En mayo, el lente fotográfico de Deinier Campos logró captar un individuo de jacamar colirrufo (Galbula ruficauda) en uno de los senderos de la Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde, administrada por el Centro Científico Tropical (CCT). Un mes más tarde, Ederth Villegas reportó un nido de la misma especie.

Ambos reportes no hubiesen alarmado a Paula Ledezma, investigadora de la reserva, si estos se hubiesen dado a menos de 1.200 metros sobre el nivel del mar (msnm), altura a la que se venía observando esta especie de ave desde 1993.

Sin embargo, Campos y Villegas la vieron a 1.500 msnm. En otras palabras, el jacamar colirrufo subió aún más en el bosque porque encontró condiciones favorables, al punto de estar anidando.

“Hay diferencias entre solo verlo y ya verlo haciendo nido. Si sólo se observa, puede ser que estaba de paso o esté utilizando el sitio para alimentación. Pero el hecho de que esté anidando quiere decir que las condiciones del sitio son aptas para que la especie se mantenga en el lugar y eso fue lo que nos llamó la atención”, comentó Ledezma.

“Ya se habían hecho reportes de avistamientos, pero ahorita en junio es la primera vez que se reporta anidando y eso quiere decir que la especie se está estableciendo en el sitio porque encontró condiciones aptas para sobrevivir, condiciones que antes no existían”, continuó.

En otras palabras, el bosque nuboso de Monteverde está cambiando y la presencia del jacamar colirrufo viene a evidenciarlo. ¿Qué lo está haciendo cambiar? Ledezma fue contundente: el cambio climático.

El jacamar colirrufo es insectívoro. Caza mientras está perchado con su pico inclinado hacia arriba, para luego lanzarse a atrapar insectos voladores. (Foto: Deiner Campos)

Nuevo inquilino

El jacamar colirrufo es un ave de colores brillantes, largos picos y colas, que puede llegar a medir 25 centímetros. Se le encuentra desde el sur de México, pasando por América Central y Colombia, hasta el sur de Brasil y Ecuador.

Sus preferencias de hábitat se relacionan con bosques secos o húmedos, incluso matorrales. “Se encuentra en los bordes de los bosques húmedos de tierras bajas, en claros como arroyos y áreas de caída de árboles dentro del bosque, en el sotobosque abierto y en el crecimiento secundario alto. Aunque su rango altitudinal se extiende hasta los 1.300 msnm en lugares como el valle del Magdalena en Colombia, en otros el límite superior de su distribución es más bajo, 750 msnm en México o 900 msnm en la costa del Pacífico en Colombia”, señaló Ledezma.

De hecho, en Costa Rica, el naturalista Alexander Skutch reportó individuos a 910 msnm y nidos a una altitud de 760 msnm en 1962. En 1993, Michael Fogden reportó individuos a una altura máxima de 1.200 msnm en Monteverde. 

Pero, ahora, poco más de 30 años desde ese reporte, algo en el bosque cambió. Una de las hipótesis es que, a menor disponibilidad de hábitat —como resultado de la urbanización, deforestación o agricultura—, la especie se haya visto obligada a anidar a altitudes más elevadas donde el hábitat está menos perturbado.

Sin embargo, Ledezma pronto descartó esta hipótesis ante los resultados de un estudio que demostró la presencia del jacamar aún en áreas degradadas o perturbadas de Centroamérica. “La degradación o el disturbio no afecta necesariamente la presencia del jacamar, sino es principalmente la elevación”, señaló.

La otra hipótesis es que, al igual que otras especies de aves, el aumento en la temperatura está haciendo que busque nuevas áreas de anidación en procura de condiciones más frescas.

Si vemos un cambio en su distribución, lo más probable es que esté atribuido al cambio climático, el cual está cambiando variables ambientales que le permiten llegar a altitudes mayores”, comentó la investigadora y agregó: “Galbula ruficauda está ligado principalmente a un rango de elevación específica y no se ve afectado por la perturbación del hábitat. Por lo tanto, se puede asumir que estos nuevos registros del jacamar colirrufo a altitudes mayores son consecuencia del cambio climático”.

