature, señaló que –en tres de los cuatro escenarios de emisiones para los próximos 100 años– se espera que todos los océanos se vuelvan más ácidos.
En este estudio se asegura que la alteración de los niveles de pH puede afectar incluso las áreas marinas protegidas, las cuales se encuentran expuestas a una grave acidificación oceánica para el 2100.
Consecuencias de la acidificación
Las consecuencias de la acidificación oceánica las van a sufrir, en mayor medida, los organismos con esqueleto de carbonato de calcio, por esta razón es que los corales son tan vulnerables a la acidez de las aguas.
También se van a ver afectados los animales que produzcan algún tipo de concha, de allí la razón detrás de la alianza del CIMAR con la granja ostrícola, ya que se espera que estos animales se vean afectados y, por ende, también se afecta la economía de las comunidades que dependen de la venta de ostras.
“Cuando fui la primera vez (a la granja ostrícola), la persona que me atendió era una de las que trabajan en la granja, que también es de Costa de Pájaros, y ella me contaba que habían estado viendo ciertos problemas últimamente con la concha de las ostras, entonces nos surgió la duda de si podría ser tal vez por el nivel de acidez del agua”, comentó Sánchez.
A medida que el océano se vuelve más ácido, este disminuye su capacidad de absorber CO2, por lo que es necesario proteger los grandes cuerpos de agua para poder controlar los GEI. Además, el sistema climático global se ve afectado debido a que el océano no logra cumplir su rol de regulador del efecto invernadero y eso nos vuelve vulnerables a todos.