Aparte de la temperatura, ¿por qué el jacamar escogió Monteverde? Los investigadores de la reserva tienen una hipótesis.

“Hemos visto que otras especies de aves, que están anidando acá arriba, es porque se supone que hay menos depredadores. Entonces puede ser que, como las condiciones ambientales están empezando a cambiar, aún no hayan llegado los depredadores que se encuentran en tierras bajas. Ese podría ser un beneficio que podría estar teniendo el jacamar al anidar acá arriba. Otro beneficio es que haya menos competencia con otras especies que también anidan en barrancos o paredones”, mencionó Ledezma.

Para la investigadora, sería interesante ver si existen reportes recientes de esta especie en otras zonas altas del país: “así podríamos comparar y saber si se están moviendo en todo Costa Rica o si es una situación que sólo se da en áreas más específicas”.

La Reserva Biológica Bosque Nuboso Monteverde se encuentra entre los 600 y los 1.800 msnm. (Foto: Centro Científico Tropical)

Unos llegan y otros, ¿se van?

El jacamar colirrufo no es la única especie de tierras bajas que está llegando a Monteverde. Las cámaras trampa han registrado la visita, en dos ocasiones, del venado cola blanca. “Aún no sabemos bien si es que nada más está utilizando esta zona o si está quedándose”, comentó Wilson Salas, también investigador de la reserva. “Verlo sí fue extraño, diría que preocupante, porque es una especie que está en zonas más bajas”.

Otra especie vista es la serpiente terciopelo. “No sólo es una especie de tierras más bajas, sino que también es más común de hábitats más perturbados y no tanto de bosque casi primario como el que tenemos acá”, destacó Salas.

El tucán pico iris (Ramphastos sulfuratus) también se ha observado, aunque todavía no está anidando (al menos no se cuenta con registro de ello).

“Nos preocupa porque podría desplazar a especies que tienen a Monteverde como su hábitat. Nos preocupa específicamente lo que pudiera ocurrirle al quetzal”, expresó Ledezma.

Antes, esas dos especies —tucanes y quetzales— no se encontraban, pero ahora que comparten el mismo territorio podrían competir por alimento y los sitios de anidación. No sólo eso, el quetzal (Pharomachrus mocinno) estaría en clara desventaja por que no tendría donde ir si la temperatura sigue aumentando.

“En el 2016, investigadores del CCT hicieron una proyección a 100 años de la población del quetzal, aumentando la temperatura tres grados. Lo preocupante es que acá vemos que el quetzal puede estar hasta 1.300 msnm y la proyección a 100 años mostró que sólo se va a encontrar entre 1.700 y 1.800 metros. El problema es que la altura máxima a la que estamos en Monteverde es 1.800 metros. No tendría dónde más ir después de ese límite”, dijo Ledezma.

Otra especie que estaría viendo su hábitat comprometido es oncilla nebulosa (Leopardus pardinoides), un felino silvestre de apenas 2-3,5 kilogramos que se distribuye en tierras altas de Costa Rica y Panamá así como por la cadena montañosa de los Andes hasta el norte de Argentina.

Un reciente estudio determinó que, lo que por muchos años se creía que era una especie: el trigrillo (Leopardus tigrinus) realmente son tres especies distintas, siendo una de ellas oncilla nebulosa.

Oncilla nebulosa es el felino silvestre más pequeño y amenazado del país. (Foto: Henry Barrantes)

“Lo que hemos visto es que, de cierta forma, este felino es especialista de hábitat y está asociado a bosques nubosos”, comentó José Daniel Ramírez, biólogo, investigador de la organización One Health Costa Rica Alliance (OHCRA) y uno de los autores del estudio.

Aunque apenas está empezando a estudiarse su relación con los bosques nubosos, una de las razones podría estar dada por la alimentación, según Ramírez. Oncilla nebulosa caza ratones silvestres de tierras altas, convirtiéndose en un regulador de las poblaciones de roedores, lo que permite mantener el equilibrio en el ecosistema. Los ratones, a su vez, son dispersores de semillas y polinizadores, lo que ayuda al mantenimiento del bosque.

Según Ramírez, en Monteverde existen plantas que evolucionaron para ser polinizadas por roedores. Estas plantas tienen cápsulas, las cuales están llenas del néctar del que se alimentan estos pequeños mamíferos. Cuando los ratones las toman con sus manos, introducen su lengua en esa cápsula para succionar el néctar, llenando de polen sus bigotes y, así, cuando visitan la siguiente planta, realizan la polinización.

El último inventario de mamíferos de Costa Rica, que data del 2023, dio cuenta de 21 especies endémicas de roedores, es decir, sólo se encuentran aquí. Muchas de estas especies son de tierras altas. Oncilla nebulosa también es una especie propia de Costa Rica y Panamá. La relación entre el felino y los roedores es bastante estrecha.

Lamentablemente, y según Ramírez, este felino ha sufrido una disminución en su rango de distribución histórica de 50,4%. “Pensaría que esa reducción se debe al cambio de uso del suelo”, comentó y añadió: “si ya la distribución disminuyó un 50% y sabemos que el cambio climático va a golpear muy fuerte, sobre todo a los hábitats de altura, sospechamos que el incremento de la temperatura va a afectar el rango de distribución actual de la especie”.

Precisamente, esa hipótesis llevó a los investigadores a trabajar con proyecciones para oncilla nebulosa. Un nuevo estudio, próximo a publicarse, busca determinar las zonas que deben priorizarse para la conservación del felino.

Aunque aún no se conocen los resultados, pero siendo oncilla nebulosa una especie directamente relacionada al bosque nuboso, no sería de extrañar que dos de esos lugares prioritarios sean Talamanca y Monteverde, siendo este último el punto más al norte donde se le puede encontrar.

En Talamanca, la especie aún tiene un rango altitudinal de más de 3.000 metros para moverse, pero ese no es el caso de Monteverde.

Quitar presiones

Sólo el 1% de los bosques a nivel mundial se consideran nubosos y aunque Monteverde aún sigue siéndolo, lo cierto es que cada vez se parece más a un bosque lluvioso.

Esos cambios tienen implicaciones en los servicios ecosistémicos que ofrece uno u otro tipo de bosque. “Uno de esos servicios es el agua. Estos bosques son los que capturan toda el agua que eventualmente llega a las comunidades”, dijo Ledezma. “Las nacientes que alimentan a Monteverde en Santa Elena ya han registrado problemas, algunas veces por falta de lluvia. Incluso con la nubosidad se captura también agua”, continuó.

En la década de 1970, por ejemplo, se registraban 20 días secos al año. Ahora, los investigadores reportan 100 días secos en el mismo periodo. Eso ha provocado que se pierda la llovizna, la lluvia horizontal generada por la neblina propia de un bosque nuboso. 

Esa pérdida de humedad se denota en los musgos. “La mayoría de los árboles están llenos de musgo y usualmente son muy húmedos. Ahora, algunas veces en época seca, se puede ver el musgo completamente seco. Vale recordar que este termina siendo el sustrato para muchas plantas epífitas como las orquídeas”, dijo Salas.  

Otros impactos se observan en las plantas. “Los tiempos de floración y fructificación también están relacionados directamente con el clima y esto, a su vez, impacta a la fauna en cuanto a la disponibilidad de alimento”, agregó el investigador.

¿Qué hacer? “No podemos cubrir la reserva para mantenerla con una temperatura adecuada por 50 años, así que lo que podemos hacer es seguir protegiendo el bosque y poner límites a las presiones”, respondió Ledezma.

Ramírez coincidió: los ecosistemas deben estar con buena salud ambiental para que puedan lidiar con el cambio climático. Reducir las emisiones de carbono, sobre todo aquellas derivadas del cambio de uso del suelo, favorecer la conectividad mediante corredores biológicos y evitar potenciales circunstancias de transmisión de enfermedades entre animales domésticos y silvestres, son algunas recomendaciones.

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